Por Robert Newport
17 abril 2009
L
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a información que en los distintos medios se está dando en
relación con el caso del Yak-42, no puede dejar a nadie indiferente. Los
testimonios de los forenses turcos, acusados de negligencia por el general
médico español, echan por tierra las declaraciones y los argumentos de los
médicos militares españoles. Y mentir, en un asunto como la tragedia aérea
ocurrida en Turquía, para justificar la no identificación de 30 cadáveres, es
vergonzoso y muy preocupante. Uno de los
puntos oscuros de esta historia, sin duda, es saber de quién partió la orden de
regresar a España sin haber terminado las pruebas de ADN para completar la
identificación, alegando que todo estaba dispuesto para celebrar el funeral de
Estado, y que aquí se concluirían dichas pruebas. ¿Quién lo ordenó?
Naturalmente, corresponde al juez determinar cuál de las
partes dice la verdad sobre esta desagradable historia. Mientras tanto, con la
debida cautela, prevaleciendo la presunción
de inocencia, como no podía ser de otra forma, habrá que esperar al
pronunciamiento judicial. Y los culpables, no sólo lo serán por un delito de
negligencia médico-forense, sino también por haber mentido, además de al
tribunal, a los familiares de las víctimas y, por extensión, a todos los
ciudadanos que, sobrecogidos, hemos visto las desgarradoras escenas de dolor
aquella tarde del 28 de mayo de 2003.
(Publicado en la sección "Cartas al director" de "La Voz de Galicia", el 21 de abril de 2009)
(Publicado en la sección "Cartas al director" de "La Voz de Galicia", el 21 de abril de 2009)
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