sábado, 17 de mayo de 2014

Provocación

Por Robert Newport
16 mayo 2014


¡Nos hemos vuelto locos! Está visto que la crisis económica no es tan global como dicen. Que alguien me explique, con palabras sencillas que yo pueda entender, cómo es posible que en este país, en el que la pobreza alcanza ya unas cifras escandalosamente alarmantes, se le paguen 20 millones de euros netos al año a un futbolista -¡me da igual de quién se trate!-, por darle patadas a un balón. Y no siempre con acierto.

No pretendo cuestionar las cualidades o habilidades del deportista, pero convendrán conmigo en que únicamente se trata de fútbol. Nada más. Aunque, a la vista de la relevancia adquirida por este deporte balompédico, reconozco que tenía razón el que dijo que el fútbol es el ‘opio’ del pueblo. Y continuamos narcotizados.

¿Cómo es posible que ocurra esto en un país con 6 millones de parados, con familias en las que todos sus miembros están desempleados y viven de la caridad? ¿Cómo es posible que ocurra esto en un país en el que muchos menores viven por debajo del umbral de la pobreza, pasan hambre o sólo pueden permitirse comer una vez al día -¡y mal!- a costa del ayuno de sus padres?

Se mire por donde se mire, considero que se trata de una provocación, de una obscenidad. Como también lo es que no exista una norma legal que impida estos desmanes. 

(Publicado en 'La Voz de Galicia' del 18 de mayo de 2014, en la sección 'Cartas al Director')

lunes, 12 de mayo de 2014

Nada ha cambiado

Por Robert Newport
12 mayo 2014

La Europa que pretendemos seguir construyendo y consolidando, exige plena dedicación, seriedad y, sobre todo, solvencia. Requiere, en definitiva, que se trabaje por el bien común de los países miembros y, muy especialmente, por el de sus ciudadanos. Por otra parte, para recuperar el estado de bienestar al que todos tenemos derecho, es necesario demostrar la suficiente voluntad política para que prevalezca -¡siempre!- el interés general sobre el interés partidista.

En esta campaña electoral, de la que saldrán nuestros representantes en el Parlamento Europeo, los ciudadanos esperábamos de los candidatos y mitineros políticos que no recurrieran al insulto, a la descalificación, ni al reproche. Esperábamos que nos hablasen de cómo piensan articular los mecanismos necesarios para la creación de empleo estable y de la igualdad de oportunidades, de derechos y deberes, y de garantizar las ayudas sociales y las pensiones. También, de cómo y cuándo se solucionará la actual crisis económica… Que nos dijeran, en fin, cómo piensan gestionar y defender nuestros intereses, y no, exclusivamente, los suyos y los del partido al que representan.

Lamentablemente, nada ha cambiado: continúan insistiendo, reiterativos hasta el aburrimiento, en la estrategia de la descalificación del adversario político, haciendo gala de una incontinencia verbal decepcionante. Es el discurso recurrente, carente de argumentos convincentes, muy propio de políticos de vía estrecha. Es un insulto a la inteligencia de los ciudadanos. Han elegido, una vez más, el camino equivocado. Y así nos va.

(Publicado en 'La Voz de Galicia' del 14 de mayo de 2014, en la sección 'Cartas al Director')

domingo, 4 de mayo de 2014

De ‘The West Galicia Railway’ al ‘Hospedaje de Francisco Porto’

LOCOMOTORA 'SAR' ('SARITA')



Francisco Porto Codesido (1910)



Por Robert Newport y Juan Carlos Porto
03 mayo 2014

En la segunda mitad del siglo XIX, el matrimonio formado por nuestros bisabuelos, Francisco Porto Codesido y Carmen Rey Formoso, regentaba el ‘Hospedaje de Francisco Porto’ que, situado inicialmente al lado de la primigenia Estación de Ferrocarril (hoy reconvertida en Museo del Ferrocarril), continuó su actividad en la casa familiar, otrora hospedaje de reconocido prestigio, donde algunas familias influyentes de la época pasaban sus vacaciones estivales.

El trato amable y familiar que Francisco y Carmen le dispensaban a sus huéspedes, unido a la excelencia y exquisitez de su cocina, determinaba la notoriedad y el prestigio de aquel establecimiento. Uno de los menús que tenía gran aceptación, cuyo importe ascendía a la, hoy increíble, cantidad de nueve pesetas, incluía: pescado, un pollo entero, postre, café y copa. También un cigarro puro, obsequio de la casa. No es de extrañar, por tanto, que el restaurante estuviera siempre a rebosar. Aquella desbordante afluencia de comensales les obligó a contratar personal. Uno de los contratados, Edelmiro, el cocinero, era vecino del lugar de Godos. Hombre polifacético, que también ejercía de jardinero, de peluquero… Es decir, lo que hoy denominamos: un todoterreno. Años más tarde, el bueno de Edelmiro decidió marcharse a la República Argentina, a probar fortuna. Y, lo qué son las cosas, transcurrido el tiempo, llegó a ser el cocinero personal del presidente de la nación.

Francisco Porto Codesido, el patriarca de la familia, era un hombre de ensortijado pelo rubio, que en su rostro, haciendo honor a la moda de la época, lucía frondosos bigote y perilla. Circunspecto pero amable, con una gran personalidad, su presencia no pasaba inadvertida. La compañía ‘The West Galicia Railway Company Limited’, en la que trabajaba como mecánico, cuyo gerente era Mr. John Trulock, lo envió a Inglaterra para formarse en el conocimiento del proceso de fabricación y manejo del modelo de locomotora de inspección y maniobra al que pertenecía la Sar, que, por su pequeño tamaño, era conocida entre los ferroviarios con el apelativo de la Sarita’.

Durante su estancia en Inglaterra, que se prolongó dos largos años, nuestro bisabuelo no sólo aprendió inglés -idioma que llegaría a dominar, absolutamente-, sino que también se dejó seducir por el talante costumbrista anglosajón. Por ejemplo, como norma de conducta que observaría hasta el fin de sus días, tomar el té con pastas a las cinco de la tarde, que ya es un ritual en sí mismo, presumimos que para él era como un acto de fe.

Situada enfrente del Parque y Playa de Compostela, aquella casa familiar que, posteriormente, en la primera mitad del siglo XX, fue adquirida por Charles Lessner y su esposa, Josefina Porto (yerno e hija de Francisco y Carmen), tenía un ancho portalón de entrada, con puertas enrejadas de hierro forjado, que daba acceso a un patio descubierto en el que se encontraba la fachada norte de la casa. En dicha fachada, debajo de un tejadillo acristalado, destacaba la magnífica y lustrosa puerta de entrada, en la que todos los accesorios de bronce pulimentado: mirilla, aldaba, pomo y escudo de cerradura, estaban siempre relucientes. Al entrar, un amplio vestíbulo, en el que tenía una gran presencia la señorial y alfombrada escalera de acceso al piso superior, en cuyos escalones y pasamanos destacaban bruñidos accesorios de bronce, daba la bienvenida al visitante. La amplitud de sus puertas y estancias, así como el mobiliario, denotaban una época pasada de gran esplendor. La cocina, cuya amplitud permitía la presencia de una mesa de comedor de grandes dimensiones, estaba presidida por una enorme chimenea sobre el hogar. Y el cuarto de baño, igualmente amplio y luminoso, disponía de todos los elementos necesarios para el completo aseo personal.

Detrás de la casa, un amplio patio para el esparcimiento y comidas al aire libre daba acceso a una huerta de árboles frutales, surcada por un regato de agua transparente -que el progreso industrial se encargó de contaminar-, cuya extensión se prolongaba hasta la vía del ferrocarril.

Nuestros recuerdos de los últimos moradores de aquella casa, no van más allá de nuestras tías abuelas, Josefina y Luisa, y de los hijos de esta última: Catuxa, Francisco (Pancho) y José Luis (Tito) Rey Porto. Así como, también, de Héctor Paulos, marido de Catuxa.

A tía Josefina, ya entonces viuda de Charles Lessner, la recordamos muy dicharachera, con una exquisita educación y un gran sentido del humor. Su mirada, a través de las lentes de sus gafas -o por encima de ellas-, era penetrante y aparentemente inquisidora. Sin embargo, enseguida se dibujaba una sonrisa en sus labios, dulcificando la expresión, que dejaba traslucir la bondad de su carácter. Era una mujer muy culta, apasionada de obras literarias en lengua inglesa, y una gran conversadora.

Tía Luisa, de menor estatura que su hermana Josefina, destacaba por su cutis de porcelana. Aquella mujer menuda y frágil, de tez nívea y refinados modales, tenía una presencia de delicada exquisitez. Su carácter era muy reservado. La cruel sinrazón de la Guerra Civil, que la dejó viuda y con tres hijos pequeños, marcó su vida para siempre.

Francisco y Carmen, nuestros bisabuelos, principales protagonistas de esta historia, tuvieron dieciséis hijos, cinco de los cuales fallecieron prematuramente. Los once que habían sobrevivido, fueron  bautizados como: Francisco, Domingo, José, Ramón, Manuel, Josefina, Hermitas, Carmen, Dolores, Luisa y Consuelo. De todos ellos, nosotros únicamente hemos conocido a Domingo, Ramón, Josefina y Luisa.

Francisco Porto Codesido (+17.03.1928) y Carmen Rey Formoso (+07.07.1935), a los 79 y 81 años de edad, respectivamente. In memóriam.


(Texto revisado el 15.12.2016)



CASA FAMILIAR Y HOSPEDAJE FAMILIA PORTO-REY


Josefina y Luisa Porto Rey, en la huerta de la casa familiar

Anuncio en 'Crónica Carrileña' (10.10.1893)