lunes, 26 de marzo de 2012

Juventud


Autor desconocido

La juventud no es una época de la vida, es un estado de la mente; es un temperamento de la voluntad, una cualidad de la imaginación, el vigor de las emociones, el predominio del valor sobre la timidez, del apetito aventurero sobre la comodidad.

Nadie envejece por el mero hecho de vivir cierto número de años; los humanos envejecen por desertar de sus ideales; los años arrugan la piel, pero la falta de entusiasmo arruga el alma. El pesar, la duda, la propia desconfianza, el temor y la desesperanza, representan esos largos años que doblegan la cabeza y hacen que el espíritu vaya al polvo.

Igual a los setenta que a los dieciséis, existe en el corazón de todo ser el amor por lo admirable, la dulce admiración por las estrellas y por las cosas y pensamientos que brillan como las estrellas; el valeroso desafío a los acontecimientos, el infalible apetito infantil por lo que ha de venir después y el goce del juego de la vida.

Eres tan joven como lo sea tu fe y tan viejo como lo sea tu duda; tan joven como tu confianza en ti mismo y tan viejo como tu temor; tan joven como tu esperanza y tan viejo como tu desesperación.

Mientras tu corazón sea capaz de recibir los mensajes de la belleza, del ánimo, del valor, de la grandeza y del poder de la tierra, del hombre y del infinito, serás joven.

Cuando los cables mensajeros se hayan caído y todo dentro de tu corazón se haya cubierto con las nieves del pesimismo y los hielos del cinismo, será entonces cuando verdaderamente habrás envejecido y quiera el Señor tener piedad de tu alma.


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