miércoles, 18 de octubre de 2017

Arde Galicia... una vez más



Por Robert Newport
18 octubre 2017

Año tras año, invariablemente, Galicia arde por los cuatro costados. Y es evidente que, exceptuando alguna que otra negligencia o tormenta ocasional con aparato eléctrico, los incendios no surgen por generación espontánea. La gran mayoría son provocados por sujetos desaprensivos que, inducidos por oscuros intereses, propios o ajenos, devastan nuestros montes y bosques, que son los pulmones de pueblos y ciudades, dejando a la población rural sin sus casas, maquinaria agrícola, animales y cosechas; además de causar, como en esta ocasión, la pérdida de vidas humanas.

Antaño, cuando las necesidades y el estilo de vida eran otros, la maleza se utilizaba en las cuadras de los animales para generar abono para las fincas. Las piñas, ese fruto leñoso de los pinos, se utilizaban como combustible en los fogones de nuestros hogares... Todo se procesaba de forma natural, contribuyendo a mantener el equilibrio medioambiental.

Pero los pirómanos forestales existen porque en nuestros montes y bosques hay un exceso de combustible vegetal. Y no parece que tengamos un plan de saneamiento forestal que elimine ese exceso de matorral que, en condiciones extremas de viento, altas temperaturas y ausencia de humedad, favorece que el fuego se propague como la pólvora. Y los incendiarios saben que es terreno abonado para sus acciones delictivas. 

Es imprescindible, por tanto, que la Administración, con los medios que considere necesarios, mantenga limpios de matas y malezas nuestros montes y bosques. No podemos permanecer impasibles ante el deterioro del equilibrio medioambiental tan necesario para la vida.

Publicado en 'La Región' (19.10.2017), en la sección 'Cartas al Director'

domingo, 8 de octubre de 2017

Apliquemos las Ciencias a la política











Por Robert Newport
07 octubre 2017



Cuando la política no llega, no sabe o no contesta, y las conversaciones bilaterales se tornan confrontaciones y diálogos de sordos, se hace necesario recurrir a las Ciencias, con mayúscula, para comprender la causa-efecto en el pretendido secesionismo catalán, y encontrar así una solución razonada.

En Física, sabemos que en todo cuerpo sólido sometido a un esfuerzo de tracción en el que actúan dos fuerzas opuestas, el alargamiento por plasticidad se detiene al alcanzar el momento crítico, y la rotura es inevitable. Y esto es lo que ha ocurrido entre el Gobierno de España y la Generalitat de Cataluña.

Del mismo modo, en Matemáticas, ciencia del orden y la medida, las líneas divergentes son aquellas que salen de un mismo punto y, a medida que se extienden, se van separando una de otra. Así, el Gobierno y la Generalitat, considerados como lados de un mismo ángulo, son líneas divergentes. Y para evitar que se distancien cada vez más, hasta el infinito, será necesario acotarlas, formando un triángulo, con la intervención de un tercer lado: la hipotenusa. Es decir, la mediación parlamentaria como elemento de unión de los dos catetos. Dicho sea, en todo caso, sin ánimo de ofender.


Publicado en 'La Voz de Galicia' (08.10.2017) y en ‘Faro de Vigo’ (11.10.2017), en la sección 'Cartas al Director'

sábado, 7 de octubre de 2017

Antes no es hoy



Por Robert Newport
05 octubre 2017

En la sección 'Cartas al Director' de 'La Voz de Galicia', un lector, en su carta '¿Y antes?' (03.10.2017), me recriminaba porque, en mi carta ‘Quo vadis, Cataluña?’ (02.10.2017), hacía alusión a la pasividad del Gobierno frente al movimiento independentista catalán, a lo largo de los últimos cinco años. Y me recordaba que este contencioso no es nuevo -se remonta a los años treinta del siglo pasado-, y que el Partido Socialista no hizo nada al respecto durante los 21 años que gobernó. Y no le falta razón.

Efectivamente, el 6 de octubre de 1934, el otrora president de la Generalitat proclamó el Estado Catalán. Aquello duró unas horas... Y todos sabemos cómo acabó. Hoy, el escenario y los actores, así como las circunstancias, distan mucho de ser las mismas. Aunque la representación sigue siendo: La Independencia de Cataluña.

Es cierto, para qué negarlo, que los anteriores gobiernos han actuado con tibieza, pasando de puntillas, contemporizando. Pero, cuando en enero de 2016, Artur Mas dimitió, facilitando así la investidura relámpago de Carles Puigdemont como president de la Generalitat, tendrían que haber saltado todas las alarmas para que el Gobierno de España activara el protocolo del diálogo. Sin embargo, siguiendo la tónica habitual, confió en que la cuestión se resolvería por sí sola. Y ese ha sido el gran error.