miércoles, 14 de marzo de 2012

Un hombre excepcional

Por Robert Newport
22 junio 2009


S
e ha ido para siempre, en silencio, pero queda su obra ¡su gran obra social y humanitaria! Su Fundación, su viuda y un numeroso grupo de cooperantes, continuarán la encomiable labor  iniciada por él. Me refiero, naturalmente, a Vicente Ferrer, fallecido el pasado día 19 de junio en Anantapur (India), a la edad de 89 años.

No pretendo descubrir la gran obra realizada por este hombre único, ayudando a los más desfavorecidos, pues es de sobra conocida. Como también lo fue su titánica lucha, enfrentándose a los más poderosos de aquel país, India, en contra de la discriminación, el sufrimiento y la pobreza.

Dicho esto, que no es poco, sin embargo, se echa de menos que, por parte de la jerarquía de la Iglesia Católica, representada por la Conferencia Episcopal Española -que tanto se prodiga últimamente en declaraciones de todo tipo- no haya habido ni una sola palabra, ni un mínimo gesto, hacia este gran humanista español, considerando la ejemplaridad de su vida dedicada a los más necesitados. Una vida que ha sido un acto incuestionable de manifiesta caridad cristiana. Aunque, pensándolo bien, tampoco es necesario. Y no lo es, porque los jerarcas eclesiásticos, en lugar de mirarse en el espejo de este hombre irrepetible,  ejemplo de humildad y generosidad sin límites, se miran el ombligo creyéndose el centro del universo y únicos poseedores de la verdad. Su verdad.

Descanse en paz, Vicente Ferrer. Un hombre excepcional.

(Publicado en la sección "Cartas al director" de "La Voz de Galicia", el 24 de junio de 2009)
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