miércoles, 17 de junio de 2015

El resplandor (Revisión 2015)




Por Robert Newport
11 febrero 2009

¡No es posible! Gritaba Alex, desesperado. ¿Cómo había llegado hasta allí? No se veía nada alrededor, y el horizonte, que se le antojaba muy lejano, era una línea en la que, difuminados, se unían el cielo estrellado y el paisaje desértico. No existía nada más.

Torpemente, Alex comenzó a caminar en línea recta hacia aquel horizonte tan lejano como enigmático. Portaba una deslucida mochila con alimentos envasados al vacío, y una cantimplora llena de agua. ¡Qué situación tan absurda e incomprensible!

Caminó durante horas, y el paisaje no cambiaba. Sólo arena amarillenta que levantaba grandes nubes de polvo a su paso. Estaba bañado en sudor, y la lengua se le antojó más gruesa. Cogió la cantimplora, bebió con ansiedad y siguió caminando. El aire era caliente y el sol empezaba a asomarse por la derecha, lo que indicaba que Alex iba en dirección norte. Llevó la mano al bolsillo exterior de la vieja mochila, y dentro de una funda de piel había un manoseado papel plegado: un mapa, que Alex desplegó muy excitado. No entendía aquella cartografía. A pesar de la impecable impresión tipográfica, aquellos signos no se correspondían con ningún alfabeto conocido –Alex era un erudito y un políglota-, y no conseguía saber qué lugar representaba. Aquello no tenía ningún sentido. Estaba a punto de volverse loco. De pronto, a pesar de la claridad del día, en el horizonte empezó a brillar una luz intensa, deslumbrante, que avanzaba hacia él a gran velocidad. ¿Qué podrá ser? Se preguntaba Alex con asombro. Tal vez, con miedo. Un miedo que se iba apoderando de él a medida que aquel resplandor se acercaba. Aquella claridad cegadora, acompañada de un rugido ensordecedor, inundaba todo el desierto. Alex miraba a ambos lados, intentando escapar. ¿Pero hacia dónde? Imposible evitar aquel extraño fenómeno. ¡Ya está aquí! ¡Dios mío! ¡Socorro! ¡Socorro!

El día era espléndido. Y el sol, a través del resquicio de la contraventana, acariciaba la piel de Alex iluminando su rostro.

¡Bip, bip! ¡Bip, bip! ¡Bip, bip! Sonó el despertador sobre la mesilla de noche. De un manotazo, Alex lo hizo callar. 

(Texto revisado el 15 de junio de 2015)

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