miércoles, 14 de marzo de 2012

Los riesgos de la energía nuclear


Por Robert Newport
23 abril 2008


L
a reciente avería en la central de Ascó, en Tarragona,  ha vuelto a poner de  actualidad las cuestionables ventajas de la energía nuclear en contraposición con el riesgo que supone, tanto  para los operarios como para la población, la presencia de las centrales nucleares.

Podemos comprender, aunque con las naturales reservas, que la avanzada tecnología con la que cuentan estas centrales, además de las extraordinarias medidas de seguridad –con sofisticados sistemas-, tendría que ser suficiente garantía para disipar las dudas y los temores que, inevitablemente, se han apoderado de nosotros desde hace muchos años. Sin embargo, no podemos olvidar –pues conviene que lo tengamos siempre muy presente, como ejercicio de reflexión- las explosiones encadenadas en la central nuclear ucraniana de Chernóbil, el 26 de abril de 1986, que  provocaron la fuga de grandes cantidades de material radiactivo a la atmósfera,  causando decenas de víctimas mortales e innumerables afectados por la radiación que, todavía en la actualidad, siguen siendo víctimas de sus devastadoras secuelas.

Con lo anteriormente expuesto, además de todo lo que abundantemente se ha publicado sobre esta cuestión, queda sobradamente demostrada la peligrosidad de la producción de energía nuclear –aún considerándola necesaria para garantizar el consumo de electricidad-, por mucho que algunos científicos traten de minimizar los riesgos. Y, por si fuera poco, como problema añadido de muy difícil solución, están los residuos radiactivos y su almacenamiento que, con la cautela a la que me obligan mis precarios conocimientos sobre esta materia, considero de un gran riesgo de impacto radiológico ambiental, cuya magnitud, en gran medida, desconocemos.

Sin ánimo de frivolizar sobre un asunto tan serio, pero tratando de suavizar el anterior tono de catastrofismo; si algún día observamos que, por generación espontánea, tenemos nueva y reluciente dentadura; así como una abundante cabellera en donde hacía bastante tiempo que lucíamos una calva con cierta personalidad, habrá llegado el momento de considerar si la naturaleza humana ha sido capaz de neutralizar los nocivos efectos de la radiactividad y, sólo entonces, podremos desterrar nuestros temores.

(Publicado en la sección "Cartas al director" de "La Voz de Galicia". el 25 de abril de 2008)

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