martes, 10 de abril de 2012

Adolfo Suárez. Presidente del Gobierno.




El día 6 de julio de 1976, después de jurar ante el Rey el cargo de presidente el día anterior, Adolfo Suárez se dirigía a todos los españoles por televisión y Radio Nacional. Su mensaje a la nación, grabado en su casa, fue ofrecido en el telediario de las 21:30.

… Hoy comienzo mi trabajo con serena responsabilidad. Si gobernar es administrar unos bienes que son propiedad de todo el pueblo, es lógico que el primer propósito sea la relación directa con todos los ciudadanos, y ello, con un doble fin: dialogar y escuchar, aceptar propuestas y conseguir, de acuerdo con el mensaje de la Corona, que ninguna causa justa deje de ser oída.

Estoy aquí para trabajar con todos y para todos los españoles. No pretendo anunciar un programa. Esta es una tarea que corresponde al Gobierno. Sólo decir que las preocupaciones de la nación son mis preocupaciones. Si a los españoles les preocupa encontrar un trabajo adecuado o que aumente el paro, a mí también. Si les preocupa, a pesar de todas las explicaciones estadísticas, la subida de los precios, por ejemplo, a mí también. Si les preocupa no encontrar en algunas zonas un puesto escolar adecuado para la educación de sus hijos, a mí también. Si la sociedad española aspira a una normalización democrática, vamos a tratar de conseguirla. Si se ha iniciado como tarea urgente la reforma política, vamos a acelerarla con el realismo que nuestro tiempo exige. Y si nos encontramos con graves problemas en nuestra vida diaria, vamos a esforzarnos en encontrar soluciones.

Al asumir la Presidencia, me impongo como primer deber el realismo y ello me conduce a varias consideraciones:

Primera, que el Gobierno que voy a presidir no representa opciones de partido, sino que se constituirá en gestor legítimo para establecer un juego político abierto a todos. La meta última es muy concreta: que los Gobiernos del futuro sean el resultado de la libre voluntad de la mayoría de los españoles, y, para ello, solicito la colaboración de todas las fuerzas sociales.

Segunda, que todo Gobierno que aspire a ser útil al servicio de la paz civil tiene que respetar las leyes y esforzarse por que en ellas se reconozca la realidad del país. Hace pocos días, en las Cortes afirmé, y repito ahora, que tenemos que elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de la calle es simplemente normal.

Y Tercera,  que el afán de cambio sólo se puede encauzar satisfactoriamente si se parte de la evidencia de que España es una tarea común; de que la buena voluntad no es patrimonio exclusivo de determinados grupos; de que el diálogo a rostro descubierto es el único instrumento de convivencia.

Pertenezco, por edad, a una generación de españoles que sólo ha vivido la paz. Pertenezco, por convicción y talante, a una mayoría de ciudadanos que desea hablar un lenguaje moderado, de concordia y conciliación.

Deseo que el orden y la libertad convivan en el mismo campo, completándose mutuamente. A esa mayoría de españoles nos apremia la urgencia de la justicia social. Sabemos apreciar, o creemos saber apreciar, el esfuerzo por las libertades cívicas y por unos derechos que comienzan en una vida digna, y terminan en la posibilidad de que el pueblo español sea dueño de su propio destino.

Con esta ilusión les invito hoy a iniciar juntos un camino de futuro. La confianza que me animó a aceptar esta grave responsabilidad radica en el propósito de que la iniciativa del Gobierno sea el reflejo puntual y auténtico de la voluntad popular. Si debiera señalar una aspiración en este momento, creo que podría reducirla a una fórmula ya clásica: gobernar con el consentimiento de los gobernados.

… La corona tiene una voluntad expresa de alcanzar una democracia moderna para España, una democracia en la que la libertad, la justicia, la participación, la cultura y la paz sean fruto del esfuerzo de todos y el resultado del que todos se beneficien. El servicio a estos propósitos constituye mi más firme decisión.

La tarea, hoy como ayer, se sigue llamando España. La ilusión, como siempre, es hacerla digna en su sentido nacional, próspera en lo económico, justa en lo social y habitable con honor para todos. Vamos a intentarlo juntos.  Muchas gracias.


Fuente: FUE POSIBLE LA CONCORDIA, Adolfo Suárez.  Edición de Abel Hernández. ESPASA.

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