domingo, 3 de noviembre de 2013

Los Almacenes de Coloniales en Vilagarcía de Arousa






















Por Robert Newport
30 octubre 2013

Mi irrupción transitoria en el mundo de los Almacenes de Coloniales, actividad que simultaneaba con mi formación técnica en Diseño Industrial, duró poco más de 3 años. Durante ese tiempo, tuve la oportunidad de familiarizarme con una actividad que, en la segunda mitad del siglo XX, del mismo modo que las tiendas de ultramarinos, tenía una gran relevancia en el sector de la alimentación en nuestro pueblo, al mismo tiempo que abastecía las comarcas de O Salnés y O Barbanza.

Hasta donde alcanza mi memoria, recuerdo en Vilagarcía los siguientes:

·         Almacenes Vidales.
·         Coloniales Laureano Santos.
·         Almacenes Llovo.
·         Coloniales Sucs. de Waldo Riva.
·         Coloniales José Bouzada López.
·         Coloniales Alfonso Rolán Sampedro.
·         Almacenes La Palomita.
·         Coloniales Calixto Abalo de la Torre.
·         Coloniales Vista Alegre.

De todos ellos, Almacenes Vidales quedó muy difuso en mi memoria -yo era entonces muy niño-, pero sí recuerdo que estaba en la calle Ramiro Cores (hoy, Avda. da Mariña), justo enfrente de la Plaza de la Pescadería. Años más tarde, en aquellas instalaciones se estableció Calixto Abalo de la Torre.

En aquellos emblemáticos y bien surtidos almacenes se comercializaban, entre otros muchos, los siguientes productos:

  • Cereales: harina, envasada en sacos de arpillera de 100 Kg.; arroz, en sacos de yute de 50 Kg.
  • Azúcar: envasada en sacos de lienzo de 60 Kg.
  • Tubérculos: patatas, de siembra o de consumo, en sacos de arpillera de 50 Kg.
  • Vinos y bebidas espiritosas a granel: vino blanco J.B. Berger, de Vilafranca del Penedés (Barcelona), en barriles (medias pipas) de 250 litros; vino de Castilla, que llegaba por ferrocarril, en fudres (cubas de gran capacidad: 14.000 ó 16.000 litros), que luego se trasvasaba a barriles (medias pipas) de 250 litros; moscatel y mistela, en barriles de 4@ (60 litros); aguardiente, blanca o de hierbas, en garrafas de 1@ (16 litros).
  • Vinos embotellados: blanco, tinto, rosado, espumoso (cava, champán,…), en cajas de 12 botellas.
  • Licores y bebidas espiritosas embotelladas: coñac o brandy, anís, ponche, jerez o Sherry, whisky, ron, ginebra, vodka, triple seco, vermut blanco, vermut rojo,…
  • Sidra: embotellada, en cajas de 12 botellas. A granel, en barriles de 6@ (100 litros).
  • Aceite de oliva: latas de 1, 2, 5 y 10 litros; botellas de 1 litro; bidones de 50 litros (antiguamente habían existido de 100, 400 y 600 litros, con aceite de oliva y de soja).
  • Vinagre: embotellado y a granel.
  • Pastas alimenticias: fideos, macarrones,… (cajas de cartón de 10 Kg.)
  • Especias: azafrán, pimienta, pimentón,… (sobres en cajas de corcho y latas de distintos tamaños)
  • Jabón: pastillas (cajas de madera de 40 Kg.)
  • Escobas y estropajos vegetales, y demás útiles y productos de limpieza del hogar.
  • Pulpa de remolacha para alimentación animal (ganado vacuno y equino)
  • Bacalao: hojas en sacos de arpillera.
  • Galletas: María tostada, coco, surtidas, saladas para aperitivo,…
  • Frutos secos: cacahuetes, nueces, almendras, castañas, castañas mayas, higos pajareros, higos de Málaga, pasas, dátiles,…
  • Conservas: vegetales y de pescado, en toda una gama de envases y tamaños.
  • Aceitunas: con hueso, deshuesadas y rellenas de anchoa.
  • Chocolate, cacao, café y sucedáneos.
  • Productos navideños: turrones, mazapanes, polvorones, peladillas, piñones,…
  • Caramelos: limón, naranja, toffee, rellenos de frutas o licor, surtidos, Chupa Chups,…
  • Petróleo: bidones de 50 litros (concesión de Campsa a Coloniales Calixto Abalo de la Torre) Se utilizaba para los ‘quinqués’, hornillos y estufas, en zonas deficitarias de fluido eléctrico.
  • Fósforos: con varilla de papel encerado o de madera, en cajas de distintos tamaños (concesión de Fosforera Española a Coloniales Sucs. de Waldo Riva).

Todos los Almacenes de Coloniales, sin excepción, tenían, al menos, un vendedor (viajante, se llamaba entonces) que, con alternancia semanal, recorría las comarcas de O Salnés y O Barbanza, visitando a sus clientes.

En la ruta de O Salnés, excluyendo Vilagarcía y su área de influencia -que tenían un protocolo específico condicionado por la cercanía-, los vendedores, en función de la correspondiente cartera de clientes, solían establecer el siguiente itinerario: Corón, As Sinas, Vilanova de Arousa, A Illa de Arousa, Caleiro, Corvillón, Cambados, Castrelo, Nantes, Meaño, Dena, Vilalonga, Rouxique, Noalla, O Grove, Portonovo y Sanxenxo.

En la ruta de O Barbanza, el itinerario establecido era el siguiente: Bamio, Abalo, Catoira, Valga, Pontecesures, Padrón, Asados, Rianxo, Taragoña, Boiro (Abanqueiro y Cabo de Cruz), Escarabote, A Pobra do Caramiñal, Palmeira y Santa Uxía de Ribeira.

Como norma general, salvo en condiciones meteorológicas muy adversas, los lunes se visitaba A Illa de Arousa -en la que existían algo más de 60 tiendas-, con el fin de que al día siguiente, martes, que había mercado en Vilagarcía y venían las lanchas motoras, se pudieran cumplimentar los pedidos enviando la mercancía.

En aquella época, todavía no existía el puente que hoy une A Illa de Arousa con el continente. Por ello, era necesario desplazarse hasta Vilanova de Arousa -en vehículo de la empresa (coche o moto) o en autobús-, y, desde allí, trasladarse en lancha motora. Otras veces, en función de los horarios y del estado de la mar -principalmente durante los meses de invierno-, se podía ir directamente desde Vilagarcía en la lancha motora que, procedente de A Illa, en viaje de ida y vuelta, partía del muelle de pasajeros. Una vez allí, la estancia se prolongaba hasta las siete de la tarde. A esa hora, siempre que las condiciones meteorológicas lo permitieran, se emprendía el viaje de regreso. Como es lógico, había que comer allí; y los vendedores (viajantes) -de coloniales, droguería, ferretería, efectos navales, materiales de construcción y saneamiento, etc.-  se repartían, preferentemente, entre el ‘Bar Club’, situado en el puerto (frente al muelle de O Xufre), y la ‘Casa de comidas Alfonso Otero’, en el centro urbano.

En torno a los Almacenes de Coloniales existía un amplio servicio de transporte para la distribución (logística) de la mercancía, en función de la distancia, peso y volumen. Así, para el reparto urbano y lugares aledaños, solían utilizarse carretillas y carretas de mano, carros y carrozas de tracción animal, motocarros y camionetas. Para las rutas de O Salnés y O Barbanza, debido al largo recorrido, y al peso y volumen de la mercancía, se fletaban camiones con capacidad suficiente para transportar entre 8 y 10 toneladas de mercancía.

Los almacenes de Laureano Santos y Sucs. de Waldo Riva, tenían carroza propia tirada por dos mulas. Aquella consistía, básicamente, en una gran plataforma estructural pavimentada de madera, sobre la que se depositaba la carga; un pescante para el conductor y acompañante, y dos ejes -el delantero direccional, con un amplio radio de giro- con ruedas radiales de madera y banda de rodadura de llanta de acero. Debajo de la plataforma, longitudinalmente, se alojaban los ‘polines’ que facilitaban la carga y descarga de barriles y bidones. Estas carrozas formaban parte del paisaje urbano cotidiano en las adoquinadas calles de Vilagarcía, y también se las podía ver por Carril, Vilaxoán, Os Duráns,…

En aquellos almacenes, y también en las tiendas de ultramarinos, se apreciaban aromas diferenciados que se dispersaban agradablemente, invadiéndolo todo, por las distintas zonas de almacenaje, delatando la existencia de productos naturales, a granel o envasados, fácilmente identificables. Todo aquello se perdió en las nieblas del tiempo, dando paso a los asépticos e impersonales supermercados e hipermercados.

Es cierto, sin embargo, y así hemos de considerarlo, que el esfuerzo físico que requería la manipulación de algunas de aquellas mercancías -los sacos de harina alcanzaban los 100 Kg. de peso-, soportadas por un solo hombre sobre sus hombros o espalda, era totalmente inhumano. Todas las operaciones de carga y descarga se realizaban a mano y en unas condiciones de trabajo lamentables. En ese aspecto, qué duda cabe, se ha humanizado el trabajo ostensiblemente. Al mismo tiempo, los embalajes, para la preservación y asepsia de los alimentos, se han optimizado considerablemente. Hemos de concluir, por tanto, que en algunas cuestiones no todo tiempo pasado fue mejor.

CURIOSIDAD

En A Illa de Arousa, que en aquel entonces pertenecía al concello de Vilanova de Arousa, sus habitantes habían creado la denominada ‘Comisión de Iniciativas’, en la que se presentaban propuestas relacionadas con la comunidad, decidiendo posteriormente, en sesiones asamblearias, si se elevaban a las más altas instancias. Allí se empezó a gestar la necesidad de construir un viaducto que acabara con el aislamiento de sus cerca de 5.000 habitantes.

ESLÓGANES PUBLICITARIOS DE LA ÉPOCA

  • Achicoria ‘La Noria’, sabor y aroma que no engaña. ¡Es la mejor achicoria de España!
  • Chocolates ‘La Perfección’. ¡Qué buenos son!
  • Es el Cola-Cao desayuno y merienda. Es el Cola-Cao desayuno y merienda ideal. ¡Cola-Cao! ¡Cola-Cao!
  • ¡Unte el pan con Tulipán!
  • Coñac Soberano, es cosa de hombres.
  • Coñac Veterano, de Osborne. ¡El toro!
  • Coñac Decano, Caballero ¡Qué coñac!
  • Coñac Fundador. Está como nunca. Está como nunca. Está como nunca. ¡Fundador!
  • Leche, cacao, avellanas y azúcar. ¡Nocilla! ¡Nocilla, qué merendilla!
  • El Lobo, que gran turrón, que gran turrón…

ANÉCDOTA

Los viajantes de coloniales, unidos a los de otros ramos comerciales, constituían un colectivo muy bien avenido. Existía entre ellos un gran respeto cuando se trataba de visitar a clientes comunes, y una sana complicidad que, en algunas ocasiones, les llevaba a protagonizar episodios como el que relato a continuación:

“A la hora de la comida, coincidieron varios viajantes en un restaurante de una conocida localidad costera. En la sobremesa -momento de distendida y animada charla-, uno de ellos comentó que necesitaba la colaboración de los que le acompañaban, para intentar vender un stock de 30 cajas de 12 botellas de una conocida marca de coñac, cuya aceptación había disminuido en favor de otra que, desde hacía algún tiempo, y apoyada por una contundente campaña publicitaria, se había adueñado del mercado. 

Aquel viajante, que a lo largo de su dilatada trayectoria profesional había desarrollado una singular técnica de ventas, hizo una detallada exposición del plan estratégico a seguir. Se trataba de que los otros viajantes, actores secundarios ocasionales, entraran a tomar café en los bares y cafeterías que él les indicaba -todos clientes suyos-, y pidieran una copa de coñac de la marca en cuestión. Así lo hicieron. Y, efectivamente, como suponían, aquellos establecimientos ya no trabajaban dicha marca; de todos modos, el camarero o el mismo propietario, les ofrecían la que, mayoritariamente, solían pedir sus clientes habituales. Pero ellos, siguiendo el plan establecido, declinaban el ofrecimiento y únicamente se tomaban el café. Y así procedieron hasta que todos ellos, en una rotación perfectamente coordinada, completaron el recorrido.

Una vez concluida la primera parte del plan, entró en escena el ‘actor’ principal. Se presentó en cada bar y cafetería en los que, previamente, habían ‘actuado’ sus compañeros; y, con la naturalidad y aplomo del que se ha curtido en cien batallas, pidió un café y una copa de coñac ‘X’. Sorprendidos, el camarero o el propietario, y con la confianza adquirida tras muchos años de relación comercial, le comentaron que aquella tarde varios clientes les habían pedido aquella marca de coñac que ya no trabajaban porque ya nadie lo pedía. El protagonista de esta historia, con convincente elocuencia, les hizo saber que aquel coñac volvía a estar muy solicitado porque su agradable y suave buqué era aceptado nuevamente, a la vez que su precio estaba equiparado al de los otros de igual categoría… Aquella tarde memorable, consiguió vender 12 cajas. Y en los dos días siguientes, aplicando la misma estrategia en dos localidades cercanas a la anterior, vendió 16 cajas más. Las dos que quedaron en el almacén, finalmente pasaron a formar parte de las cestas de Navidad de los empleados y amigos.

¡Quién lo iba a decir! Aquel plan estratégico, cuyo resultado fue todo un éxito de ventas, propició que aquella marca de bebida espiritosa recuperara, discretamente, la aceptación que durante largo tiempo había perdido… Y a partir de aquel momento -¡paradojas de la vida!-, fue necesario disponer en los almacenes de un stock permanente de aquel coñac”.

Esta ha sido la visión personal de mi efímero, aunque muy gratificante, recorrido por el sector de la alimentación a través de los, antaño emblemáticos, Almacenes de Coloniales en nuestro pueblo.


2 comentarios:

  1. Roberto,
    Me ha encantado. Cuanto más lo,leo mas se reactiva mi memoria.
    Recuerdo un slogan local que se oia en los partidos del Arosa:
    ¿Va a beber?. Un consejo, beba vinos Pinarejo. Bodegas Mario, Villagarcía

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  2. Paco, efectivamente, yo también recuerdo aquel eslogan. Gracias por tu comentario. Un saludo.

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