Por Robert Newport
13 marzo
2008
L
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a intolerancia al gluten y las
primeras comuniones sigue siendo noticia, lamentable e incomprensiblemente,
todos los años por estas fechas. La negativa de algunos sacerdotes a aceptar
las obleas elaboradas con harina de maíz, como alternativa válida para que los
celíacos, niños o adultos, puedan recibir la comunión, sigue causando malestar
entre los afectados y creyentes en general.
El caso del niño de Huesca,
celíaco de 8 años de edad –La Voz, jueves 13 de marzo-, al que, tanto el
párroco como el obispado, le niegan la posibilidad de recibir la primera comunión
con hostias sin gluten, es prueba evidente de la falta de sensibilidad de la
Iglesia con los afectados. Existiendo una solución, que moralmente tendría que ser incuestionable, no admitirla
denota intolerancia y afán de notoriedad que no debían de tener cabida en una
institución como la Iglesia Católica.
El desigual tratamiento que se
aplica a éste y a otros asuntos en las parroquias –sacerdotes con altura de miras, que
no dudan en aceptar lo evidente, en clara discordancia con aquellos que muestran
una aptitud pasiva- hace que los creyentes nos sintamos confundidos y
desorientados. Pero nos consuela saber, a pesar de la falta de humildad de la
comunidad eclesiástica, que Dios, tal y como nos lo imaginamos, nunca le
negaría la comunión a un niño de 8 años aunque la sagrada forma fuera pan de maíz.
(Publicado en la sección "Cartas al director" de "La Voz de Galicia", el 15 de marzo de 2008)
(Publicado en la sección "Cartas al director" de "La Voz de Galicia", el 15 de marzo de 2008)
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