El 30 de enero de 1979, recién
aprobada la Constitución ,
Adolfo Suárez pronuncia un discurso ante el Consejo de Europa en el que hizo un
canto a Europa y a la vocación europeísta de España.
La idea de Europa ha servido muchas
veces en la Historia
de España de punto de referencia; negarla ha sido un testimonio de incapacidad
y de impotencia política; afirmarla, un rasgo de imaginación y un acto de fe en
el futuro. Se creía en Europa porque constituía la mejor representación de los
ideales de democracia y de libertad. Se pensaba en Europa, en definitiva, no ya
como una aspiración abstracta, sino como un programa de absoluta urgencia
política.
Un gran español -José Ortega y Gasset- afirmó que “Europa como sociedad existe con
anterioridad a las existencia de las naciones europeas”. Y nosotros hemos
creído que España no sería una sociedad plena e integrada hasta que no afirmara
su europeidad, con la misma fuerza e insistencia con la que hemos defendido que
Europa no sería totalmente Europa mientras no pudiera contar con la presencia
de una España democrática. Esta fue la idea inspiradora de las palabras de
S..M. el Rey en el mensaje de la
Corona al pueblo español con el que abrió el nuevo proceso
político: “La idea de Europa sería incompleta sin una referencia a la presencia
del hombre español y sin una consideración del hacer de muchos de mis
predecesores. Europa deberá contar con
España, pues los españoles somos europeos. Que ambas partes así lo entiendan y
que todos extraigamos las consecuencias que se derivan, es una necesidad del
momento.”
En el devenir de los pueblos hay
ocasiones en que resulta preciso elegir y España eligió la solidaridad europea.
Con nuestra plena participación en las diversas instituciones, no sólo
participaremos en este esfuerzo solidario, sino que deberemos exigir el
esfuerzo de la integración para que Europa no siga siendo la media de los
compromisos nacionales, sino la resultante de un esfuerzo y reflexión
conjuntos.
Yo quisiera, como apelación final,
dirigirme a la Europa
de las ideas y de los sentimientos para pedirle que sea capaz de impedir que la Europa de los intereses
recorte sus posibilidades y sus esperanzas.
Sólo en la medida en que podamos
constituir un entramado coherente de ideas, sentimientos e intereses, sean económicos, políticos o estratégicos, España podrá llegar
a comprender que su fe en Europa se corresponde con la profunda verdad de
Europa.
…
En el pleno del Congreso del día 5 de
abril de 1978, en el que se dio cuenta del relevo de Fuentes Quintana por Abril
Martorell y se explicó con detalle la política del Gobierno con la Constitución en el
telar, Suárez situó la política exterior entre los “objetivos prioritarios” y
explicó con claridad su posición.
El gobierno parte de un principio: no
es concebible una política exterior de España que no sea una política de
Estado, compartida por la mayoría de la nación y, por supuesto, de los grupos
políticos que componen el Parlamento.
Si hay algún orden de nuestra vida
pública donde es necesaria la coincidencia por encima de las opciones
ideológicas o de partido, ese orden es el papel de España en el mundo.
Por todo ello, y contando con que
muchos temas concretos han de ser objeto de debate parlamentario en su momento,
el Gobierno se plantea una política exterior, dentro de la política general del
Estado, que parte de la realidad de España: de su realidad política, de su
realidad geoestratégica y de su realidad económica.
Nuestra acción exterior es, ante
todo, resultado de un objetivo prioritario, no negociable, irrenunciable, sobre
el que la supervivencia misma del Estado se apoya. Me refiero a la
independencia e integridad de la nación.
En este orden, afirmar la seguridad
del territorio en el marco de nuestro entorno geográfico es nuestro punto de
partida, que conlleva una vocación de solidaridad dentro del respeto al sistema
de las Naciones Unidas.
En el tiempo transcurrido hasta hoy
hemos normalizado nuestras relaciones con el mundo. Pero no hemos buscado sólo
una normalización, sino que hemos logrado insertar a España en la órbita
internacional que le corresponde. Hoy
nuestra nación está inserta en ese conjunto de países que defienden el mismo sistema
de valores: la defensa de los derechos humanos, la distensión y la construcción
de un orden económico internacional justo.
Pero qué duda cabe de que España debe
jugar además en el mundo con unos intereses concretos. Pues bien, en la
promoción de esos intereses, España actúa prioritariamente en dos áreas: Europa
y América. Buscamos una solución normal con todos los países europeos y,
particularmente, hemos abierto las negociaciones para una integración total en la Europa comunitaria.
En América queremos dedicar una
atención especial a los países iberoamericanos, con los que hemos de pasar de
unas relaciones históricas marcadas por su carácter emotivo a unas nuevas
relaciones basadas en el intercambio real.
Pero queremos llegar más lejos. España
está situada en el Mediterráneo y quiere contribuir a un orden de paz y
colaboración con los países ribereños. Con las naciones africanas, de las que
estuvimos muy alejados, queremos llegar a una política de mayor cooperación,
que seha de concretar en la adopción de acuerdos específicos.
Por último, señorías, nuestra
política exterior tiene otra dimensión humana inaplazable: atender y asistir a
los españoles que viven fuera de nuestras fronteras. Independientemente de que
el objetivo último sea su retorno, hemos de contar con la realidad de que la emigración
existe y de que tiene unos problemas humanos y culturales, fundamentalmente,
que debemos atender con toda la puntualidad que las circunstancias nos
permiten.
España, señores diputados, desarrolla
una política exterior definida por su enmarque político, económico, cultural y
geográfico en el mundo occidental.
…
Fuente: FUE
POSIBLE LA CONCORDIA , Adolfo Suárez.
Edición de Abel Hernández. ESPASA.
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