martes, 10 de diciembre de 2013

El largo camino hacia un futuro soñado... (II)



Por Robert Newport

BOMBONA DE GAS BUTANO
El gas butano GLP (gas licuado del petróleo) está considerado como una energía eficaz, por su elevado poder calorífico; limpia, por tener una combustión sin residuos de azufre ni micropartículas; económica, por su inmejorable relación calidad/precio; y segura, porque su instalación está realizada y controlada por sistemas altamente fiables.

Con la comercialización del gas butano para el consumo doméstico, y la implantación de una  red de distribución (logística) garantizando el suministro a domicilio, se abrió un amplio abanico de posibilidades en la fabricación de electrodomésticos: cocinas, hornos, estufas, calentadores de agua, hornillos, etc.

La llegada de aquella bombona color naranja a nuestros hogares, que ya formaba parte del ‘mobiliario’ de nuestras cocinas, del ‘paisaje’ móvil de nuestras ciudades y de la ‘banda sonora’ de nuestras calles (sonido metálico diferenciado: bombona llena, bombona vacía), significó el comienzo de una nueva era energética. El punto de partida hacia un progreso que ya era imparable.

Por cierto, aquel color naranja de las bombonas de gas -¡quién lo iba a decir!-, acabaría normalizándose en las cartas cromáticas como color ‘naranja butano’ o, simplemente, color ‘butano’.

CALCULADORA
Recuerdo aquellas sumas interminables en los libros de contabilidad: Diario, Mayor, Caja…, para las que aún no existía máquina sumadora. O las multiplicaciones y divisiones con cantidades de vértigo. ¡Qué agotamiento mental! Y no digamos extraer raíces, cuadrada o cúbica, de magnitudes importantes. ¡Alopecia galopante!

Abundando en las sumas contables realizadas a mano -y esto para conocimiento de la generación de la informática-, quiero añadir que, al tratarse de operaciones que podían contener alrededor de 30 sumandos, se procedía, como es preceptivo, sumando desde arriba hacia abajo. Pero, al no tener la plena seguridad de la exactitud del resultado, se hacía la comprobación sumando en sentido inverso, desde abajo hacia arriba. Otro sistema, al objeto de disminuir el margen de error, consistía en fraccionarla en dos o tres sumas más cortas, sumando luego los resultados. Ambos procesos, lentos y laboriosos.

Permítanme referirles la siguiente anécdota: Cuando, en 1886, el primer ferrocarril de Galicia pasó a denominarse ‘The West Galicia Railway Company’, con domicilio social y Consejo de Administración en Londres -aunque la Gerencia permaneció en Vilagarcía-, periódicamente venía, desde Londres, un inspector inglés. Aquel agente, cuya capacidad mental excedía lo razonable, revisaba las sumas de los libros contables y de explotación utilizando un método nada convencional. En lugar de seguir el procedimiento estándar: sumar primero las unidades, luego las decenas, las centenas…, él sumaba directamente las cantidades (sumandos) de dos y tres dígitos, hasta llegar al total. Un mentalista en toda regla. ¡Increíble! Pero cierto.

Para cálculos matemáticos de cierta relevancia -en proyectos científicos y de ingeniería-, disponíamos de una herramienta razonablemente fiable: la Regla de Cálculo. Aquel instrumento, cuyo manejo requería cierta formación y entrenamiento, significó contar con el aliado indispensable para obtener, con relativa inmediatez, resultados satisfactorios.

En los años ‘50 y ‘60, el ambiente de relativa tranquilidad de las oficinas, interrumpido ocasionalmente por el sonido -¡ring, ring, ring!- del teléfono, o el tecleo en las máquinas de escribir, se vio seriamente alterado por los sonidos onomatopéyicos -¡clac, clac, clac,… cras!- producidos al pulsar los botones y al accionar la palanca de las máquinas calculadoras mecánicas manuales: Hispano Olivetti y similares. Posteriormente, los nuevos modelos incorporaron el accionamiento eléctrico, con lo que se atenuaron aquellos ‘machacones’ sonidos de marcado y procesado de las operaciones. En mi opinión, aunque pueda parecer una estupidez, aquellas primeras máquinas calculadoras que procesaban las cuatro operaciones básicas, conjuntamente con la máquina de escribir Hispano Olivetti Lexicon 80 y los archivadores metálicos de carpetas colgantes, significaron el inicio de la modernización de las oficinas.

Recuerdo, con gran admiración, la que yo consideraba el ‘non plus ultra’ de las máquinas calculadoras mecánicas manuales de oficina: la ‘Original Odhner’, fabricada en Suecia. Un prodigio de la ingeniería mecánica de alta precisión. 

La llegada de las calculadoras eléctricas (con transistores) y, posteriormente, las electrónicas (con circuitos impresos), fue el preámbulo de una nueva era: la de las computadoras. 

CASETE (CASSETTE) Y SOPORTES DISCOGRÁFICOS
Es increíble cómo pasa el tiempo. Los de mi generación -hoy, jóvenes maduros-, recordamos los pesados y frágiles discos fonográficos de pizarra (78 rpm) de La Voz de su Amo, Odeón, Columbia, Philips, etc., que escuchábamos en aquellos gramófonos, fonógrafos o gramolas, de nuestros abuelos.

A finales de los años ‘40 del siglo XX, empezaron a editarse los discos de vinilo (microsurcos), que convivieron con los de pizarra hasta mediados de los años ‘50, afianzándose como soporte discográfico que alcanzó una gran popularidad. Aquellos vinilos se editaban, básicamente, en dos formatos: el “Single”, de menor tamaño y capacidad, que giraba a 45 ó 78 rpm, y el “Long play” (más conocido por sus iniciales “LP”) cuya velocidad de giro era de 33 1/3 rpm. Los aparatos reproductores  de discos de vinilo (‘tocadiscos’ o ‘pickups’) se fabricaron en distintas modalidades de sonido (monoaural o estéreo) y en múltiples modelos y tamaños.

El casete (cinta magnética), creado por Philips en 1962 y comercializado en 1963, fue, entre los años ’70 y comienzo de los ’90, uno de los dos formatos más populares de la música pregrabada, conjuntamente con el disco de vinilo. El tiempo de reproducción del casete variaba según la longitud de la cinta magnética. Así, los había de 30, 45, 60, 90, 120 y 180 minutos de duración, entre las dos caras. Su pequeño tamaño, que con el estuche no ocupaba más que un paquete de cigarrillos, permitía llevarlo cómodamente en el bolsillo. Y, a modo de curiosidad, cuando el rebobinado se hacía de forma manual, introducíamos el cuerpo exagonal de un bolígrafo BIC o de un lápiz en el orificio de uno de los dos carretes, y lo hacíamos girar con los dedos pulgar e índice.

Posteriormente, el Compact Disc (CD), soporte digital óptico creado por Philips y Sony en 1979, todavía vigente en el mercado, desplazó al casete y al disco de vinilo. 

De todos modos, en lo que a soporte discográfico se refiere, yo haría la siguiente distinción: Disco de pizarra, el sonido de la ‘precariedad’. Disco de vinilo, el sonido de la ‘realidad’. Disco compacto (CD), el sonido de la ‘tecnología’. ¿Volverá el disco de vinilo a ocupar el lugar que, por derecho, le corresponde? Sólo es cuestión de tiempo.  

CICLOMOTOR, MOTO GUZZI HISPANIA Y SCOOTER
La RAE define al ciclomotor como ‘Bicicleta con motor de pequeña cilindrada, que no puede alcanzar mucha velocidad’.

Recuerdo cómo, siendo muy jóvenes, disfrutábamos de la bicicleta en aquellas calurosas tardes estivales, ‘aventurándonos’ a conocer lugares distantes: Caldas de Reis, Cambados… Incluso, muy distantes: Sanxenxo, A Lanzada, O Grove… También participando en competiciones -gymkhanas- deportivas escolares, en las que algunos, con asombroso y envidiable equilibrio, pedaleando sentados sobre el manillar, de espaldas a la dirección de la marcha, conseguían avanzar y superar diversos obstáculos con gran habilidad. Otros, -álter ego-, en un alarde de inconsciente osadía -¡imprudencia temeraria!-, con la bicicleta sobre uno de los raíles de la vía del tren, pedaleábamos a toda velocidad…, después de muchos intentos fallidos, protagonizando espectaculares y antológicas caídas.

En la segunda mitad del siglo XX, siendo los años ‘50 y ’60 los de mayor auge, la aparición de los ciclomotores revolucionó la circulación sobre dos ruedas. La proliferación de aquellos vehículos -paradigma de la ley del mínimo esfuerzo-, hizo que la bicicleta quedara relegada a un nivel inferior. Así las cosas, los que no podíamos permitirnos tener un ciclomotor -y continuábamos haciendo ejercicio ‘cabalgando’ a lomos de la bicicleta-, descendimos a la categoría de ‘chusqueros’ de los vehículos de dos ruedas.

Los tres ciclomotores que considero más representativos de aquella época: ‘Velosolex Orbea’, ‘Ossa 50’ y ‘Mobylette GAC’, constituyen una parte importante de mis recuerdos y vivencias; ya que, a pesar de no haber tenido ninguno de aquellos vehículos, sí pude disfrutar conduciéndolos. Incluso, debido a la simplicidad de su mecánica, tuve la oportunidad de desmontar y reparar los motores de dos de aquellos ciclomotores. Pero esa es otra historia…

Aunque los ciclomotores habían conseguido una relevante cuota en el mercado de los vehículos ligeros de dos ruedas, aquel mismo mercado demandaba una motocicleta de pequeña cilindrada. Así irrumpió en el panorama del motor la Moto Guzzi Hispania. Su color rojo, el característico y fácilmente identificable sonido, y la palanca del cambio de velocidades a la derecha del depósito de gasolina, hicieron de la ‘Guzzi’ una motocicleta singular… Y muy popular.

Pero llegó un nuevo concepto de moto: el ‘scooter’. En febrero de 1953 se fabrica en España la primera VESPA de 125 cc.  Una de las características de esta motocicleta, tal vez la principal, es la situación del motor: a la derecha de la rueda trasera -a la que va acoplado el sistema de transmisión-, con el cilindro en posición horizontal.

En 1954, en la fábrica de Eibar, se fabrican los primeros modelos LAMBRETTA 125/150 cc ‘D’; a los que, al poco tiempo, seguirían los modelos de 125/150 cc ‘LD’. A diferencia de la VESPA, el motor de la LAMBRETTA va situado en el centro (eje de simetría longitudinal), logrando así una mayor estabilidad. En aquella época existían dos eslóganes en los anuncios publicitarios de esta marca: ‘¡Lambretta, la scooter perfecta!’ y ‘¡Moto Lambretta, suspensión perfecta!’.

Así como nunca tuve ciclomotor, tampoco fui propietario de una moto. Sin embargo, ello no fue obstáculo para que tuviera la oportunidad de conducir algunas de ellas en aquellos años ’50 y ‘60: ‘Guzzi 65’, ‘Ossa 125’, ‘Lambretta 125’, ‘Vespa 125’, ‘Montesa Brío 81’ y ‘Ducati 125’. Recuerdo que, para obtener el correspondiente Permiso de Conducción de motos, me presenté al examen con una ‘Lambretta 125’ ¡Cuánto llovió desde entonces…! 

CINE
El cine, como otras muchas industrias a lo largo de los años, ha ido evolucionando progresivamente hasta nuestros días. Hoy, por ejemplo, podemos disfrutar del cine en 3D; algo impensable en el ocaso de la primera mitad del siglo XX, en que los de mi generación empezamos a ver nuestras primeras películas.

Recuerdo, en blanco y negro, la saga del Dr. Fu-Manchú: ‘Los tambores de Fu-Manchú’, ‘La venganza de Fu-Manchú’, ‘Fu-Manchú ataca’…, que se proyectaba, en jornadas, en el Cine Arosa. Jóvenes y mayores, esperábamos con impaciencia la llegada del día de proyección. El éxito de público estaba asegurado. ¡Lleno hasta la bandera! He de reconocer, sin embargo, que la calidad, tanto a nivel de filmación como interpretativo, vista desde la distancia temporal, dejaba mucho que desear. Pero era la lógica consecuencia de la precariedad de medios de la época. 

También -¡cómo no recordar!-, las películas de los Hermanos Marx y sus absurdas genialidades: ‘Sopa de ganso’, ‘Una noche en la ópera’, ‘Una tarde en el circo’, ‘Los Hermanos Marx en el oeste’, ‘Una noche en Casablanca’… ¡Únicos e irrepetibles!

Hemos sido testigos de la llegada del ‘Technicolor’, de la ‘Pantalla panorámica’, del ‘Cinemascope’. También, en nuestro otrora pueblo y hoy ciudad, vivimos los estrenos de películas emblemáticas: ‘Robín de los Bosques’, ‘Blancanieves  y los 7 enanitos’, ‘101 dálmatas’, ‘La Dama y el Vagabundo’, ‘Lo que el viento se llevó’, ‘El Mago de Oz’, ‘Las cuatro plumas’, ‘El ladrón de Bagdad’, ‘Quo Vadis’, ‘La Túnica Sagrada’, ‘Moisés’, ‘Los Diez Mandamientos’, ‘Cómo casarse con un millonario’, ‘El crepúsculo de los dioses’, ‘Espartaco’, ‘Ben-Hur’, ‘Cleopatra’, ‘Rey de reyes’, ’55 días en Pekín’, ‘Doctor Zhivago’, ‘La vuelta la mundo en 80 días’, ‘El puente sobre el río Kwai’, ‘Lawrence de Arabia’, ‘El día más largo’, ‘Éxodo’… Y un sinfín de títulos muy significativos en la historia de la cinematografía.

2 comentarios:

  1. Muy bien descrito, y hasta parece que debe ser algo bonito, la vulgar bombona de butano. Todavía hoy la usamos en Tomiño. El gasóleo sale mucho más caro...Me hizo gracia lo que cuentas del inglés que sumaba las cifras enteras. Mi nieto el de siete años, tiene el síndrome de Asperger (si no lo conoces, busca....) Hace poco en el colegio le enseñaban a sumar "llevando". En casa haciendo los deberes ..."Mami, tengo que sumar 225 más 340 y son 565 ¿dónde pongo las que se llevan? de memoria...Tiene otros muchos problemas pero nó matemáticos.
    Los discos, llegué a los de vinilo (que todavía conservo) pero en casa de unos amigos conocí unos discos metálicos que de broma, golpeaban "para quitarles el polvo". Nuestro primer tocadisco lo trajo mi marido de Canarias en 1962, en su viaje de Elcano (su primer sueldo, serio) y algunos discos. De ciclomotores...nada.
    De cine, la primer película que recuerdo fue en el Fantasio "Alba de America" cuando la ví años después me llevé una desilusión. Tu continúa y si me dejan mis nietos yo también....

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    1. Agradezco, como siempre, tu comentario, Marité. Y en cuanto a tu nieto... ¡Qué te voy a decir que tú no sepas! Fomentar esa capacidad que tiene para las matemáticas. Un abrazo.

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