Por Robert Newport
03 julio 2009
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iempre hemos sido europeos, geográficamente hablando, y
eso es incuestionable. Pertenecíamos al viejo continente y nos avalaba una
historia que pocas naciones tenían. A pesar de todo, nos encontrábamos aislados
y nos sentíamos inferiores; incluso, ninguneados. Éramos el país más al sur del
continente. Trabajábamos aquí, con más o menos garantías de supervivencia; pero
también emigrábamos, para mejorar nuestras condiciones de vida, a trabajar
fuera: a Europa, decíamos. Porque, entonces, no nos considerábamos -mejor, no
nos consideraban- europeos; aunque, también, en cierto modo, teníamos miedo a
serlo.
Los tiempos han cambiado, afortunadamente, y las
circunstancias nos han llevado a formar parte de la Comunidad Europea.
¡Ya somos europeos de pleno derecho! Pero esta Europa, que estamos construyendo
entre todos, exige dedicación, seriedad y solvencia, demostrables. Sin embargo,
ahora que estamos en plena campaña electoral para elegir a nuestros
representantes en el Parlamento europeo, los ciudadanos de a pie -que
representamos la mayoría- vemos, con
estupor, como nuestros mitineros
políticos se insultan, se descalifican, se reprochan el uso o abuso de
helicópteros y aviones militares… ¡Pero no nos hablan de Europa! No hablan de las
posibles oportunidades, ni de intereses, ni de derechos, ni de empleo estable,
ni de cómo se solucionará la crisis… ¿Se habrán olvidado del por qué de esta
campaña?
¡Asombroso! Antes le teníamos miedo a Europa, y ahora le
hemos perdido el respeto. Y ese mismo respeto, nuestros políticos nos lo han
perdido a los ciudadanos que les votamos.
(Publicado en "www.polseguera.com")
(Publicado en "www.polseguera.com")
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