Por Robert Newport
08 febrero 2008
E
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l Papa Juan Pablo II nos dijo que el infierno no existía
como tal, sino que era una metáfora. El
actual Papa, Benedicto XVI, nos asegura ahora que sí existe el infierno y que,
además, no está vacío. Bueno, me
consuela saber que todavía, a mi edad, tengo capacidad para sorprenderme. Digo esto porque, a estas alturas de mi vida,
yo creía que sobre este asunto lo había oído todo. Que estaba todo dicho y
aclarado. Pero, ¡cuidado!, la amenaza
continúa.
El infierno, son las guerras en las que mueren seres
humanos, víctimas inocentes de las decisiones caprichosas de mandatarios sin
escrúpulos. El infierno, son los atentados terroristas que causan víctimas. El
infierno, son las privaciones que pasan tantas y tantas familias por falta de
recursos económicos. El infierno, son las mujeres maltratadas y asesinadas. El infierno, terrible y abrasador, son los
miles de niños y adultos que mueren diariamente, en el continente africano, víctimas de enfermedades para las que no
existe tratamiento médico específico porque no le interesa económicamente a los laboratorios
farmacéuticos. Infierno, y también
purgatorio, es nacer rodeado de miseria, hambre, enfermedad y muerte. Infierno, es vivir en un permanente estado de
ansiedad y miedo a las incursiones de las guerrillas en algunos países
sudamericanos. Infierno, en definitiva, es carecer de alimentos para poder
vivir, de medicinas para curar las enfermedades y de libertad para tener una
vida en paz.
El Papa, por el hecho de serlo, se
merece todo nuestro respeto. Pero las víctimas de las guerras, de los atentados
terroristas, del hambre, de la enfermedad y de la muerte, también. Porque, diga
lo que diga el Santo Padre, el infierno lo tenemos aquí en la Tierra , y tampoco está
vacío.
(Publicado en la sección "Cartas al director" de "La Voz de Galicia", el 12 de febrero de 2008)
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