jueves, 16 de agosto de 2012

Adolfo Suárez. Apertura al mundo


El 30 de enero de 1979, recién aprobada la Constitución, Adolfo Suárez pronuncia un discurso ante el Consejo de Europa en el que hizo un canto a Europa y a la vocación europeísta de España.


La idea de Europa ha servido muchas veces en la Historia de España de punto de referencia; negarla ha sido un testimonio de incapacidad y de impotencia política; afirmarla, un rasgo de imaginación y un acto de fe en el futuro. Se creía en Europa porque constituía la mejor representación de los ideales de democracia y de libertad. Se pensaba en Europa, en definitiva, no ya como una aspiración abstracta, sino como un programa de absoluta urgencia política.

Un gran español  -José Ortega y Gasset-  afirmó que “Europa como sociedad existe con anterioridad a las existencia de las naciones europeas”. Y nosotros hemos creído que España no sería una sociedad plena e integrada hasta que no afirmara su europeidad, con la misma fuerza e insistencia con la que hemos defendido que Europa no sería totalmente Europa mientras no pudiera contar con la presencia de una España democrática. Esta fue la idea inspiradora de las palabras de S..M. el Rey en el mensaje de la Corona al pueblo español con el que abrió el nuevo proceso político: “La idea de Europa sería incompleta sin una referencia a la presencia del hombre español y sin una consideración del hacer de muchos de mis predecesores.  Europa deberá contar con España, pues los españoles somos europeos. Que ambas partes así lo entiendan y que todos extraigamos las consecuencias que se derivan, es una necesidad del momento.”

En el devenir de los pueblos hay ocasiones en que resulta preciso elegir y España eligió la solidaridad europea. Con nuestra plena participación en las diversas instituciones, no sólo participaremos en este esfuerzo solidario, sino que deberemos exigir el esfuerzo de la integración para que Europa no siga siendo la media de los compromisos nacionales, sino la resultante de un esfuerzo y reflexión conjuntos.

Yo quisiera, como apelación final, dirigirme a la Europa de las ideas y de los sentimientos para pedirle que sea capaz de impedir que la Europa de los intereses recorte sus posibilidades y sus esperanzas.

Sólo en la medida en que podamos constituir un entramado coherente de ideas, sentimientos e intereses, sean económicos,  políticos o estratégicos, España podrá llegar a comprender que su fe en Europa se corresponde con la profunda verdad de Europa.

La Europa en la que creemos es la Europa de las libertades. Supone un modelo de sociedad que entendemos libre y pluralista y exige la estrecha concertación de las políticas de sus diversos Estados, porque si se cree que Europa es demasiado grande para vivir unida pienso, sin embargo, que es demasiado pequeña para vivir separada.


En el pleno del Congreso del día 5 de abril de 1978, en el que se dio cuenta del relevo de Fuentes Quintana por Abril Martorell y se explicó con detalle la política del Gobierno con la Constitución en el telar, Suárez situó la política exterior entre los “objetivos prioritarios” y explicó con claridad su posición.


El gobierno parte de un principio: no es concebible una política exterior de España que no sea una política de Estado, compartida por la mayoría de la nación y, por supuesto, de los grupos políticos que componen el Parlamento.

Si hay algún orden de nuestra vida pública donde es necesaria la coincidencia por encima de las opciones ideológicas o de partido, ese orden es el papel de España en el mundo.

Por todo ello, y contando con que muchos temas concretos han de ser objeto de debate parlamentario en su momento, el Gobierno se plantea una política exterior, dentro de la política general del Estado, que parte de la realidad de España: de su realidad política, de su realidad geoestratégica y de su realidad económica.

Nuestra acción exterior es, ante todo, resultado de un objetivo prioritario, no negociable, irrenunciable, sobre el que la supervivencia misma del Estado se apoya. Me refiero a la independencia e integridad de la nación.

En este orden, afirmar la seguridad del territorio en el marco de nuestro entorno geográfico es nuestro punto de partida, que conlleva una vocación de solidaridad dentro del respeto al sistema de las Naciones Unidas.

En el tiempo transcurrido hasta hoy hemos normalizado nuestras relaciones con el mundo. Pero no hemos buscado sólo una normalización, sino que hemos logrado insertar a España en la órbita internacional que le corresponde.  Hoy nuestra nación está inserta en ese conjunto de países que defienden el mismo sistema de valores: la defensa de los derechos humanos, la distensión y la construcción de un orden económico internacional justo.

Pero qué duda cabe de que España debe jugar además en el mundo con unos intereses concretos. Pues bien, en la promoción de esos intereses, España actúa prioritariamente en dos áreas: Europa y América. Buscamos una solución normal con todos los países europeos y, particularmente, hemos abierto las negociaciones para una integración total en la Europa comunitaria.

En América queremos dedicar una atención especial a los países iberoamericanos, con los que hemos de pasar de unas relaciones históricas marcadas por su carácter emotivo a unas nuevas relaciones basadas en el intercambio real.

Pero queremos llegar más lejos. España está situada en el Mediterráneo y quiere contribuir a un orden de paz y colaboración con los países ribereños. Con las naciones africanas, de las que estuvimos muy alejados, queremos llegar a una política de mayor cooperación, que seha de concretar en la adopción de acuerdos específicos.

Por último, señorías, nuestra política exterior tiene otra dimensión humana inaplazable: atender y asistir a los españoles que viven fuera de nuestras fronteras. Independientemente de que el objetivo último sea su retorno, hemos de contar con la realidad de que la emigración existe y de que tiene unos problemas humanos y culturales, fundamentalmente, que debemos atender con toda la puntualidad que las circunstancias nos permiten.

España, señores diputados, desarrolla una política exterior definida por su enmarque político, económico, cultural y geográfico en el mundo occidental.


















Fuente: FUE POSIBLE LA CONCORDIA, Adolfo Suárez.  Edición de Abel Hernández. ESPASA.

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