22 febrero 2012
Amigo imaginario:
En esta primera carta del año, quiero referirme a la
reciente inhabilitación del juez de la Audiencia Nacional ,
Baltasar Garzón. Confieso mi ignorancia en cuestiones judiciales, y, tal vez
por ello, no alcanzo a comprender esta decisión del Tribunal Supremo -por
unanimidad de los siete magistrados que lo juzgaron-, tras rechazar todos y
cada uno de los argumentos de la defensa. La sentencia, al parecer inapelable,
lo inhabilita durante 11 años -lo que, debido a la edad que tiene el juez
Garzón (56 años), equivale, de facto, a la expulsión de la carrera judicial-
por haber ordenado la intervención de unas comunicaciones en la cárcel, entre
los procesados en el Caso Gürtel y sus abogados defensores. Es cierto, no
obstante, y el Supremo insiste en ello, que las escuchas entre presos y
abogados sólo son admisibles en casos de terrorismo. Pero condenarlo como autor
responsable de un delito de prevaricación judicial, sin haber considerado que
dichas escuchas fueron respaldadas por la Fiscalía y refrendadas por otros dos jueces, me
resulta absolutamente incomprensible. Y, aunque no dudo que esta sentencia haya
sido dictada ajustándose rigurosamente a la ley, como no podía ser de otra
forma, considero, con la debida prudencia y el máximo respeto, que no se ha
hecho justicia. Ahora bien -y aludo de nuevo a mi ignorancia en cuestiones
legales-, respecto a este tipo de cuestiones conviene tener siempre presente el
aforismo jurídico: “El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento”.
Y en eso estoy.
El juez Garzón, como es público y notorio, querido amigo,
contribuyó a dignificar la justicia española a nivel mundial. Fue el adalid
indiscutible en la lucha contra el narcotráfico. Investigó a la organización
terrorista ETA y a su entorno. También destacó en la lucha en favor de los
derechos humanos, promoviendo una orden de arresto contra el exdictador
chileno, Augusto Pinochet, por crímenes contra la Humanidad. Asumió
la investigación sobre los crímenes de la Guerra Civil Española
y el franquismo… Y un largo etcétera. Es cierto, no obstante, que la gran
relevancia de sus actuaciones lo convirtieron en un juez estrella, en un
superjuez, lo que suscitó muchas envidias en su entorno profesional; y ello,
probablemente -aunque también es comprensible-, pudo haberlo llevado a pecar de
vanidad. ¿A quién no? Pero eso, creo yo, hay que considerarlo como algo
meramente circunstancial. Nunca condenatorio.
Aún admitiendo los errores que el juez Baltasar Garzón
haya podido cometer, que sin duda los hubo, me quedo con su gran capacidad de
trabajo, con su plena dedicación, con la minuciosidad de sus investigaciones,
con su valentía… Y con su honestidad.
Amigo mío, me apetecía comentarte este asunto que,
ciertamente, me produce indignación. Sobre todo, por la dureza de la
condena -a un juez de tan merecido y
reconocido prestigio-, sin la más mínima concesión atenuante. Y esto,
lamentándolo mucho, aun a riesgo de incurrir en un grave error, me hace dudar
seriamente de la Justicia.
Un fuerte abrazo.
Robert
Amigo imaginario:
Estoy desconcertado. El señor Rajoy, don Mariano -nuestro
actual presidente del Gobierno-, en un alarde de desfachatez manifiesta,
incumpliendo su programa electoral, sube los impuestos y abarata el despido. Y,
por si esto fuera poco, ahora nos sorprende con una amnistía fiscal mediante la
cual los defraudadores -timadores de guante blanco-, serán redimidos
de sus pecados “capitales” -¡hay que jod…!-, observando una simbólica
penitencia: el pago de una ínfima cantidad, si retornan el dinero que se
llevaron fuera del país; garantizándoles, además, el más absoluto anonimato. Y
aquí paz y después gloria.
Según un artículo publicado ayer en las páginas de opinión
de un conocido diario de ámbito nacional, cuando en el año 2010 el señor Rodríguez Zapatero formuló una
medida similar, el señor Rajoy manifestó: “…es impresentable. Claro que estoy
en contra de una amnistía fiscal, porque se les está diciendo a los que pagan
impuestos que se les van a subir, mientras a quienes defraudan les regalan una
amnistía. ¡Es tan injusto, tan antisocial, es tal barbaridad, que estoy en
contra! Esperemos que esta sea la última ocurrencia del Gobierno. España no
necesita una amnistía fiscal, sino confianza en la política económica del
Gobierno, y no la hay”.
Ya me dirás, amigo mío, si no tengo motivos, más que
suficientes, para estar sumido en el desconcierto más absoluto. También puede
ser, cómo no, que me halle perdido en la inmensidad de un proceloso y, para mí,
desconocido océano.
Para tu información, te comunico que el pasado día 30 de
marzo, se aprobaron en el Congreso los Presupuestos Generales del Estado 2012.
Unos presupuestos que, por su carácter restrictivo: recortes en la Sanidad y Educación
públicas -entre otros recortes-, fueron presentados después de celebrarse las
elecciones autonómicas en Andalucía y Asturias, en un alarde de estrategia
partidista que, sin embargo, no surtió los efectos positivos que esperaba el
Partido Popular.
No estoy en condiciones de calificar, con racional
autoridad, los citados presupuestos. Sin embargo, como era de esperar, en la
prensa escrita, del mismo modo que en radio y televisión, firmas y voces
autorizadas –y algunas que no lo son tanto, ciertamente- se han manifestado mayoritariamente
en contra de unos presupuestos que ponen en serio peligro el Estado de
bienestar. De todos modos, las opiniones –a favor o en contra- no siempre son
objetivas. Dependen, en gran medida, del
color político de esas firmas y voces; de sus periódicos, emisoras de radio o
cadenas de televisión. Entre esas firmas y voces –tertulianos ocasionales, en
su mayoría-, además de reconocidos periodistas, hay también políticos,
economistas, profesores universitarios… Es decir, profesionales con conocimientos
sobradamente demostrados. Pero, como suele ocurrir en otros ámbitos, sus
opiniones son dispares. Algunas, incluso, disparatadas. Lo que aún me confunde
más. De cualquier manera, considero que no es prudente, ni razonable, opinar de
forma irreflexiva sobre un asunto tan comprometido, ni tampoco esperar
resultados inmediatos. Si las medidas adoptadas resultan o no efectivas para
reducir el déficit, lo sabremos a largo plazo. Mientras tanto, paciente amigo,
además de apretarnos el cinturón hasta que la hebilla nos llegue a la espalda,
considero necesario que el Gobierno reconsidere algunos de los recortes
anunciados, para no lesionar seriamente derechos fundamentales. Ahora bien, si,
a pesar de todo, no se logran los resultados esperados, tendremos que pensar en
elevar nuestras plegarias para que tengamos suficiente margen de maniobra que
permita corregir la deriva, rectificar el rumbo y enderezar la nave antes de
que zozobre.
Querido amigo, sé que estoy dibujando un panorama muy
desalentador. Pero, lamentablemente, la actual situación económico-social en
nuestro país –como ocurre en otros de nuestro entorno comunitario-, no invita
al optimismo.
Finalmente, como suelo recomendarte en circunstancias
especialmente comprometidas, como la actual, es conveniente –a la vez que muy
saludable- permanecer vigilantes, oteando el horizonte.
Un fuerte abrazo.
Robert
Robert
Robert
5 mayo 2012
Amigo imaginario:
Nuestro Gobierno cogió carrerilla, se lanzó cuesta abajo
-¡a toda pastilla!- y me da la impresión de que se ha quedado sin frenos. Te
digo esto, porque, a la vista de sus últimas actuaciones, deduzco que le gusta
más hacer recortes presupuestarios que a un niño un chupa chups. Y para seguir
manteniendo esa velocidad de crucero, el señor Rajoy anuncia que todos los
viernes, en el Consejo de Ministros, se decidirán nuevos recortes. ¡Y se queda
tan ancho!
Amigo mío, sarcasmos aparte, la situación en nuestro país
no está para grandes alegrías. Sin embargo, las medidas que se están adoptando
–algunas, en mi opinión, excesivamente drásticas- no parece que vayan
orientadas a crear empleo ni a reactivar la economía, sino todo lo contrario.
Es cierto, qué duda cabe, que la subida de impuestos y los recortes
presupuestarios sanearán las arcas del Estado. Pero, ciertamente, por deducción
lógica, vaciará los ya muy menguados bolsillos de los ciudadanos. Y en esas
condiciones, ¿cómo puede crecer la economía? ¿Quién puede permitirse comprar
más allá de lo estrictamente necesario? ¿Con qué dinero, si después de hacer
frente a los gastos más imprescindibles… y malcomer, nos quedamos a dos
velas? ¡Qué alguien me lo explique!
En mi carta del pasado 31 de diciembre de 2011, te decía:
“Nos esperan duras medidas restrictivas que, aunque las suponemos necesarias,
no creo que las asumamos con agrado”. Y esas duras medidas, como suponíamos, ya
están aquí. Y, como no podía ser de otra forma, a los ciudadanos nos
desagradan. Entendemos, sin embargo, que los recortes presupuestarios son
necesarios. Naturalmente que lo entendemos. Pero nos cuesta aceptar, tal vez
por desconocimiento –como simples ciudadanos de a pie-, que los puñeteros
recortes se apliquen en las partidas correspondientes a Sanidad, Educación y
Servicios Sociales. Y esto, lamentablemente, me temo que no ha hecho más que
empezar.
A través de los distintos medios de información, querido
amigo, sabemos que el Gobierno de España –del mismo modo que otros Gobiernos de
países miembros que se encuentran en una situación similar-, haciendo gala de
una sumisión excesiva, está aplicando unas medidas restrictivas que tanto nos
incomodan, siguiendo las pautas que le marcan desde Bruselas. Y todo ello bajo
la batuta de la señora Merkel, que es la que impone su criterio en la UE. Y yo, en mi ignorancia,
pregunto: ¿se mantendría el mismo nivel de exigencia si, coyunturalmente,
Alemania se encontrara en una situación de déficit parecida a la actual de España?
¿Aceptaría, sin más, las medidas restrictivas que le impusieran desde Bruselas?
Creo, sinceramente y sin temor a equivocarme, que la UE cambiaría, entonces, su
nivel de exigencia. Porque, desengañémonos, dentro de la UE también existen países de
primera y de segunda división.
En fin, como puedes comprender, todo este asunto me tiene
muy desconcertado, confuso, preocupado, intranquilo, alarmado y desconfiado. En
definitiva, ¡muy mosqueado!
Un fuerte abrazo.
Robert
Robert
Robert
Robert
19 mayo 2012
Amigo imaginario:
Hoy, mi estado de ánimo está bajo mínimos. A las 3 de la
madrugada, dejó de existir uno de los más significativos familiares que he
tenido: mi primo Guillermo.
Tenía 74 años –seis más que yo-, y siempre fue un hombre vital
y animoso, de trato agradable, muy sociable y gran conversador. El cáncer, esa
terrible y cruel enfermedad de nuestro tiempo, acabó con su vida.
Me avisaron de la gravedad de su estado, y fui a visitarlo
al hospital. Se encontraba sedado, y su agitada respiración no dejaba lugar a
dudas. Me sobrecogió tener que aceptar lo que
ya era inevitable…
Recuerdo, siendo yo todavía un niño, la gran admiración
que sentía por Guillermo. Era ese primo mayor que casi todos tuvimos en nuestra
infancia, con el que nos sentíamos protegidos, seguros, confiados… A salvo.
Recuerdo, también, cuando iba con él al cine, los domingos por la tarde. Y,
cómo olvidar, mis primeras experiencias como pescador de caña, enseñándome a
colocar el plomo en el sedal, a empatar
el anzuelo y a ensartar el cebo. Y, sobre todo, a esperar pacientemente a que
los peces picaran. También recuerdo como, incansable y pacientemente, sujetaba
la bicicleta sobre la que yo, pedaleando con torpeza, trataba de mantener el
equilibrio… ¡Cuántos recuerdos!
Pasaron los años, y aquella diferencia de edad -que en la
niñez era tan notoria, tan evidente-, de alguna forma, se había equilibrado. Es
lo que ocurre cuando se van cumpliendo años. Todo parece que se equipara, que
se iguala… Cuando nos encontrábamos, que solía ser muy de tarde en tarde,
nuestros comentarios -así como las opiniones subsiguientes- solían ser
razonablemente coincidentes. Siempre tuvimos una sana y cordial complicidad. Me
sentía muy cómodo hablando con él. Me transmitía mucha tranquilidad y
confianza.
En los últimos años, por circunstancias que suelen escapar
a nuestro control, es triste reconocer que ya únicamente coincidíamos en algún
suceso familiar luctuoso. Me tranquilizaba mucho saber que él estaría allí,
poder saludarlo y hablar de mil cosas... Todavía no consigo hacerme a la idea
de que nunca más volverá a estar ahí mi querido y admirado primo, Guillermo.
Amigo mío, soy consciente de que el contenido de esta
carta no te habrá resultado agradable. Y siento mucho que hayas tenido que
soportar mis lamentos. Pero, compréndelo, necesitaba desahogarme... Gracias por
tu infinita paciencia. Gracias por tu comprensión.
Un fuerte abrazo.
Robert
09 julio 2012
Amigo imaginario:
Aunque no te comenté nada en su
momento, pues no era una de mis preocupaciones –y continúa sin serlo-, el día 5
de julio del pasado año, los archiveros encargados de su custodia denunciaron
la desaparición del Códice Calixtino, que se encontraba en la cámara acorazada
de la Catedral
de Santiago de Compostela.
Resumiendo mucho, para no
repetir aquí lo que se puede leer ampliamente en la enciclopedia digital
Wikipedia, se trata de un manuscrito del siglo XII que debe su nombre al papa Calixto II, y consta de 225 folios de
pergamino, numerados con paginación romana y redactados en latín. El Códice
nació para propagar la devoción al apóstol y el culto jacobeo.
Bueno, amigo mío, la cuestión
es que el pasado día 4 de este mes de
julio, después de un año de investigación policial –centrada en las sospechas
que recaían en un antiguo operario del templo: un electricista que, finalmente,
resultó ser el autor del robo-, al fin se localizó el Códice que, según han
manifestado los responsables del archivo catedralicio, está en perfectas
condiciones de conservación. Voy a obviar los detalles del hallazgo, así como
las pistas que lo propiciaron, y no sólo del manuscrito, sino también de una
importantísima cantidad de dinero, ya que fueron difundidos con todo lujo de
detalles en prensa, radio y televisión.
Lo que me ha sorprendido, a la
vez que indignado, fue la presencia del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,
en el acto de entrega, o devolución, del Códice Calixtino al arzobispo de
Santiago, que tuvo lugar ayer domingo en la Catedral Compostelana.
¿A qué ha venido, a salir en la foto? ¿Qué oscuro motivo le indujo a
escenificar la entrega del manuscrito, arrogándose un mérito que no le
correspondía? ¿Cómo tuvo la desfachatez de erigirse en protagonista, relegando
a un segundo plano al presidente de la
Xunta de Galicia? Sólo le faltó, a modo de entrada triunfal,
llegar cabalgando a lomos de un blanco corcel, emulando al Apóstol, blandiendo
el Códice en lugar de la espada... ¿No sería más razonable, en justo
reconocimiento, que dicha entrega la efectuasen, además del juez instructor de
la causa, también el jefe superior de Policía y el jefe de la Brigada de Patrimonio
Histórico? Las respuestas, querido amigo, las dejo a la conciencia de cada uno.
Porque, sin proponérmelo, he llegado a la conclusión de que vivimos en un país
irreal, imaginario, de fantasía, gobernado por políticos de opereta. Y así nos
va.
Un fuerte abrazo.
Robert
12 julio
2012
Amigo imaginario:
Hace tres días que te escribí, y lo hago de nuevo porque
la gran relevancia de lo que quiero comentarte no admite demora.
Hoy es el día después… Así comenzaba mi carta el 23 de
mayo de 2011, tras las elecciones municipales y, en algunas comunidades,
también autonómicas. Del mismo modo, aunque por distinto motivo, hoy también es
el día después... Ayer, miércoles 11 de julio de 2012 –fecha que quedará
grabada en la memoria de muchos ciudadanos-, el presidente del Gobierno anunció
en el Congreso de los Diputados, el mayor ajuste económico de la historia de la
democracia en nuestro país. El paquete de medidas que, con toda seguridad, se
aprobará mañana viernes en el Consejo de Ministros, pone de manifiesto, una vez
más, que una cosa son las promesas electorales, y otra muy distinta el
cumplimiento de las mismas cuando se tiene la responsabilidad de gobernar.
Ahora bien, considero inadmisible
–porque se trata de un engaño electoralista-, que se haya prometido lo
que de antemano sabía sobradamente que no podría cumplir.
El presidente, Mariano Rajoy, dijo que tenía que hacer lo
contrario de lo que había prometido porque las circunstancias han cambiado. Sin
embargo, a mi modo de ver, las circunstancias eran y siguen siendo, las de una
profunda crisis económica. Pero, claro, no es lo mismo estar en la oposición
que gobernar. Porque, cuando gobernaba el Partido Socialista, el señor Rajoy,
pertinaz y obstinado, le reprochaba al señor Rodríguez Zapatero, que cediera a
las exigencias de Bruselas. Asimismo, decía que ”…subir los impuestos –poniendo
especial énfasis en el IVA- para sanear las arcas del Estado, es un recurso que
caracterizaba a los gobernantes mediocres”. Y que, además, “…es agravar aún más
la maltrecha economía de los ciudadanos españoles...”Pues bien, entre los
ajustes anunciados ayer, figuran: subida del
IVA, bajada del seguro de desempleo (del 60 al 50%) a partir del sexto mes, reducción de
prestaciones a familiares que cuidan de personas dependientes, supresión de la
paga extra de Navidad a los empleados públicos… Es decir, va a poner en
práctica todo aquello que le censuraba al anterior Gobierno. Por todo ello,
creo que procede aplicar aquí los refranes: “El
que al cielo escupe, en la cara le cae” y “El que a hierro mata, a hierro muere”.
Amigo mío, la arrogancia y la prepotencia de este
Gobierno, que parece desconocer la existencia de la humildad –no queriendo
reconocer sus limitaciones, que las tiene-, son la muestra más evidente de que
el Partido Popular, cuando estaba en la oposición, lejos de inquietarle la
situación de crisis económica que, ya entonces, estaba asfixiando a nuestro
país, y apoyar al Ejecutivo para aunar esfuerzos, lo único que perseguía era
desgastarlo y desacreditarlo, con una clara e innoble estrategia de acoso y
derribo, para lograr alzarse con el poder y la hegemonía. Ahora, que ya tiene
ese poder y esa hegemonía, y que en pocos meses ha hecho uso y abuso de los
mismos, estamos asistiendo a la pérdida de las conquistas sociales logradas a base
de lucha y sacrificio. Estamos presenciando la decadencia del estado de
bienestar. Estamos viendo cómo -sin prisa, pero sin pausa-, los que ostentan el
poder que le otorgaron las urnas, están intentando aniquilar a la llamada clase
media. Los ricos, serán más ricos; y los pobres, serán más pobres. Ya no habrá
término medio. Se romperá el equilibrio. Ahora bien, esto únicamente ocurrirá
si los ciudadanos lo consienten.
Por último, paciente amigo, como te dije en otra ocasión,
resulta muy recurrente echarle la culpa al anterior Gobierno, y decir que todo
lo que está ocurriendo es consecuencia de la herencia recibida. Y yo, en mi
ingenuidad, pregunto: ¿ignoraba el Partido Popular, cuando era el principal
partido de la oposición, cuál era la situación económica del país? Y si la conocía, como era su obligación, ¿Por
qué el señor Rajoy puso tanto empeño y hostigamiento, para desbancar a su
oponente, sabiendo la herencia que iba a recibir? ¿Ambición de poder, tal vez?
Porque, si ignoraba la situación en la que se encontraba España, así como las
-más que previsibles- dificultades subsiguientes, ello me lleva a considerar
que no tendría que haberse presentado como candidato a presidir el Gobierno de
este país.
Y esto es todo por hoy, querido amigo. Ya habrá más
ocasiones para continuar con este asunto, que, sin duda, es más que
preocupante.
Un fuerte abrazo.
Robert
02 agosto 2012
Amigo imaginario:
“Querer imponer su ideología en temas de esta índole,
señor Gallardón, es la inquisición trasladada al siglo XXI”. Así terminaba el
artículo de Jaime Gómez Márquez, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular
de la USC ,
publicado en el diario ‘La Voz de Galicia’ el pasado31 de julio.
Te preguntarás por qué comienzo esta carta haciendo
referencia al artículo citado. Voy a intentar explicártelo: Como debes saber,
en la despenalización del aborto inducido se contemplan tres supuestos: riesgo
grave para la salud física o psíquica de la mujer embarazada (supuesto
terapéutico), violación (supuesto criminológico) y malformaciones o taras,
físicas o psíquicas, en el feto (supuesto eugenésico). Pues, bien, amigo mío,
el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, erigiéndose en experto
neurobiólogo –además de arrogarse estar por encima del bien y del mal-,
considera que el tercer supuesto: malformaciones en el feto, no justifica poder
abortar libremente. En consecuencia, pretende modificar la actual ley del
aborto, suprimiendo ese supuesto.
Así están las cosas, querido amigo, y son muchas las voces
que se han alzado en contra de esta propuesta del ministro. También, naturalmente,
otras muchas están a favor. Pero ha de tenerse en cuenta que la ley del aborto
-de la misma manera que la ley del divorcio, además de alguna otra-, no tiene
carácter obligatorio. Se trata de una ley que otorga el derecho a elegir
libremente, de acuerdo con las convicciones, morales o religiosas, de cada
individuo. Y la mujer, por ser la única que posee la capacidad de concebir,
desempeña un papel fundamental en la decisión de abortar o llevar a término un
embarazo de esas características. Se trata de una decisión difícil, sin duda,
por el grave dilema moral que plantea. Sin embargo, si una mujer que se
encuentre en uno de los tres supuestos decide abortar, ha de poder hacerlo bajo
el amparo de la ley y de forma gratuita, dentro de nuestro sistema de salud
pública. Y si, a pesar de todo, elige tener ese hijo, debe garantizársele que,
además de asistencia sanitaria gratuita, tendrá las ulteriores ayudas sociales
necesarias.
Me pregunto, amigo
mío, si el ministro tiene conciencia del alcance de una malformación en el
feto. Mis escasos conocimientos sobre el tema, me han llevado a documentarme
convenientemente. Es sobrecogedor saber que un nacido con malformaciones,
padecerá graves patologías durante toda su vida. Y a su sufrimiento -¡que será
mucho!-, habrá que añadir el de sus padres –especialmente el de la madre-, que
tendrán que cuidarlo, con dedicación exclusiva y permanente, durante todos los
días de su vida, atendiendo a todas sus necesidades. ¡A todas!, absolutamente. Porque, por si el señor Ruiz-Gallardón
lo ignora, será un niño con parálisis cerebral y los trastornos funcionales
asociados. Y si, como parece, el Gobierno al que pertenece pretende acabar con
la ley de dependencia, ¿qué será de ese niño cuando falten sus padres? ¿Lo
cuidará el señor ministro o alguno de sus correligionarios? ¿Se harán cargo de ese niño los obispos
(Conferencia Episcopal) que, como no podía ser de otra forma, aplauden con
entusiasmo la pretendida modificación de la ley, y que tienen en el ministro al
aliado perfecto?
Estimado amigo, estarás de acuerdo conmigo en que limitar
la libertad de elección de los ciudadanos, imponiéndoles acciones contrarias a
sus convicciones, es regresar a la intolerancia, al absolutismo... ¡A la
tiranía!
Dicho lo anterior, me apresuro a puntualizar que, además
de los tres supuestos citados –los cuales suscribo, absolutamente-, la
interrupción voluntaria de un embarazo ha de ser, esencialmente por parte de la
mujer, una decisión muy meditada. Se trata de un asunto muy serio, sobre el que
no se debe frivolizar. Pues no estamos hablando de ir a la peluquería, ni de
hacerse un tratamiento de belleza. Ahora bien, si una mujer decide abortar,
sometiéndose a una intervención quirúrgica que, como tal, no está exenta de
riesgos, debe poder hacerlo libremente y con todas las garantías sanitarias.
Y esta es mi particular visión sobre un tema tan
controvertido, como el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo –o al
aborto, si prefieres llamarlo así-, aunque hemos de tener siempre muy presente,
como norma elemental de comportamiento, que una cosa es hacer uso de todo
aquello que libremente nos permita la ley; y otra muy distinta, el abuso que se
pretenda hacer de la misma.
Un fuerte abrazo.
Robert
Amigo imaginario:
Nuestro país está sufriendo la peor crisis económica que se recuerda en democracia. Esta gravísima situación, que es realmente alarmante, los ciudadanos la estamos viviendo con especial preocupación. Y muchos –que ya son legión, y en inquietante aumento-, la están padeciendo en una lamentable situación de extrema pobreza que no parece tener fin.
Como te dije en más de una ocasión, querido amigo, a los políticos –refiriéndome, naturalmente, a los carentes del necesario peso específico- únicamente les interesa alcanzar el poder, en su propio beneficio y en el de su partido. Todo lo demás, les importa un bledo (aquí, como puedes ver, he sido educado). El verdadero político -el de casta y convicción-, sabe que ha de estar al servicio del Estado, procurando el bienestar de los ciudadanos, y no al de los intereses del partido al que representa. También ha de saber estar, en todo momento, a la altura de las circunstancias, y con la necesaria capacidad de resolución. Pero, con estas características –es decir, políticos de verdad-, ya no quedan en este país.
Ignoro por qué extraña razón, aunque razones no faltan, siempre acabo haciendo algún comentario sobre política y, especialmente, sobre los políticos. Pero es que, como tú sabes, la situación del país y, por consiguiente, la de los ciudadanos que vivimos en él, se está volviendo insostenible. Es decir, ¡estamos jodidos! Y mucho. Ya sé que lo que acabo de escribir es una grosería. Una insolencia. Tal vez, incontinencia verbal crónica. Soy consciente de ello. Pero no me negarás que es la expresión que mejor define, en sentido figurado y coloquial, la situación en la que nos encontramos. Y, como todos suponemos, no parece que este escenario vaya a cambiar de decorado a corto o medio plazo.
Cambiando de asunto –especialmente para no redundar en la crítica a la que te tengo acostumbrado-, hace un par de días, reubicando unos libros, me detuve en tres manuales de pequeño formato, que tienen para mí un especial significado. Dos de ellos: ‘Recetario del Automovilista’ (752 páginas) y ‘Manual Práctico del Automovilista y del Piloto Aviador’ (860 páginas), fueron editados en 1922. Y el tercero, ‘Trazados y Cálculos de Taller’ (222 páginas), fue editado en 1947. Los tres pertenecían a mi abuelo, que me los regaló cuando yo estudiaba bachillerato en el Instituto Laboral. Las materias y los conceptos que figuran en ellos, así como el lenguaje utilizado, corresponden a la época en que fueron editados. Sin embargo, todo está expresado con absoluta claridad para facilitar su comprensión. El tercero de ellos, ‘Trazados y Cálculos de Taller’ –además de otros muchos, naturalmente-, me acompañó durante toda mi vida profesional.
Los tres libros mencionados -que, como podrás comprender, les tengo un gran cariño-, nunca los prestaré. ¡Jamás! Porque, como dijo el novelista y poeta alemán, Theodor Fontane: “Los libros tienen su orgullo. Cuando se prestan no vuelven nunca”.
Amigo mío, últimamente mis pensamientos tienen un recorrido muy poco tranquilizador. No dejo de pensar en las tres generaciones de familiares que he conocido y que ya no están entre nosotros. También, varios amigos y conocidos… Por ello, a medida que me voy haciendo mayor –lo que ocurre más rápido de lo deseado-, no dejo de pensar en que, por ley natural, la generación a la que yo pertenezco, será la próxima –ya lo es- en emprender ese viaje sin retorno. Y todo habrá terminado.
No quiero preocuparte, querido amigo, ni que pienses que mi estado de ánimo flaquea (aunque a veces se debilita, ciertamente). O que me encuentro sumido en un mar de dudas existenciales. Se trata, únicamente, de una reflexión -o razonamiento- que considero necesaria. Una realidad incuestionable, que, a medida que pasan los años, se hace cada vez más patente. Es el ciclo de la vida: naces, creces, te reproduces (aunque no siempre ocurre), envejeces (aunque no siempre se llega) y mueres. Luego, te entierran. O te incineran y esparcen tus cenizas. ¡Qué más da! Lo cierto es que dejas de existir. Soy consciente, sin embargo, de que no debemos obsesionarnos pensando en ese final inevitable. Pero tampoco podemos vivir de espaldas a una realidad que está presente cada día.
Bueno, paciente amigo imaginario, te pido disculpas por haberme puesto tan trascendental. Espero no haberte inquietado con mis pesimistas y melancólicas reflexiones. Pero, en mayor o menor medida, todos tenemos momentos mustios y tristones.
Un fuerte abrazo.
Robert
Amigo imaginario:
Esta última carta del año que termina, podría ser exactamente igual a la última del pasado año. Y es que las cosas continúan igual de mal. O peor. El incumplimiento de todo lo prometido por el señor Rajoy durante la campaña electoral, tiene sublevada a toda la ciudadanía. Y no es para menos. Dijo: “¡No voy a subir el IVA!”, “¡No voy a recortar en la Educación!”, “¡No voy a recortar en la Sanidad!”, “¡No voy a tocar las pensiones!”... Salió elegido por amplia mayoría. Y le faltó tiempo para desenfundar las tijeras -que tenía convenientemente engrasadas-, y empezar a recortar a diestro y siniestro... Ahora, también el ministro de Justicia –con un desmesurado afán de notoriedad- se sacó de las puñetas de la bocamanga de su toga, unas tasas que dejan indefensos a los ciudadanos con menos recursos. Y, según parece, la situación todavía puede empeorar… ¡Y yo con estos pelos!
Consecuentemente, y como no podía ser de otra forma, las protestas no se hicieron esperar. Y todos los colectivos profesionales afectados, con el incondicional apoyo de los ciudadanos, manifiestan su indignación y total desacuerdo con las drásticas y, suponemos, erróneas medidas adoptadas por el Gobierno. A pesar de ello, el Ejecutivo, haciendo gala de una desmedida arrogancia –por otra parte, característica en el Partido Popular-, ignora con insolente indiferencia, impasible el ademán, las protestas ciudadanas.
Amigo mío, entre que no actualizan las pensiones, el copago (o repago, o sobrepago) de los medicamentos, la supresión de la gratuidad de los traslados en las ambulancias…, los jubilados estamos sentenciados. Es un sutil método de exterminio, sin violencia, sin intervención directa… ¡Que parezca un accidente! Hemos trabajado y contribuido a consolidar las empresas y a crear riqueza. Hemos cotizado a la Seguridad Social. Hemos pagado (y continuamos haciéndolo) nuestros impuestos… Pero ya no producimos y, además -¡qué nivel!-, cobramos una pensión de jubilación. Es decir, sobramos. Estamos de más. Y nos quieren quitar de en medio, porque somos una (pesada) carga para el Estado. Así que, paciente amigo, se avecinan tiempos difíciles para todos. Y para los jubilados –del mismo modo que en los pasatiempos de cierta relevancia-, la dificultad será de nivel tres.
Aunque, sorprendentemente, a pesar del negro panorama que se nos presenta, estoy empezando a pasar de la indignación y el cabreo permanentes, a la total y absoluta indiferencia. Me estoy dando cuenta de que, poco a poco, me voy acomodando en la apatía y la indolencia. Y eso, querido amigo, es para preocuparse. Y mucho.
Bueno, amigo imaginario, te deseo lo mejor para el próximo año, y que la influencia o confluencia de los astros te sea propicia.
Un fuerte abrazo.
Robert
1 octubre 2012
Amigo imaginario:
Nuestro país está sufriendo la peor crisis económica que se recuerda en democracia. Esta gravísima situación, que es realmente alarmante, los ciudadanos la estamos viviendo con especial preocupación. Y muchos –que ya son legión, y en inquietante aumento-, la están padeciendo en una lamentable situación de extrema pobreza que no parece tener fin.
Como te dije en más de una ocasión, querido amigo, a los políticos –refiriéndome, naturalmente, a los carentes del necesario peso específico- únicamente les interesa alcanzar el poder, en su propio beneficio y en el de su partido. Todo lo demás, les importa un bledo (aquí, como puedes ver, he sido educado). El verdadero político -el de casta y convicción-, sabe que ha de estar al servicio del Estado, procurando el bienestar de los ciudadanos, y no al de los intereses del partido al que representa. También ha de saber estar, en todo momento, a la altura de las circunstancias, y con la necesaria capacidad de resolución. Pero, con estas características –es decir, políticos de verdad-, ya no quedan en este país.
Ignoro por qué extraña razón, aunque razones no faltan, siempre acabo haciendo algún comentario sobre política y, especialmente, sobre los políticos. Pero es que, como tú sabes, la situación del país y, por consiguiente, la de los ciudadanos que vivimos en él, se está volviendo insostenible. Es decir, ¡estamos jodidos! Y mucho. Ya sé que lo que acabo de escribir es una grosería. Una insolencia. Tal vez, incontinencia verbal crónica. Soy consciente de ello. Pero no me negarás que es la expresión que mejor define, en sentido figurado y coloquial, la situación en la que nos encontramos. Y, como todos suponemos, no parece que este escenario vaya a cambiar de decorado a corto o medio plazo.
Cambiando de asunto –especialmente para no redundar en la crítica a la que te tengo acostumbrado-, hace un par de días, reubicando unos libros, me detuve en tres manuales de pequeño formato, que tienen para mí un especial significado. Dos de ellos: ‘Recetario del Automovilista’ (752 páginas) y ‘Manual Práctico del Automovilista y del Piloto Aviador’ (860 páginas), fueron editados en 1922. Y el tercero, ‘Trazados y Cálculos de Taller’ (222 páginas), fue editado en 1947. Los tres pertenecían a mi abuelo, que me los regaló cuando yo estudiaba bachillerato en el Instituto Laboral. Las materias y los conceptos que figuran en ellos, así como el lenguaje utilizado, corresponden a la época en que fueron editados. Sin embargo, todo está expresado con absoluta claridad para facilitar su comprensión. El tercero de ellos, ‘Trazados y Cálculos de Taller’ –además de otros muchos, naturalmente-, me acompañó durante toda mi vida profesional.
Los tres libros mencionados -que, como podrás comprender, les tengo un gran cariño-, nunca los prestaré. ¡Jamás! Porque, como dijo el novelista y poeta alemán, Theodor Fontane: “Los libros tienen su orgullo. Cuando se prestan no vuelven nunca”.
Amigo mío, últimamente mis pensamientos tienen un recorrido muy poco tranquilizador. No dejo de pensar en las tres generaciones de familiares que he conocido y que ya no están entre nosotros. También, varios amigos y conocidos… Por ello, a medida que me voy haciendo mayor –lo que ocurre más rápido de lo deseado-, no dejo de pensar en que, por ley natural, la generación a la que yo pertenezco, será la próxima –ya lo es- en emprender ese viaje sin retorno. Y todo habrá terminado.
No quiero preocuparte, querido amigo, ni que pienses que mi estado de ánimo flaquea (aunque a veces se debilita, ciertamente). O que me encuentro sumido en un mar de dudas existenciales. Se trata, únicamente, de una reflexión -o razonamiento- que considero necesaria. Una realidad incuestionable, que, a medida que pasan los años, se hace cada vez más patente. Es el ciclo de la vida: naces, creces, te reproduces (aunque no siempre ocurre), envejeces (aunque no siempre se llega) y mueres. Luego, te entierran. O te incineran y esparcen tus cenizas. ¡Qué más da! Lo cierto es que dejas de existir. Soy consciente, sin embargo, de que no debemos obsesionarnos pensando en ese final inevitable. Pero tampoco podemos vivir de espaldas a una realidad que está presente cada día.
Bueno, paciente amigo imaginario, te pido disculpas por haberme puesto tan trascendental. Espero no haberte inquietado con mis pesimistas y melancólicas reflexiones. Pero, en mayor o menor medida, todos tenemos momentos mustios y tristones.
Un fuerte abrazo.
Robert
27 diciembre 2012
Amigo imaginario:
Esta última carta del año que termina, podría ser exactamente igual a la última del pasado año. Y es que las cosas continúan igual de mal. O peor. El incumplimiento de todo lo prometido por el señor Rajoy durante la campaña electoral, tiene sublevada a toda la ciudadanía. Y no es para menos. Dijo: “¡No voy a subir el IVA!”, “¡No voy a recortar en la Educación!”, “¡No voy a recortar en la Sanidad!”, “¡No voy a tocar las pensiones!”... Salió elegido por amplia mayoría. Y le faltó tiempo para desenfundar las tijeras -que tenía convenientemente engrasadas-, y empezar a recortar a diestro y siniestro... Ahora, también el ministro de Justicia –con un desmesurado afán de notoriedad- se sacó de las puñetas de la bocamanga de su toga, unas tasas que dejan indefensos a los ciudadanos con menos recursos. Y, según parece, la situación todavía puede empeorar… ¡Y yo con estos pelos!
Consecuentemente, y como no podía ser de otra forma, las protestas no se hicieron esperar. Y todos los colectivos profesionales afectados, con el incondicional apoyo de los ciudadanos, manifiestan su indignación y total desacuerdo con las drásticas y, suponemos, erróneas medidas adoptadas por el Gobierno. A pesar de ello, el Ejecutivo, haciendo gala de una desmedida arrogancia –por otra parte, característica en el Partido Popular-, ignora con insolente indiferencia, impasible el ademán, las protestas ciudadanas.
Amigo mío, entre que no actualizan las pensiones, el copago (o repago, o sobrepago) de los medicamentos, la supresión de la gratuidad de los traslados en las ambulancias…, los jubilados estamos sentenciados. Es un sutil método de exterminio, sin violencia, sin intervención directa… ¡Que parezca un accidente! Hemos trabajado y contribuido a consolidar las empresas y a crear riqueza. Hemos cotizado a la Seguridad Social. Hemos pagado (y continuamos haciéndolo) nuestros impuestos… Pero ya no producimos y, además -¡qué nivel!-, cobramos una pensión de jubilación. Es decir, sobramos. Estamos de más. Y nos quieren quitar de en medio, porque somos una (pesada) carga para el Estado. Así que, paciente amigo, se avecinan tiempos difíciles para todos. Y para los jubilados –del mismo modo que en los pasatiempos de cierta relevancia-, la dificultad será de nivel tres.
Aunque, sorprendentemente, a pesar del negro panorama que se nos presenta, estoy empezando a pasar de la indignación y el cabreo permanentes, a la total y absoluta indiferencia. Me estoy dando cuenta de que, poco a poco, me voy acomodando en la apatía y la indolencia. Y eso, querido amigo, es para preocuparse. Y mucho.
Bueno, amigo imaginario, te deseo lo mejor para el próximo año, y que la influencia o confluencia de los astros te sea propicia.
Un fuerte abrazo.
Robert
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