Por Robert Newport
06 febrero 2009
D
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ebido a la actual crisis económica,
se está produciendo en nosotros un cambio de comportamiento, hacia las personas
y las cosas, que resulta francamente preocupante. Me refiero, naturalmente, a
la aptitud de desconfianza ante situaciones cotidianas -las de toda la vida- que,
en una realidad económica diferente, no merecerían comentario alguno. Veamos
varios ejemplos:
-A la familia de tu mujer –o, a
la de tu marido- siempre la aceptaste con naturalidad, incluso con cariño. Hoy,
sin embargo, la conceptúas de forma diferente, con cierto recelo, debido al calificativo
de familia política.
-De igual modo, a los amigos
siempre les habías prestado la
debida atención; pero hoy, digan lo que
digan, ya no les das demasiado crédito.
-En circunstancias como la que
estamos viviendo, te dicen que hay que mostrar una aptitud positiva y, sobre
todo, no perder la esperanza. Pero ¡si no se trata de perderla! A la Esperanza
(Aguirre)¡Dios nos libre de encontrarla!
-Sabes que dar largos paseos es
muy beneficioso para la salud, y también lo es descansar después de un largo
recorrido. Pero, tal y como están las cosas, evitas sentarte, porque ya no
confías en la estabilidad de los bancos.
-Siempre te han conmovido las
acciones de valor que veías en el cine o en la televisión. Hoy, sin embargo, lo
que te aflige es el valor de las acciones.
-Entre otros conceptos, has
estudiado en clase el estado de los elementos. Hoy, lamentablemente, ignoras
qué clase de elementos tiene el Estado.
Podríamos seguir argumentando
hasta el infinito, pero mejor será que lo dejemos en este punto, aunque con un
proverbio chino:
“Cuando
el dinero habla, la verdad calla”.
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