domingo, 6 de diciembre de 2015

¿Por qué?



Fotomontaje (diariodepontevedra.galiciae.com)





















Por Robert Newport
04 diciembre 2015

Una vez más, el ‘obelisco’ de Vilagarcía vuelve a ser noticia. El Gobierno local, desoyendo la petición y los argumentos de la Asociación en Defensa do Patrimonio de Vilagarcía para que esta columna ornamental volviera a su emplazamiento primigenio, en la actual Plaza de Galicia, decidió que su ubicación definitiva será al final de la calle Alcalde Rey Daviña.

¿Por qué esta decisión unilateral? ¿Por qué ese empecinamiento en instalarlo en ese lugar, cuando, por definición, un ‘obelisco’ o columna ornamental conmemorativa de estas características tiene su ubicación natural en una plaza? ¿Por qué ese abuso de poder, esa prepotencia? ¿Por qué, tratándose de un elemento tan representativo en nuestra ciudad -¡todo un símbolo!-, no se hizo una consulta popular? ¿Por qué? Porque únicamente se acuerdan de los ciudadanos a la hora de conseguir sus votos. Pero los ciudadanos, cuando llega el momento de votar, también tenemos memoria. 

[Publicado en ‘La Voz de Galicia’ (06.12.2015) y en 'Faro de Vigo' (07.12.2015), en la sección 'Cartas al Director']

viernes, 23 de octubre de 2015

¿Por qué un Blog?

Por Robert Newport
22 octubre 2015


En el año 2008, tal vez inducido por un inmoderado afán de protagonismo, decidí crear el Blog personal Newport con la única pretensión de tener un espacio virtual que me permitiera divulgar mis artículos, relatos y cartas, bajo el seudónimo Robert Newport.

Todos los artículos, algunos con un toque de sutil ironía, son el fiel reflejo de las frustraciones, la indignación y el inconformismo que me invaden desde hace mucho tiempo. De manera que, a modo de terapia autoimpuesta, en lugar de asomarme a la ventana o salir al balcón, megáfono en mano, vociferando Urbi et Orbi mi enfado y disconformidad, evidenciando un comportamiento incívico e irracional, he preferido ir dejando ‘silenciosa’ constancia en mi Blog. Cierto es, sin embargo, que mis opiniones, no siempre afortunadas, suelen ser, por lo general, lo que en los últimos tiempos se conoce como políticamente incorrectas. En cualquier caso, se trata de una válvula de escape que, de algún modo, libera la presión anímica originada por los múltiples episodios de corrupción y otras conductas inadecuadas -partidos políticos, instituciones y ‘chiringuitos’ varios-, que han convertido este país en una ‘guarida de ladrones’ con birrete, minando, todavía más, nuestro maltrecho estado de ánimo de sufridos ciudadanos.

La mayoría de los relatos nacieron como una necesidad vital de contar vivencias personales y familiares, únicas e irrepetibles, que reflejan fielmente lo acontecido. Otros, cuyo contenido es totalmente imaginario, podrían calificarse como relatos de ficción. Pero todos, unos y otros, tienen un denominador común: vivencias cotidianas, propias y ajenas, rebosantes de sentimientos y emotividad.

Finalmente, cartas a un amigo imaginario, cuyo contenido de amplio espectro pretende ser una crónica de la actualidad, surgieron con el ánimo de escenificar una relación epistolar ficticia, sin posibilidad de réplica. En ellas, aún sabiendo que no habrá contestación, relato vicisitudes, planteo interrogantes, y manifiesto opiniones, aunque no siempre con acierto. También, frecuentemente, al referirme a los descarados ‘brindis al sol’ de nuestros políticos, evidencio mi enfado con excesiva vehemencia. No obstante, de vez en cuando, procuro añadir alguna pequeña pincelada de humor y, también, cómo no, de sarcasmo.

viernes, 2 de octubre de 2015

Consideraciones personales

01. Parque de la Playa de Compostela (Bancos)

02. Parque de la Playa de Compostela (Bancos)

03. Parque de la Playa de Compostela (Bancos)

04. Parque de la Playa de Compostela (Bancos)



























05. Parque de la Playa de Compostela (Chiringuito)

Por Robert Newport
22 septiembre 2015

Cuando se acometen actuaciones de remodelación de espacios públicos como, por ejemplo, las llevadas a cabo, en su momento, en Vilagarcía de Arousa (Playa y Parque de Compostela, en su conjunto, y en los jardines de Ravella y de la Plaza de España), pueden suponer, en principio, un atentado contra la racionalidad, y una absoluta falta de respeto hacia aquellos que concibieron, proyectaron y ejecutaron estos espacios dedicados al esparcimiento y al descanso de los ciudadanos. Es necesario, incluso indispensable, sumergirse en la obra y en la personalidad del autor para comprender el por qué de la concepción de aquel proyecto. Ello supondrá, sin duda, un ejercicio muy enriquecedor.

Las remodelaciones han de realizarse con humildad y con el máximo respeto al proyecto original, con el fin de no vulnerar el principio de funcionalidad, procurando mantener, en la medida de lo posible, su esencia primigenia. Porque, aunque es cierto que la identidad evoluciona con el progreso, no hay razón alguna que justifique actuaciones anárquicas que no tienen en cuenta la repercusión sobre el entorno.

Cuando se asume una remodelación, del mismo modo que cuando se concibe un nuevo proyecto, ha de tenerse en cuenta que el hombre, como unidad de medida de todo cuanto le rodea, necesita habilitar espacios para vivir y disfrutar, también para descansar, dotándolos de los elementos imprescindibles para tal fin. El hombre se mueve y ocupa un lugar en el espacio, y por ello ha de solucionar problemas volumétricos de distribución de espacios que se ajusten a sus necesidades. Como ser social que es, el hombre no siempre desarrolla su actividad en solitario, sino que, por el contrario, la mayoría de las veces se relaciona con grupos más o menos numerosos. Por ello, es indispensable considerar estos conceptos como auténticos preceptos que, inexcusablemente, hay que respetar.

Decía Teresa Táboas Veleiro (Arquitecta), cuando era Conselleira de Vivenda e Solo de la Xunta de Galicia: “Entiendo que la Arquitectura, como todos los demás ámbitos de la cultura, tiene que ser consciente y respetuosa con su pasado, con la historia, con el patrimonio, con las tradiciones y los símbolos. Y tiene que establecer un diálogo con la sociedad y con el tiempo presente, un continuo proceso de revisión y adaptación”.

La aseveración de la señora Táboas Veleiro, que suscribo en su totalidad, puede extrapolarse a las rehabilitaciones y remodelaciones de los espacios públicos. Parece lógico -y, sin duda, lo es- que todo aquel que interviene en una remodelación pretenda dejar su impronta. Pero, eso sí, ha de hacerlo ma non troppo respetando el concepto que pretendió transmitir el autor del proyecto original. Lo contrario podría considerarse un comportamiento netamente egocéntrico. Y el resultado final, por tanto, amorfo, indefinido, confuso, indiferente.

Hace algún tiempo (18.09.2012), escribí un artículo titulado Remodelación del Parque de la Playa de Compostela (ver fotos), para la Web de Patrimonio Vilagarcía, que transcribo a continuación:

“A los que tenemos cierta edad, nos produce tristeza y desolación, además de cierto sarpullido, comprobar el resultado de la remodelación del emblemático Parque de la Playa de Compostela.

Cuando uno se encuentra ante la antigua verja de aspecto señorial, echa de menos la acogedora presencia de aquellos árboles que, como centinelas del tiempo, nos recibían en posición de firmes. Una vez traspasada la verja, el aspecto del Parque, en su conjunto, nada tiene que ver con el de nuestros recuerdos… ¡Qué impactante decepción!

Al ver los nuevos bancos y su dispersa ubicación, al instante, como un flash –tal vez sería mas apropiado decir ‘fogonazo’-, me imaginé unos bloques de hormigón abandonados al libre albedrío, aquí y allá, sin orden ni concierto. Pero, claro, les faltaba ‘encanto’. Es decir, tenían poco “glamour”. ¡Eureka! ¡Cómo no se nos había ocurrido antes! El ingenio y la improvisación, facultades en las que somos únicos e insuperables, obraron el milagro: un postizo armazón de madera, a modo de respaldo, y unas luces “galácticas” empotradas… ¡Qué despropósito! 

¿Dónde quedó el concepto de configuración anatómica, regla de oro en el arte del diseño, para que un asiento cumpla la función para la que fue creado? Estos bancos de hormigón, paralelepípedos cuasi perfectos, de aristas cortantes y vértices puntiagudos, es incuestionable que se ajustan al más puro concepto de cuerpo geométrico. Sin embargo, no están diseñados anatómicamente para proporcionar descanso y comodidad.

En definitiva, los citados bancos y el ‘chiringuito’, cuyo diseño simplista los convierte en unos elementos extraños que no se integran mínimamente en el entorno, considero que son un despropósito cuyo coste económico pagamos todos”.

sábado, 26 de septiembre de 2015

El horror del éxodo










Por Robert Newport
25 septiembre 2015

Las condiciones de vida de muchos pueblos y ciudades de África: hambre, miseria, enfermedades, muerte prematura y guerra, obligan a sus habitantes a iniciar un viaje desesperado, de varios años de duración, en busca de una vida mejor para ellos y para sus familias. Un viaje que les parecerá eterno -a veces sin retorno-, plagado de dificultades, de riesgos constantes y en el que, en muchos casos, la muerte se cruza en su camino. Hombres y mujeres, todos ellos jóvenes y fuertes -han de serlo para poder resistir-, cuyas familias malvenden lo poco que tienen para ayudarles a superar económicamente las primeras etapas de una peregrinación hacia un destino incierto.

Durante ese largo viaje de jornadas interminables, los hombres realizan trabajos diversos para subsistir y poder hacer frente a los gastos de transporte. Las mujeres, siempre en inferioridad de condiciones, tienen más dificultades a la hora de encontrar trabajos que les permitan salir adelante, por lo que, en muchos casos, se ven obligadas a prostituirse. Esta es la explicación de que, aquellas que lo consiguen, lleguen con hijos recién nacidos o de muy corta edad.

Una vez que logran llegar a nuestro país -Islas Canarias o la costa de Andalucía, principalmente-, reciben atención médica y alimentos, pues su lamentable estado de salud evidencia síntomas de hipotermia, deshidratación y desnutrición. Hay que reconocer que los equipos de socorro y la Guardia Civil realizan una gran labor humanitaria que, en ocasiones, se ve desbordada por las grandes avalanchas en espacios de tiempo muy cortos.

La desesperación, la impotencia, el miedo, las persecuciones y el horror de la guerra, están siempre detrás de las migraciones hacia países de Europa en los que esperan hallar una vida mejor. Luego, tristemente, se encuentran con una realidad muy distinta. En su huida desesperada, dejan atrás familia, hijos, amigos... Vidas rotas por la sinrazón. Huyen de la espada de Damocles que pende, permanentemente, sobre sus cabezas. Pero ¿quiénes son los responsables de que se produzcan estas situaciones? Los dictadores que masacran al pueblo mientras ellos y sus familias viven rodeados de boato y francachela. Pero también tienen su parte de responsabilidad los gobiernos de naciones poderosas que consienten esos desmanes por meros intereses económico-comerciales. Y, en lugar de intervenir -como hicieron, sin justificación, en otros países-, miran hacia otro lado.

Dice un proverbio chino: ‘Cuando el dinero habla, la verdad calla’. Pues eso. ¡Una vergüenza!

Por si esto no fuera suficiente, surge un nuevo escenario que dura ya cinco largos años: el conflicto bélico de Siria. Y, también, nuevos actores: los refugiados que esperan ser acogidos en países de la Unión Europea. En principio, en el plazo de dos años, entre los Estados miembros se distribuirán 120.000 asilados procedentes de Grecia e Italia, territorios que han registrado un mayor número de llegadas.

La prensa, como no podía ser de otra forma, se hace eco de esta situación desesperada. Así, en La Voz de Galicia (19.09.2015), se puede leer: “Y ahora, ¿adónde nos llevan? Era la pregunta que se hacían ayer en medio de una gran confusión y angustia cientos de refugiados que, en lugar de llegar a Zagreb, como creían, acabaron en el paso fronterizo húngaro de Beremend. Los Balcanes se ha convertido en una ratonera para los desplazados, que son desviados de un país a otro, dejando en evidencia la falta de estrategia europea ante la mayor crisis migratoria en siete décadas”.

Este conflicto armado (guerra civil) tiene su origen en la corrupción, en la pobreza, en la violación de los derechos humanos, en la injusticia y en la desigualdad. La historia se repite, una y otra vez. Y en mi opinión, el horror del éxodo se parece cada vez más a una condenación bíblica. 

Así las cosas, nos encontramos ante un conflicto que crea una situación difícil de controlar, y que pone a prueba la capacidad de reacción y la eficacia organizativa de la Unión Europea y de los países miembros.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Recordando en Otoño






Por Robert Newport
30 agosto 2015


El Servicio Meteorológico, a través de la radio y la televisión, había alertado a la población de la llegada de una fuerte borrasca con vientos huracanados que, procedente del Atlántico, entraría por el noroeste peninsular.

La lluvia golpeaba con insistencia los cristales de las ventanas del salón. Y el viento, que arreciaba por momentos, hacía que las ramas de los árboles del jardín se agitaran enloquecidas. Anocheció antes de lo habitual en aquella época del año. En la costa atlántica, el atardecer del otoño languidece lentamente, resistiéndose a ceder su lugar a la inevitable oscuridad de la noche.

Aquella borrasca empezaba a descargar toda su furia con la llegada de la noche. El viento soplaba con gran violencia, empujando el torrente de lluvia contra los cristales que parecían estar a punto de estallar. El ruido era ensordecedor. Y el fluido eléctrico, parpadeante, amenazaba con dejar a oscuras aquella pequeña casa solariega que William Cooper y Carmen de la Rúa, su esposa ya fallecida, habían adquirido y rehabilitado.

William y Carmen se conocieron en Inglaterra a través de un amigo común. Él, de nacionalidad británica, era ingeniero civil. Ella, diseñadora de moda femenina, había nacido en España. Estuvieron felizmente casados 42 años. No tuvieron hijos. Cuando ambos se jubilaron, decidieron fijar su residencia en un pueblo costero de la Galicia atlántica, donde ella había nacido, en el que solían pasar las vacaciones de verano desde hacía más de diez años. Tristemente, Carmen falleció dos años después de instalarse en su nuevo hogar.

Hacía un buen rato que se había ido la luz. Y en aquella estancia, la más grande de la casa, presidida por un gran cuadro de la señora Cooper en todo su esplendor, los leños de roble que ardían en la chimenea chisporroteando alegremente, desprendían un cálido resplandor. El temporal se encontraba en su momento álgido, y el rugido del viento era sobrecogedor. La lluvia continuaba golpeando con fuerza los cristales, cuyas gotas escarchadas revelaban un brusco descenso de la temperatura en el exterior. Los quinqués de petróleo fueron la única fuente de luz durante aquella larga noche de tempestad.

El otoño era la estación preferida de Mr. Cooper. Él, que poseía una gran sensibilidad, aseveraba que el otoño, como transición entre el caluroso verano y el frío invierno, modera la intensidad de la luz sobre los árboles de hoja perenne y sobre los arbustos, en un cromatismo contenido, adquiriendo equilibrados matices verdes imposibles de apreciar con la intensa luz de la primavera.

Aunque no lo manifestaba abiertamente, William tenía predilección por los días lluviosos y fríos del otoño. Estar en el confortable salón al calor de la lumbre, protegido del frío reinante en el exterior, escuchando el tintineo del agua contra los cristales de las ventanas, representaba para él una inagotable fuente de inspiración. También de profunda nostalgia, recordando a la que había sido su esposa y compañera durante tantos años. Por ello, aquella noche, cuando el fuerte viento provocó la caída de una torreta del tendido eléctrico y tuvo que alumbrarse con la tenue luz de los quinqués, sintió la necesidad de escribir sus memorias...

Decidió que contaría su vida, remontándose hasta donde alcanzaban sus recuerdos. Empezó ojeando los álbumes familiares que había sobre la mesa camilla del salón. Y así, imagen tras imagen, a la íntima luz del quinqué, fue evocando escenas familiares entrañables e irrepetibles, felices y divertidos juegos infantiles, viajes a lugares inolvidables... Momentos vividos con gran intensidad. Y, también, su formación académica: la escuela de enseñanza primaria, el instituto, la universidad, el proyecto fin de carrera, el doctorado... Había nacido en Leicester (Inglaterra), y se doctoró en Ingeniería Civil (Civil Engineering) en Londres. Intervino en proyectos de gran relevancia en el ámbito de las Obras Públicas, y participó muy activamente en la construcción de algunos de los más representativos viaductos del Reino Unido, en los que aplicó las innovadoras técnicas constructivas que había defendido en su Tesis Doctoral.

Carmen de la Rúa (Mrs. Cooper), por su parte, se graduó en Diseño de Alta Costura (Fashion Design) en el distrito londinense de Shoreditch. En su Currículo profesional, además de la formación académica, constaban las certificaciones de haber trabajado con diseñadores de reconocido prestigio en el Reino Unido, con los que adquirió experiencia y conocimientos que le permitieron emanciparse y crear su propia empresa. Fue una tarea ardua, un camino espinoso... Al fin, aunque con muchas dificultades -siempre surgen cuando se afronta un nuevo proyecto-, logró abrirse paso en el competitivo mundo de la Moda -esa ‘jungla’ de diseños, telas y costuras-, llegando a alcanzar gran notoriedad y prestigio. Sus cotizados diseños de vanguardia, presentes en las más prestigiosas pasarelas, gozaban del beneplácito incondicional de un selecto sector de la sociedad  londinense. Su firma comercial, ‘De la Rúa, llegó a obtener el acreditado sello Distinction & Elegance.
  
Con gran entusiasmo, William, que ya había cumplido los 71 años de edad, se entregó en cuerpo y alma a la preparación de aquel libro sobre su vida. Escribía sin tregua, revisaba, tomaba notas, corregía una y otra vez... La climatología continuaba siendo adversa, lo que le permitía una mayor dedicación a aquel proyecto autobiográfico en el que, además de su vida personal y familiar, que iba desde la infancia hasta el momento presente, también incluía varios capítulos sobre su vida profesional y la de su esposa.

Después de once meses de intenso trabajo, Mr. Cooper concluía su libro de memorias. No había sido fácil recopilar la documentación necesaria para la confección del libro, habida cuenta de que, por deformación profesional, William no dejaba nada al azar. Era un perfeccionista, muy exigente consigo mismo y, en cierto modo, también un inconformista. Ya sólo faltaba elegir el título. Había barajado varias opciones, pero las descartó por considerarlas excesivamente ostentosas y redundantes. Definitivamente, decidió titularlo ‘Recordando en Otoño’.

Como si se tratara de un acto de fe, inició una peregrinación por todas las editoriales del país. Pero fue un intento vano. Su historia no interesaba. Y William, resignado y aceptando el fracaso, mandó encuadernar cuidadosamente aquel manuscrito que, dentro de un estuche de madera de teca con cantoneras de plata, hecho a medida, guardó bajo llave en un cajón de su mesa de despacho. Definitivamente, parecía destinado a dormir allí el sueño de los justos. Nunca sabremos si alguien llegó a despertarlo...

En los últimos años, William pasaba muchas horas en aquel despacho, aferrado a sus recuerdos. Las paredes, con la única excepción del muro de piedra en el que se ubicaba la ventana, estaban revestidas con paneles de madera de caoba (mahogany  panelling), al más puro estilo inglés, que hacían de aquella estancia un lugar muy confortable. La librería, en cuyos anaqueles destacaban algunos volúmenes lujosamente encuadernados, cubría la totalidad de la pared en la que estaba la puerta. Una vitrina, situada enfrente de la mesa de despacho, adosada a la pared entre dos armarios bajos, contenía metopas y distinciones de reconocimiento profesional de Carmen y William. Detrás de la mesa, cubriendo toda la superficie de la pared, un gran armario alojaba el archivo con carpetas colgantes, gavetas extraíbles, anaqueles y cajones de diversos tamaños, y la caja fuerte convenientemente disimulada. Finalmente, la mesa de despacho, de estilo clásico, con dos bloques de cajones, uno a cada lado, destacaba por su robustez y esmerado acabado. Sobre ella, además del ordenador portátil, el teléfono y los accesorios propios de escritorio, había dos marcos de plata idénticos, siempre lustrosos, situados uno en cada extremo. El de la derecha enmarcaba una fotografía de Carmen, radiante, con su eterna y juvenil sonrisa. Y el de la izquierda, un pergamino en el que, impreso en exquisita tipografía, se podía leer el siguiente pensamiento poético:


                                           
Pasaron los años... Y cuando la luz tamizada del otoño volvía a moderar el verdor del bosque, William Cooper, pronunciando débilmente el nombre de su esposa, exhalaba el último aliento de vida en aquella pequeña casa solariega que miraba al Atlántico desde el Reino de Breogán. In memoriam.


(Relato imaginario. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia)



(Publicado el 17.09.2015 en la Web de Patrimonio Vilagarcía)



jueves, 20 de agosto de 2015

Ravella en 'stand by'




Por Robert Newport
16 agosto 2015

Las cinco fuerzas políticas que componen la corporación municipal del Concello de Vilagarcía (PSOE, PP, Esquerda Unida, BNG y Somos Maioría), continúan sin ponerse de acuerdo sobre la cuestión organizativa municipal. Asuntos como salarios, liberaciones y cargos de confianza, siguen siendo los escollos que impiden al Gobierno municipal adjudicar las áreas de responsabilidad.

Por otra parte, el principal partido de la oposición (PP), mostrando una más que evidente ambición de poder, propone ahora formar una coalición (PSOE-PP), para una gestión compartida. ¡Lo qué hay que oír!

Así las cosas, me pregunto si este tira y afloja, que ya dura dos largos meses, persigue optimizar la operatividad política municipal o se debe, en realidad, a un desaforado afán de protagonismo y notoriedad de nuestros políticos locales. Tanto es así, que los leones de piedra que flanquean la entrada del Concello, cuando los ven llegar, se miran de soslayo y esbozan una burlona sonrisa de complicidad.



(Publicado en 'Faro de Vigo' (18.08.2015), en la sección 'Cartas al Director')

jueves, 6 de agosto de 2015

El Obelisco de la Plaza de Galicia


Por Robert Newport
03 agosto 2015

Sabemos que el obelisco es un monumento religioso o conmemorativo que, esencialmente, consiste en una columna troncopiramidal, de sección cuadrada, coronada por un pináculo en forma de pirámide, que se alza desafiante hacia el cielo.

Los egipcios lo erigían en honor de ‘Ra’, el dios Sol. Algunos autores incluso le otorgan al obelisco la representación fálica de la energía masculina... El emblemático obelisco erigido en la Plaza de la Concordia de París, que es gemelo del que se encuentra en Egipto frente a la fachada del templo de Luxor, está realizado en granito rosa de Asuán, y mide 23 metros.

Otro obelisco relevante es el monumento a George Washington (Washington, DC), cuyas caras están perfectamente alineadas con los cuatro puntos cardinales. Realizado en mármol, granito y piedra arenisca, mide poco más de 169 metros.

Dicho esto, podemos concluir que el incorrectamente denominado ‘obelisco’ de la otrora Plaza de la República -posteriormente Plaza de Calvo Sotelo, y en la actualidad Plaza de Galicia- en Vilagarcía, no es sino una columna monumental (conmemorativa). También es erróneo llamarlo monolito, puesto que no se trata de un monumento de piedra de una sola pieza. En cualquier caso, lo conocemos desde siempre con ese nombre, y así figuraba en tarjetas postales y documentos gráficos de la época. 

No voy a detenerme en el origen, ni en el significado, ni siquiera en el análisis simbólico del ‘obelisco’. Únicamente me hago eco, toda vez que se ha desmontado y retirado de la Plaza de la Constitución, de los que opinan que debe regresar a su emplazamiento primigenio, en la actual Plaza de Galicia, cuya base de asentamiento se ha ejecutado recientemente. No faltan voces que se alzan en contra de ese traslado -como corresponde a una sociedad avanzada, con opinión plural-, esgrimiendo razonados argumentos que merecen todo el respeto, naturalmente, pero que no son compartidos por todos.

Los detractores, en un alarde de sarcástica intencionalidad, se preguntan si los partidarios del cambio de emplazamiento fundamentan su reivindicación en la memoria histórica o en la nostalgia. Si, basándose en esos conceptos, habría que rescatar el busto de Calvo Sotelo, tendría que reconstruirse la fuente luminosa que sustituyó al ‘obelisco’, trasladar la fuente-estanque de la Plaza de España a su ubicación original en los jardines de Ravella, devolver a la Plaza de la Independencia la fuente de la Plaza de Martín Gómez Abal, devolver los leones del Ayuntamiento a la entrada del Bosque de Desamparados... ¡Qué despropósito!

El ‘obelisco’ es todo un símbolo en sí mismo, como lo fueron, en su momento, el Muelle de Hierro o el Balneario de la Concha. Aquéllos, que tuvieron una gran presencia y especial relevancia social y comercial en la Vilagarcía de entonces, se desvanecieron en las nieblas del tiempo. Pero esta pétrea columna ornamental coronada por un reloj con cuatro esferas luminosas, continúa desafiando al tiempo y, en cierto modo, también al espacio. Por todo ello, haciendo un ejercicio de tolerancia y sana convivencia, hemos de considerarlo un símbolo popular totalmente acromático -carente de color político-, en blanco y negro como todo transcurría en la época en la que fue erigido. Los que nacimos en la primera mitad del siglo XX, ‘cosecha’ de los años 40 -que peinamos canas desde hace mucho tiempo, o que ya no tenemos ni canas que peinar-, recordamos que, del mismo modo que lo hacían nuestros mayores, siempre nos referíamos a la Plaza de Calvo Sotelo (hoy, Plaza de Galicia), como Plaza del Obelisco. Era la denominación popular del enclave en el que, como centro neurálgico urbano, confluían -confluyen- las principales arterias del entonces pueblo, hoy ciudad. 

Hemos de reconocer, no obstante, que uno de los razonados argumentos de los detractores podría considerarse, con las naturales reservas, una acertada reflexión: “...instalar el ‘obelisco’ puede suponer, incluso, un atractivo e indeseado riesgo para los jóvenes, y no tan jóvenes, aficionados al alpinismo urbano”.

Si careciéramos de la capacidad necesaria para valorar y respetar aquellos elementos de la arquitectura monumental que conforman el mobiliario urbano de una ciudad, nuestro comportamiento no se correspondería con el de una sociedad evolucionada, moderna y progresista, y estaríamos asistiendo, lamentablemente, a una gradual y preocupante involución, social y humana -desbaratando así las teorías de Darwin-, que nos llevaría de nuevo a encaramarnos a los árboles para balancearnos colgados de sus ramas...

Con el retorno del emblemático ‘obelisco’ a su emplazamiento primigenio, lograríamos fusionar el pasado y el presente, en una simbiosis perfecta, proyectando hacia el futuro nuestra ciudad, que antes fue pueblo.


(Publicado el 06.08.2015, en la Web de Patrimonio Vilagarcía)




jueves, 23 de julio de 2015

Deberes del chauffeur en los albores del S. XX










Por Robert Newport
22 julio 2015 

En un arranque de curiosidad retrospectiva, volví a ojear los tres libros sobre Mecánica del Automóvil y Cálculos de Taller -editados  en 1922- que, como ya dejé constancia en otros escritos personales, pertenecían a mi abuelo. Me los regaló cuando yo estudiaba bachillerato en el otrora Instituto Laboral (Centro de Enseñanza Media y Profesional de Villagarcía de Arosa), y los conservo con gran cariño. Se trata de ediciones profusamente ilustradas, con fotografías y dibujos que facilitan la comprensión de las materias que contienen. El lenguaje utilizado, que sorprende por su sencillez y contundencia, en ocasiones reiterativo en exceso, corresponde al inconfundible estilo retórico de la época.
      En la siguiente transcripción, correspondiente al libro titulado MANUAL PRÁCTICO DEL AUTOMOVILISTA Y DEL PILOTO AVIADOR, se aprecia la estricta observancia de las normas de comportamiento que, en aquella época, se le exigía al profesional del automóvil o chauffeur.
                  
Los mecánicos automovilistas.- Todos los propietarios de coches automóviles saben muy bien cuán difícil es encontrar un buen mecánico, lo cual se explica fácilmente si se consideran las numerosas y variadas cualidades que dicho empleado debe poseer: habilidad y prudencia para conducir el vehículo; conocimiento perfecto de todos los mecanismos; cultura y diligencia; método para atender a la conservación de los mecanismos y para evitar los incidentes de viaje y las paradas imprevistas, o cuando menos para prevenir las consecuencias; pericia mecánica y habilidad manual para ejecutar las reparaciones que puedan ser necesarias durante un largo viaje, y especialmente, destreza para llevar a cabo estos trabajos con los elementos de que se dispone en lugar despoblado o a lo menos (sic) en una herrería rural. Además de estas cualidades profesionales, necesita poseer otras, tan importantes como las primeras, como son la robustez y la resistencia contra el cansancio, paciencia, docilidad y trato afectuoso, sin hablar de la honestidad, indispensable en todas las profesiones.
En la elección de un mecánico es indispensable substraerse al deseo de realizar una pequeña economía en el pago de sus servicios, que podría traducirse en un fuerte aumento en el gasto final, y considerar siempre que al mecánico automovilista se le confía una máquina complicada y costosa, y que la impericia del mismo puede ocasionar la destrucción de ésta.
Al contratar un mecánico automovilista, deberá atenderse principalmente a unas u otras de sus cualidades según el uso que se haga del automóvil; los que hacen guiar su automóvil por el chauffeur deberán atender en primer lugar a su habilidad como conductor, mientras que los que tienen por costumbre guiar por sí mismos el automóvil, atenderán principalmente a su pericia mecánica y habilidad manual.
En todo caso, esta elección, siempre difícil, queda facilitada con la creación de las cátedras de Automovilismo en las Escuelas Industriales y de Artes y Oficios, que proveen a sus alumnos de certificados o diplomas de aprovechamiento, los cuales deben ser tenidos en cuenta para juzgar la pericia del chauffeur.
Observemos también que, si bien no está prescrito en nuestras leyes, conviene que el mecánico sea asegurado contra los accidentes que puede sufrir en el ejercicio de su profesión.
Es muy conveniente que las relaciones entre el propietario del automóvil y el mecánico conductor queden bien determinadas por un contrato escrito y firmado, a ser posible, por ambas partes contratantes; en este contrato convendrá hacer constar los documentos que presenta el mecánico para comprobar su pericia y buena conducta, la duración del contrato y de sus prórrogas, el sueldo estipulado y la forma de pago del mismo, las horas que puede durar el servicio ordinario y la forma en que debe prestarse el servicio extraordinario, las obligaciones del mecánico, la responsabilidad del mismo en el caso de infracción de las ordenanzas relativas a la circulación de vehículos, las condiciones del seguro contra accidentes, etc., etc.

Modo de presentarse el chauffeur ante el propietario del automóvil y ante el público.- Se lamenta generalmente la presentación poco urbana de los mecánicos conductores de automóviles; y este hecho constituye una verdadera plaga del automovilismo. Conviene mucho que los mecánicos conductores cuiden de presentarse con modales urbanos, propios de todo hombre bien educado, guardando en todas las ocasiones una actitud correcta, tanto frente al propietario del automóvil como si ha de presentarse ante el público a causa de cualquier accidente desgraciado.
El mecánico conocedor de sus deberes, manteniendo siempre la calma y la serenidad indispensables para manejar con acierto y seguridad la máquina que le está confiada, no se arrepentirá nunca de haberse presentado con docilidad y seriedad. Este comportamiento evitará casi siempre toda clase de rozamientos.
La presentación dócil y respetuosa, como de persona perfectamente conocedora de sus deberes, tiene también la ventaja de hacer que pasen desapercibidos ciertos errores que todo mecánico, por muy práctico que sea, puede cometer.
Recomendamos pues a todos los que quieren iniciarse en el oficio de mecánico conductor de automóviles o chauffeur, que pongan la mayor prudencia en prevenir los numerosos peligros que representa el automovilismo, y que recuerden en todo momento la responsabilidad que implica el disponer de la vida de todas las personas transportadas; que se atenga siempre escrupulosamente a las reglas más generales de la urbanidad para con los pasajeros y para con el público, digno en general de mayor respeto del que le guardan la mayor parte de los automovilistas.
En muchos casos, el mecánico automovilista puede realizar acciones de gran utilidad pública, ya sea socorriendo a otros automovilistas que halle parados en la carretera por haber sufrido alguna avería el automóvil en que viajan, ya prestando los auxilios que aconseja la Ciencia y exige el amor que debemos a nuestros semejantes a todo aquel que haya sido víctima de algún accidente desgraciado.
Obrando de este modo, el mecánico conductor tendrá la satisfacción no sólo de acreditarse como hombre de buenos sentimientos y cumplidor de sus deberes, sino que también hará honor a su principal, del cual merecerá la estimación más sincera e incondicional.

Higiene del automovilista.- En automovilismo son bastante frecuentes las afecciones de la piel ocasionadas por la insolación o por la helada, y en ambos casos pueden ser de utilidad las unturas con grasas consistentes.
Para lavarse las manos conviene emplear jabones a la glicerina, y para combatir el sudor abundante de las manos pueden lavarse diariamente con timoformo disuelto en mucha agua de fuente.
Los baños completos con agua tibia tienen acción sedativa. En ningún caso conviene emplear, para baños y duchas, agua a temperatura inferior a 8º.
Las duchas se dan en forma de lluvia, teniendo la cabeza cubierta con una gorra de tela impermeable, y su duración debe ser de 15 a 25 segundos; la temperatura del agua debe ser superior a 8º y la presión de 15 metros como máximo, o sea, de una atmósfera y media aproximadamente. Las duchas son excitantes enérgicos, pero conviene que su duración no sea excesiva.
Después de tomar un baño o una ducha, debe procurarse siempre activar la circulación de la sangre por medio de fricciones suaves o haciendo algunos ejercicios.
Con respecto a la higiene de los ojos conviene observar que el frío, el sol, el polvo y los cuerpos extraños, y especialmente los pequeños insectos que siempre están volando por las capas inferiores de la atmósfera, son otros tantos enemigos.
El aire que choca contra el rostro del automovilista, produciendo casi siempre una impresión agradable, origina un enfriamiento de los ojos cuya consecuencia inmediata es la irritación de las mucosas del ojo y la inflamación de las mismas. Si a la acción del frío se añade la del polvo de la carretera, que es el inconveniente más común y más grave, la inflamación del ojo llega a constituir una enfermedad.
Las gafas protectoras deben adaptarse perfectamente a la cara, ser impermeables al polvo y al agua y quedar bien sujetas cuando se han colocado en la posición conveniente. El vidrio de dichas gafas ha de ser homogéneo y límpido, y deben construirse de modo que pueda aprovecharse todo el campo visual.
Las gafas de automovilista deben permitir además la renovación del aire que rodea al ojo, para evitar su irritación.
El automovilismo en general, y más particularmente las excursiones ordenadas en automóvil, hacen desaparecer la tos y el insomnio, aumentando notablemente el apetito en las personas tuberculosas. A los neurasténicos pueden recomendárseles los paseos en automóvil, que en general suprimen el insomnio a causa de que el oxígeno del aire penetra en mayor cantidad en los pulmones. Los asmáticos, durante las excursiones en automóvil ven calmada su dolencia como por encanto, a causa de la continua renovación del aire originada por la marcha veloz del vehículo.


(Publicado el 22.07.2015, en la Web de Patrimonio Vilagarcía)






viernes, 17 de julio de 2015

Relato de un trabajador en paro (Revisión 2015)




Por Robert Newport
30 noviembre 2008

Aquel 22 de septiembre de 1995, quedó grabado en tu memoria como un tatuaje neuronal. La empresa en la que has trabajado durante treinta y dos años, se declara en suspensión de pagos e inicia el expediente de regulación de empleo (ERE), que es la antesala del cierre definitivo.

Y así, casi cuatro meses más tarde -11 de enero de 1996-, llega la rescisión del contrato laboral por quiebra, y el tan temido cierre.  Es el final de una empresa que, con muchos años de historia y reconocido prestigio, nacional e internacional, deja en la calle a 130 trabajadores que, ante una situación desconocida para ellos, se encuentran desorientados y sin saber muy bien qué hacer.

A partir de ese momento, con el Comité de Empresa y el Sindicato correspondiente como representantes válidos de los trabajadores, se inicia una larga serie de asambleas informativas sobre las gestiones encaminadas a encontrar un empresario que esté dispuesto a hacerse cargo de la empresa y de la totalidad de la plantilla.

Dos largos e interminables años de gestiones con empresarios y con las administraciones públicas –sin obtener resultado positivo alguno-, unidos al cansancio, la desesperación y el desánimo, fraguaron las discrepancias, las sospechas y las acusaciones -más o menos fundadas- que, lamentablemente, acabaron en una escisión en la plantilla y el posterior abandono de una parte de los trabajadores.

Pasaste a formar parte de los que claudicaron, y te enfrentaste a una nueva situación, tan desconocida o más que la anterior, en solitario. Tú y tus circunstancias… ¿Dónde estaban los que te llamaban por teléfono para pedirte favores relacionados con la empresa o a título particular? ¿Dónde estaban los antiguos compañeros de trabajo con los que siempre has tenido una fluida relación telefónica o epistolar, y que ocupaban cargos importantes en otras empresas? ¡Dónde estaban…!

“Amigos verdaderos son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados”. (Demetrio de Falerea)

¡Qué soledad…! ¡Qué tristeza…!  Pero te quedaba lo más importante: tu esposa y tus hijos. También un par de buenos amigos. No necesitabas más.

Ante esta nueva etapa de tu vida, y con un horizonte que no te permitía ser optimista, preparas tu currículo y lo envías a todas las empresas en las que consideras que pueden interesar tus servicios y, al mismo tiempo, insertas un anuncio en un diario de ámbito comarcal que, amablemente y de forma gratuita,  publican durante un año.

El tiempo va transcurriendo y, salvo encargos esporádicos, las ofertas de trabajo no llegan. Pero, un buen día, te llama una ex compañera de trabajo –también en paro, como tú-, y te facilita el teléfono de una empresa local, que necesita un profesional de tu especialidad. Tenían buenas referencias de tu profesionalidad; incluso la edad no suponía ningún inconveniente. Pero sí era condición indispensable acreditar el dominio de un programa informático que, lamentablemente, tú desconocías. No estabas preparado. No pudo ser.

De nuevo la autoestima por los suelos y el hundimiento moral, te conducen a recluirte en casa y salir lo mínimo indispensable, aunque te mostrabas siempre -o casi siempre- con buen semblante, sin dejar traslucir tu bajo estado de ánimo.

Pasaron los meses -también los años-, y llega el mes de agosto de 1999  en el que, a través de un conocido, contactas con una pequeña empresa familiar y comienza una nueva etapa de tu vida profesional, que te permite desarrollar tu actividad en casa, aunque, eso sí, con una frecuencia intermitente.

Cumples los 60 años -¡caray, qué mayor eres!-, te jubilas anticipadamente -con la repercusión económica que ello conlleva- y, aunque no te consideras ni te sientes mayor, pasas automáticamente a la categoría social de “pensionista”. ¡Menuda faena!

Sigue transcurriendo el tiempo, implacablemente, y hoy cumples 65 años  -¡qué ya son años!-, pero  continúas con ganas de hacer cosas y mantienes el espíritu joven que, a estas alturas de la vida y a pesar de las adversas circunstancias vividas, es todo un triunfo y también, por qué no decirlo,  una gran satisfacción.

Han transcurrido ya 13 años desde aquella regulación de empleo y, exceptuando los dos años siguientes de gestiones infructuosas, no has vuelto a acercarte por la empresa que, actualmente en manos de nuevos propietarios, funciona a pleno rendimiento. Sin embargo -y esto es lo triste-, todavía sueñas con ella casi a diario -no en vano has pasado allí más de 30 años de tu vida-, pero, curiosamente, en esos sueños sólo aparecen las situaciones complicadas, en las que los problemas profesionales te desbordaban y vivías en un permanente estado de tensión.  Vuelven los fantasmas del pasado. No son simples sueños, son verdaderas pesadillas.

Todos esos años de frenética y desbordante actividad, te han permitido crecer profesionalmente. Has tenido la fortuna de trabajar con excelentes profesionales, además de buenos compañeros y mejores personas -aunque, tristemente, siempre hay la excepción que confirma la regla-, que te han transmitido conocimientos que hoy forman parte de tu bagaje profesional.

Has viajado por España y el resto de Europa, y ello te ha permitido conocer nuevas empresas y colaborar con técnicos de gran valía (ingenieros españoles, belgas, británicos y portugueses) que, sin duda, contribuyeron a mejorar tu formación como profesional y, también, como persona.

Toda esa experiencia acumulada no has tenido la oportunidad de demostrarla plenamente. ¡Ya es usted muy mayor!, te decían. No obstante, todos los conocimientos adquiridos a lo largo de tu vida profesional -y muchos más que irás adquiriendo, estoy seguro-, tendrás ocasión de transmitirlos cada día en tus relaciones personales y profesionales, que ayudarán a los que estén realmente interesados. Al mismo tiempo, seguirán dando sentido a tu vida y te proporcionarán una gran satisfacción personal. ¡Buena suerte!

“Si te sientas en el camino, ponte de frente a lo que aún has de andar y de espaldas a lo ya andado”. (Proverbio chino)


(Texto revisado el 17 de julio de 2015)



domingo, 12 de julio de 2015

Batiburrillo político



Por Robert Newport
10 julio 2015

Los resultados de las pasadas elecciones municipales y autonómicas han sido de lo más variopintos. Las formaciones -algunas de nuevo cuño- que salieron elegidas en ayuntamientos y comunidades autónomas para gobernarnos durante los próximos cuatro años, no todas tienen decidido con quién van a pactar. Y es que también en esto predomina la ley de la oferta y la demanda: si me ofreces tal o cual área de poder, formo Gobierno contigo. De lo contrario, ahí te quedas, más solo que la una, gobernando en minoría y recibiendo palos de un lado y de otro. Y en esas están. Y no sólo en los ayuntamientos y comunidades. También existe un tira y afloja para presidir las diputaciones. Todo es un vergonzoso y descarado chantaje, vendiendo sus conciencias al mejor postor, anteponiendo los intereses particulares y partidistas, ignorando los de los ciudadanos que les han votado. ¿Dónde queda la vocación de servicio público que se le supone a los que se dedican a la política?

Por otra parte, no sólo se forman coaliciones entre formaciones del mismo o parecido color político. Por conseguir una parcela de poder son capaces de pactar con formaciones manifiestamente antagónicas, que, salvo excepciones, más tarde o más temprano, acaban tirándose los trastos a la cabeza.

Conceptos como dignidad, coherencia, ideología, honestidad, honradez... parece que han quedado anticuados. Y los ciudadanos, en nuestra ingenuidad, seguimos sin querer enterarnos.


[Publicado en 'Faro de Vigo' (11.07.2015) y en 'La Voz de Galicia (11.07.2015), en la sección 'Cartas al Director']

miércoles, 17 de junio de 2015

El resplandor (Revisión 2015)




Por Robert Newport
11 febrero 2009

¡No es posible! Gritaba Alex, desesperado. ¿Cómo había llegado hasta allí? No se veía nada alrededor, y el horizonte, que se le antojaba muy lejano, era una línea en la que, difuminados, se unían el cielo estrellado y el paisaje desértico. No existía nada más.

Torpemente, Alex comenzó a caminar en línea recta hacia aquel horizonte tan lejano como enigmático. Portaba una deslucida mochila con alimentos envasados al vacío, y una cantimplora llena de agua. ¡Qué situación tan absurda e incomprensible!

Caminó durante horas, y el paisaje no cambiaba. Sólo arena amarillenta que levantaba grandes nubes de polvo a su paso. Estaba bañado en sudor, y la lengua se le antojó más gruesa. Cogió la cantimplora, bebió con ansiedad y siguió caminando. El aire era caliente y el sol empezaba a asomarse por la derecha, lo que indicaba que Alex iba en dirección norte. Llevó la mano al bolsillo exterior de la vieja mochila, y dentro de una funda de piel había un manoseado papel plegado: un mapa, que Alex desplegó muy excitado. No entendía aquella cartografía. A pesar de la impecable impresión tipográfica, aquellos signos no se correspondían con ningún alfabeto conocido –Alex era un erudito y un políglota-, y no conseguía saber qué lugar representaba. Aquello no tenía ningún sentido. Estaba a punto de volverse loco. De pronto, a pesar de la claridad del día, en el horizonte empezó a brillar una luz intensa, deslumbrante, que avanzaba hacia él a gran velocidad. ¿Qué podrá ser? Se preguntaba Alex con asombro. Tal vez, con miedo. Un miedo que se iba apoderando de él a medida que aquel resplandor se acercaba. Aquella claridad cegadora, acompañada de un rugido ensordecedor, inundaba todo el desierto. Alex miraba a ambos lados, intentando escapar. ¿Pero hacia dónde? Imposible evitar aquel extraño fenómeno. ¡Ya está aquí! ¡Dios mío! ¡Socorro! ¡Socorro!

El día era espléndido. Y el sol, a través del resquicio de la contraventana, acariciaba la piel de Alex iluminando su rostro.

¡Bip, bip! ¡Bip, bip! ¡Bip, bip! Sonó el despertador sobre la mesilla de noche. De un manotazo, Alex lo hizo callar. 

(Texto revisado el 15 de junio de 2015)

sábado, 13 de junio de 2015

Evocación (Revisión 2015)


Por Robert Newport
23 julio 2008

Aquella tarde de finales de agosto, Ruth sintió la necesidad de acercarse hasta el mirador del paseo marítimo, desde el que se ve el mar hasta el infinito, y sentarse en aquel banco de madera, robusto y confortable, que solían ocupar ella y Samuel, su marido fallecido cinco años antes, y contemplar la bellísima puesta de sol que, como todas las tardes con cielo despejado, era el preámbulo del anochecer.

Ruth, apoyada en la balaustrada, miraba de soslayo el banco que tantas tardes, en cualquier época del año, fue testigo de confidencias, de promesas de amor eterno y, también, de algún que otro enfado…, y no se decidía a sentarse en él hasta que dieran las ocho de la tarde en el carillón del reloj del ayuntamiento, como solía hacer con el entonces novio y más tarde marido, Samuel. Mientras tanto, arrullada por el ruido de las pequeñas olas que rompían contra el malecón, siguió recordando, con emoción y nostalgia, los años de noviazgo -¡qué jóvenes eran!- en los que, allí sentados y cogidos de las manos, se decían palabras de amor –en voz baja, susurrante- y, furtivamente, se besaban con pasión. Hablaban de un futuro, juntos, siempre juntos. Hablaban, también, de tener hijos: la parejita, decían sonrientes… ¡Al fin, las ocho! Sonaron, una tras otra, las campanadas del carillón.

Sentada ya en aquel banco, tan familiar para ella como el del porche de su casa, una extraña y estremecedora sensación recorrió todo su cuerpo. ¡Habrá sido la brisa! pensó, y se puso la chaquetita de punto que siempre llevaba en el bolso o en la mano. ¡Me hace compañía!, decía siempre con dulzura. La calidez de la prenda la confortó y se sintió a gusto, arropada, como cuando Samuel la abrazaba con protector cariño. En ese instante todos los recuerdos se agolparon en su mente. La petición de mano en casa de sus padres, como mandaban los cánones, nerviosa pero muy ilusionada. El día de la boda, toda la familia de aquí para allá, con el barullo de los preparativos. Las amigas, ayudándola a ponerse aquel precioso vestido de novia. Y, más tarde, hermosa y radiante, su entrada triunfal en la iglesia... Tras la ceremonia, el banquete nupcial y ¡cómo no! el tradicional vals. Y las bromas de los amigos. Y el ¡vivan los novios! ¡Qué se besen! ¡Qué se besen! Qué interminable les parecía todo aquello... Llegó, al fin, el momento de las despedidas, de los besos y abrazos, de las lágrimas emocionadas… Y, de nuevo, ¡vivan los novios! ¡Buen viaje! Horas más tarde, en aquel íntimo y acogedor lugar que habían elegido, comenzaría para ellos la tan anhelada luna de miel.

La mutua visión de sus cuerpos desnudos, por primera vez, hizo que se sonrojaran. Quedaron inmóviles, indecisos... Y, con gran ternura, se fundieron en un emocionado abrazo. El suave roce de la piel, que los hizo estremecer, fue el preámbulo del abandono al placer de los sentidos, a la pasión largo tiempo contenida… Al sublime e indescriptible placer del amor.

La claridad con la que Ruth recordaba todo aquello llegó a inquietarla. Pero siguió recreándose en sus recuerdos más íntimos. Necesitaba evocar los momentos más felices de su vida, como el nacimiento de sus hijos: Esther y Elías. Así los llamaron, siguiendo la tradición familiar por los nombres bíblicos. Pasaron los años... Llegó la universidad, y un buen trabajo les permitió independizarse -abandonar “el nido”, como le gustaba decir a Ruth-, y se casaron. Les dieron unos nietos preciosos, a los que adoraban. ¡Cómo disfrutaban con aquellos pequeños diablillos! Ya no podían pedir más.

Pero la felicidad, como todo en la vida, no dura eternamente. Y Samuel, compañero del alma y el único hombre al que Ruth había amado con todo su ser, enfermó repentinamente... Y una tarde de un mes de agosto que se extinguía, rodeado de sus hijos y nietos, abrazado a su esposa y compañera, sus ojos se cerraron lentamente, bajando el telón del tiempo...

Ruth, en aquel banco frente al mar, recordaba lo sola que se sentía sin Samuel. La profunda tristeza en la que se había sumido en los meses siguientes al fallecimiento de su esposo. Recordaba, también, como sus hijos y nietos le hacían compañía constantemente tratando de animarla. Pero todo era inútil. Nada podía compensar la ausencia del hombre al que había querido tanto,  al hombre que tanto la había querido a ella. ¡Cómo puede ser tan cruel la vida…! Hoy, precisamente hoy -recordaba Ruth-, se cumplen cinco años del fallecimiento de Samuel.

Empezaba a anochecer, y la  brisa marina era cada vez más fría y húmeda. La fina chaqueta de punto apenas abrigaba aquel cuerpo de mujer, todavía esbelto y bello, en el que el dolor y la tristeza, implacables, habían dejado su huella imborrable. Pero Ruth, instalada en sus recuerdos, tenía la sensación de encontrarse en un lugar confortable y acogedor. En su rostro, dulce y sereno, se reflejaba una gran paz interior...

Sobre la pulida lápida de mármol gris, Esther y Elías, sus queridos hijos, depositaron un ramo de flores frescas de colores suaves. Ruth, descansaba ya junto a Samuel. Hacía un año que, como último gesto de amor y generosidad, Ruth se dejó morir en aquel banco de madera, robusto y confortable, del mirador del paseo marítimo. 

(Texto revisado el 15 de junio de 2015)