31 agosto 2016
En
los artículos que he ido desgranando, desde el frío enero hasta el caluroso
agosto de este año 2016, fui dejando constancia de las acciones y omisiones a
las que, desde mi óptica particular, nuestros políticos nos tienen
acostumbrados. No se trata de concienzudos análisis -no estoy capacitado para
tal menester- de una situación que se está prolongando en exceso, y que no es
buena para el país ni para los ciudadanos. Se trata, simplemente, de una opinión personal.
Si reflexionamos sobre ello con objetividad,
llegaremos a la decepcionante conclusión de que nos estamos desprestigiando
como nación, cuando en los albores de nuestra andadura democrática hemos sido
objeto de admiración y un ejemplo a seguir.
Así, en mi artículo Atrapados en un bucle sin fin (26.04.2016), manifestaba mi
disconformidad con la actitud del señor Rajoy renunciando a buscar los apoyos
necesarios para someterse a la sesión de investidura, declinando el encargo del
Jefe del Estado.
Del mismo modo, en el artículo ¿Y ahora qué? (30.04.2016), ante la inminente celebración de las
elecciones generales del 26 de junio, recriminaba el expectante inmovilismo de
Mariano Rajoy; el arrogante triunfalismo de Pedro Sánchez; los disparates y
salidas de tono, amén de comportamientos inadecuados, embriagado de populismo,
de Pablo Iglesias; y la sorprendente deriva de Albert Rivera.
En otro artículo, Carta a un amigo imaginario (17.06.2016), mostraba mi indignación
por la situación de provisionalidad en la que nos encontrábamos.
El artículo Reflexionemos
(22.06.2016), me sirvió para invitar a la reflexión, ante las ya inevitables
elecciones del 26 de junio, recordando como, amparándose en la crisis, los
recortes nos privaron de los derechos, no privilegios, que habíamos conseguido
con tanto esfuerzo, Sin embargo, los poderosos continuaron disfrutando de todos
sus privilegios, ajenos al crecimiento del paro y al empobrecimiento de los
ciudadanos, mirando hacia otro lado.
En ¿Por qué
ahora sí? (28.06.2016), preguntaba por qué, después de las elecciones del
26J, siendo la situación muy parecida a las del 20D -eso sí, con mayor número
de escaños, pero aún insuficiente- el señor Rajoy ahora estaba dispuesto a
negociar para conseguir los apoyos necesarios que faciliten su investidura como
presidente del Gobierno.
En Cuestión
de equilibrio (14.07.2016), planteaba tres supuestos de Gobierno: estable,
inestable e indiferente, y sus lógicas, y poco deseables, consecuencias.
El artículo La
pipa de la paz (04.08.2016), era una invocación a la concordia entre los
dos principales actores de esta opereta política, a la vez que una invitación a
enterrar el hacha de guerra, para acabar con su tediosa e insulsa
interpretación.
En Solución
salomónica (10.08.2016), proponía, muy a mi pesar, una quimérica, pero
saludable, salida al actual estancamiento político en nuestro país, con el PSOE
facilitando la investidura de Rajoy, ejerciendo una eficaz oposición,
constructiva y contundente, que le proporcionaría a Pedro Sánchez el bagaje
político necesario para poder optar en el futuro, con las debidas garantías, a
la presidencia del Gobierno.
Otro artículo, 25
de diciembre, fun, fun, fun (20.08.2016), me permitió mostrar mi malestar
por la prepotencia de un Gobierno en funciones, que se permite fijar la fecha
para una, más que probable, tercera
convocatoria de elecciones el 25 de diciembre -¡Navidad!-, ejerciendo así,
también, su poder de control sobre la vida familiar de los ciudadanos, cuya
paciencia se está agotando.
Finalmente, Cromatismo
ideológico (25.08.2016), me sirvió de excusa para expresar mi punto de
vista sobre los conceptos: derecha, centro e izquierda, que, en mi opinión, han
perdido su esencia. Al mismo tiempo, hacía referencia a la inmadurez de los
noveles aspirantes a gobernar, cuyo afán de protagonismo, además de ambición de
poder, es más que evidente.
Ayer, 30 de agosto, a las 16:00 horas, en el
Congreso de los Diputados, se inició la sesión de investidura con la
intervención de Mariano Rajoy, actor principal de esta opereta política. Su
discurso, reiterativo, tedioso e insustancial,
supera mi capacidad de aguante. No espero que haya novedades determinantes. De
manera que, me temo, aunque desearía equivocarme, de unas nuevas elecciones
generales -que serían las terceras en un año-, creo que no nos libra ni el Sursuncorda.
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