10 julio 2015
Los
resultados de las pasadas elecciones municipales y autonómicas han sido de lo
más variopintos. Las formaciones -algunas de nuevo cuño- que salieron elegidas
en ayuntamientos y comunidades autónomas para gobernarnos durante los próximos
cuatro años, no todas tienen decidido con quién van a pactar. Y es que también
en esto predomina la ley de la oferta y la demanda: si me ofreces tal o cual
área de poder, formo Gobierno contigo. De lo contrario, ahí te quedas, más solo
que la una, gobernando en minoría y recibiendo palos de un lado y de otro. Y en
esas están. Y no sólo en los ayuntamientos y comunidades. También existe un
tira y afloja para presidir las diputaciones. Todo es un vergonzoso y descarado
chantaje, vendiendo sus conciencias al mejor postor, anteponiendo los intereses
particulares y partidistas, ignorando los de los ciudadanos que les han votado.
¿Dónde queda la vocación de servicio público que se le supone a los que se
dedican a la política?
Por
otra parte, no sólo se forman coaliciones entre formaciones del mismo o
parecido color político. Por conseguir una parcela de poder son capaces de
pactar con formaciones manifiestamente antagónicas, que, salvo excepciones, más
tarde o más temprano, acaban tirándose los trastos a la cabeza.
Conceptos como dignidad, coherencia, ideología,
honestidad, honradez... parece que han quedado anticuados. Y los ciudadanos, en
nuestra ingenuidad, seguimos sin querer enterarnos.
[Publicado
en 'Faro de Vigo' (11.07.2015) y en 'La Voz de Galicia (11.07.2015), en la sección 'Cartas al Director']
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