Por Robert Newport
08 mayo
2008
L
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a crónica de Susana Peña y el
artículo de Xosé Carlos Caneiro (La Voz, jueves 8 de mayo) sobre el caso de un
paciente con desprendimiento de retina, que tuvo que acudir a la sanidad
privada para someterse a una operación urgente de necesidad, es seriamente
preocupante y -como dijo aquel piloto de aviación a los pasajeros- el que sea
creyente que empiece a rezar. Porque, efectivamente, encontrarse en una
situación como la de este hombre, es para echarse a temblar.
El SERGAS (Servicio Galego de
Saude), como responsable de mantener y mejorar el estado de salud de los
ciudadanos, podemos decir que presenta un cuadro clínico con una sintomatología
de grave carencia operativa; producida, presumiblemente, por una manifiesta
incapacidad de gestión, que dificulta el normal funcionamiento de la estructura
orgánica de la atención sanitaria.
La política sanitaria ha de
hacerse en función de las necesidades del núcleo de población al que va
dirigida, dotando de medios humanos y materiales –facultativos, ATS, auxiliares
y tecnología- a los servicios de atención primaria y a los complejos
hospitalarios, con el fin de agilizar los diagnósticos, las urgencias y las
intervenciones quirúrgicas. De esta forma se reducirían ostensiblemente, de una
puñetera vez, las saturadas “listas de espera”. ¿Qué, para lograrlo, hace falta
dinero? Naturalmente. Por ello, hay que evitar el despilfarro en iniciativas
superfluas y en obras faraónicas innecesarias, establecer un orden racional de
prioridades y dedicar lo que sea preciso del erario público, para salvaguardar
lo que intrínsecamente nos pertenece: la salud y la vida.
(Publicado en la sección "Cartas al director" de "La Voz de Galicia", el 12 de mayo de 2008)
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