martes, 7 de enero de 2014

El largo camino hacia un futuro soñado... (IV)



Por Robert Newport

MOTOCARRO
La irrupción del motocarro en el mercado de los vehículos de tres ruedas, supuso un revulsivo en el sector del transporte ligero de mercancías.

El ‘Isocarro’, del que se fabricaron 25.000 unidades, desde 1954 hasta 1962, fue el primer vehículo de estas características que circulaba por la Vilagarcía de los años ’50 y ’60. A lo largo de aquellos años, como no podía ser de otra forma, sufrió diversas modificaciones, tanto en la carga como en el equipamiento, con las que llegó a una capacidad de carga de 800 Kg., alcanzando una velocidad de 55 Km/hora a plena carga. Recuerdo cómo, tímidamente, fue reemplazando al sempiterno carro de tracción animal (tirado por un caballo) que, durante tantos años, formó parte del paisaje urbano de nuestro pueblo.

En abril de 1962, sustituyendo al ‘Isocarro’, tiene lugar la presentación del modelo ‘Iso Titán’ que, entre otras diferencias con el anterior, incorporaba marcha atrás, árbol de transmisión telescópico, asiento corrido biplaza, ruedas de balón, horquilla telescópica, montaje del motor sobre silenblocks, luces de posición e intermitentes, y rueda de repuesto.














MOTOR FUERABORDA
En los años ’50, época en la que empezamos a conocer los avances tecnológicos procedentes del exterior, llegaron a Vilagarcía los primeros motores fueraborda norteamericanos: JOHNSON, EVINRUDE Y MERCURY. Recuerdo que, al principio, los denominábamos: motores ‘fuera de borda’. Aquel innovador motor, en perfecto maridaje con las pequeñas embarcaciones ligeras, supuso un nuevo concepto de propulsión en la náutica recreativa y en la de pesca deportiva y artesanal.

El fueraborda, que es una unidad autónoma que incluye el motor, caja de cambios, hélice y quilla, realiza las funciones de propulsión y control de la dirección de empuje (timón).

Estoy seguro de que se preguntarán a qué viene citar como avance tecnológico el motor fueraborda, en pleno siglo XXI. Algo tan elemental y cotidiano, que adquirió máxima relevancia en el umbral de los años ’80 del siglo pasado, al haber sido protagonista destacado en las, tristemente ‘famosas’, embarcaciones ‘planeadoras’… Pero, compréndanlo, me estoy refiriendo a los años ’50, en mi adolescencia, en los que todo empezaba a cambiar, tecnológicamente hablando, y cualquier innovación -principalmente si llegaba de los Estados Unidos- tenía un especial significado de modernidad y progreso.

Tuve la oportunidad de probar aquel ‘invento’ náutico -yo tenía 14 años-, bajo la atenta mirada del patrón y propietario de la embarcación. Sentir en el brazo la vibración del motor, a través de la empuñadura de aceleración, fue una sensación extraña y emocionante a la vez. La velocidad que le imprimía al girar la empuñadura de mando, hacía que aquella ligera embarcación se elevara de proa, golpeando las espumosas crestas de la mar rizada, mientras avanzábamos sin rumbo fijo… Todavía recuerdo aquella sensación de libertad sobre el inestable elemento de ondas plateadas.










PICK-UP (Tocadiscos)
Aquellos guateques de los años ’50 y ’60, siempre estaban amenizados con las canciones de los ‘vinilos’ de 45 rpm, que sonaban en los Pick-up (tocadiscos de maletín con altavoces incorporados) que tenían unos pocos privilegiados.
Solían hacerse, por rotación, en las casas de los amigos; aunque, también, en ciertas ocasiones, se celebraban en el salón del Círculo Artístico Mercantil (hoy, Salón García), o en alguna de las dependencias de su planta superior. Hay que pensar que, en aquellos años, todavía no existían las discotecas. Los sábados y domingos, salvo ocasiones excepcionales, eran los días de guateque por excelencia. Eso sí, en invierno, por lo general, todos íbamos de traje o con chaqueta sport, y corbata. En verano, lógicamente, la indumentaria era más cómoda e informal.

El Pick-up, imprescindible tocadiscos portátil, era el protagonista indiscutible en los guateques. Sin él, qué duda cabe, no existirían aquellas sencillas fiestas juveniles. Ahora bien, en todo guateque que se preciara, alguien tenía que encargarse de poner los discos (disc-jockey ocasional); y aquel ‘honor’ siempre recaía, por méritos propios, en los que no dominábamos el baile con la suficiente solvencia.


COMENTARIO

Además de los avances tecnológicos que he ido desgranando a lo largo de este recorrido, mis coetáneos también recordarán que hemos sido testigos de ingenios y acontecimientos que, a pesar de que hoy pueden considerarse primarios y elementales, han condicionado nuestra existencia de manera muy especial… Y, sobre todo, tuvimos la fortuna de estar presentes cuando acontecieron.

He aquí, por orden alfabético, algunos de aquellos otros ingenios y novedades:
.
  • ·Campana extractora.
  • ·Camping gas.
  • ·Corte de pelo a navaja.
  • ·Estilógrafos, Rotring y Staedtler, para dibujo técnico.
  • ·Guitarra eléctrica.
  • ·Hornillo de petróleo.
  • ·Horno microondas.
  • ·Lavavajillas.
  • ·Licuadora.
  • ·Magnetófono.
  • ·Máquina de coser eléctrica.
  • ·Máquina de escribir eléctrica.
  • ·Meccano (juguete de construcciones mecánicas).
  • ·Micrófono SHURE, multidireccional.
  • ·Molinillo de café, eléctrico.
  • ·Niki (camiseta deportiva).
  • ·Nylon.
  • ·Olla a presión.
  • ·Órgano electrónico.
  • ·Radio casete.
  • ·Radio transistor.
  • ·Reloj automático.
  • ·Reloj digital.
  • ·Scalextric.
  • ·Sonido cuadrafónico.
  • ·Sonido estereofónico.
  • ·Taladro eléctrico.
  • ·Tarjeta de crédito.
  • · Teflón.
  • ·Telefax.
  • ·Teléfono con teclas.
  • ·Televisión en Blanco y Negro.
  • ·Televisión en Color.
  • ·Télex.
  • ·Tergal.
  • ·Tetra Brik (Tetra Pak).
  • ·Velcro.
  • ·Zapatillas deportivas Converse ‘All Star’ (Baloncesto).

ANEXO




COLCHONES

Colchón de lana. Hasta mediados del siglo XX, tal vez algo más, el colchón de lana de oveja era el más utilizado, el más popular.

Generalmente, aunque no siempre era así, los colchoneros iban por las casas para confeccionar, reparar o realizar el mantenimiento de los colchones de lana. El proceso, que solía realizarse en verano, podría resumirse como sigue:



  • Se deshacía el colchón al objeto de lavar la lana y la tela que conformaba el colchón. 
  • Una vez que la lana, después de extendida y expuesta al sol, estaba completamente seca, se desmadejaba con las manos para dejarla en condiciones de ser vareada. 
  • El vareado de la lana, proceso que requería mucha práctica, se ejecutaba con una vara larga y flexible. Con aquella operación, golpe a golpe, varazo a varazo, la lana se iba esponjando. Es cierto, no obstante, que en esta operación siempre se perdía cierta cantidad de lana que era necesario reponer. 

El referido proceso, por su naturaleza, requería de un espacio suficientemente ventilado, preferentemente al aire libre, debido a la volatilidad de las partículas que desprendía la lana en el vareado. En el rural, donde abundan los espacios abiertos, patios y cobertizos, estas faenas resultaban más soportables que en el interior de una vivienda.

Una vez finalizadas las operaciones descritas, se procedía a rellenar el colchón con aquella lana, limpia, seca y esponjosa, cosiéndolo con unas agujas especiales. Para evitar que la lana se desplazara en el interior del colchón, se cosían unas cintas, distribuidas uniformemente, de tal forma que resultara el típico acolchado. Y si se pretendía un acabado más elaborado -lo que se conocía como ‘colchón inglés’-, se rebordeaban los contornos.

Los que hemos dormido en colchones de lana, durante la niñez y parte de la adolescencia, sabemos que el proceso descrito era necesario -¡imprescindible!- por dos razones fundamentales: la primera, por higiene. La segunda, porque la lana, que al principio estaba suelta y esponjosa, y proporcionaba un descanso agradable, se iba apelmazando, cada vez más, y las ‘bolas’ que se formaban te hacían daño en la espalda, en los riñones, en los glúteos… Como si el colchón se hubiera rellenado con pelotas de golf.

Colchón de goma-espuma ’Pirelli’. Finalizando la década de los ’50 (1958), Pirelli, la marca italiana de neumáticos y derivados del caucho, fabrica y comercializa su colchón ‘gomespuma’, que supuso el inicio de la decadencia del popular colchón de lana.

Durante cuatro ‘confortables’ años, tuve la oportunidad de dormir sobre uno de aquellos colchones. La experiencia fue muy gratificante. Estoy en condiciones de corroborar todas y cada una de las cualidades que figuraban en el folleto publicitario de la época y que reproduzco íntegras a continuación:

  • Nada es comparable al confort que le proporciona ‘gomespuma’. 
  • Cuando su cuerpo se apoya en uno de estos cómodos colchones, parece que le sostienen. 
  • Además, no sólo es cómodo, sino práctico. La cama se hace rápidamente, sin preocupaciones y ¡siempre queda bien hecha! Hasta un niño puede hacer la cama. 
  • Se dobla y enrolla con facilidad sin perder su forma. 
  • Es mucho más higiénico. No absorbe polvo ni lo desprende. 
  • No hay que removerlo, ablandarlo ni sacudirlo. 
  • Incluye funda provista de cremallera. 
  • Fresco en verano - cálido en invierno - confortable todo el año 
Los alvéolos o celdillas de la cara inferior de aquel colchón, propiciaban que se adaptase a la forma del cuerpo en todo su contorno, proporcionando así un mejor descanso. Doy fe.

Colchón de muelles ‘Flex’. En la segunda mitad del siglo XX (1956), la empresa FLEX inicia la fabricación de colchones de muelles entretejidos a mano. A partir de esa fecha, incorpora el símbolo del ‘cisne’ que continúa siendo el distintivo de la marca.

En 1970, lanza al mercado el colchón ‘Flex-Multielástic’, con el eslogan ‘El mejor colchón que jamás se hizo’. 


Diez años más tarde (1980), llegaría el lanzamiento de la primera base tapizada ‘Tapiflex’, que todavía hoy es un referente. Y, en 1985, como alternativa al ‘Tapiflex’, se daría a conocer la nueva base de lamas de madera, de tensión regulable, ‘Body Flex’.

Colchón de muelles ‘Pikolin’. En 1959 se crea la marca ‘Pikolin’ y comienza la fabricación de colchones de muelles (“¿Sabía usted que hay muchas formas de dormirse? ¡A mi Plin! Yo duermo en Pikolin. Pikolin, el famoso colchón de muelles”). En 1970, incorpora el famoso muelle lateral ‘Springwaal’. Y, en 1977, lanza al mercado el primer somier de láminas ‘Guardaespaldas’.


EPÍLOGO

Con esta cuarta y última entrega, pongo fin al recorrido por los ingenios tecnológicos que, de alguna manera, formaron parte de mis vivencias. Les agradezco que me hayan acompañado, recorriendo aquel largo camino hacia un futuro soñado… que ya es una real
idad.

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