La elaboración de la Constitución se
planteó desde el acuerdo de todas las fuerzas políticas del arco parlamentario.
Nuestra convulsa historia constitucional nos había dado numerosos ejemplos de
constituciones que representaban la imposición de unos españoles sobre otros
como consecuencia de una revolución, una guerra civil o un mero
pronunciamiento. Esta vez no podía suceder lo mismo. La democracia era el
resultado de un entendimiento común y la Constitución que la
consagraba debía ser el resultado de un consenso generalizado.
Adolfo Suárez
reconocía diecisiete años después:
Algunos han acusado a la Constitución de ser,
deliberadamente o no, ambigua e imprecisa. Es posible que técnicamente la
constitución tenga algunos defectos. Pero nuestra Historia está repleta de
Constituciones con vocación científica de perfección, algunas de las cuales ni
siquiera llegaron a tener vigencia. Nuestra Historia constitucional ha sido
convulsa y tormentosa. Para nosotros era fundamental que la adaptación de las
ideologías y la coyuntura política se realizara dentro del sistema y no a su
costa. Por eso necesitábamos una constitución con la que pudiera gobernar por
igual la derecha y la izquierda. Y esto,
para nosotros, implicaba la necesidad de que fuera el centro político quien la
hiciera aceptar a las dos mitades antagónicas que antaño se habían desconocido
y combatido sin piedad. Como principal
responsable político de este proceso puedo
decir -y con enorme satisfacción- que la transición se planteó de tal
manera que ningún español en virtud de supuestas, eventuales o pasadas
responsabilidades políticas sufrió perjuicio, cargo o acusación alguna. Todos
pudieron agruparse libremente conforme a sus preferencias políticas, concurrir
a las elecciones y actuar, sin discriminación alguna desde sus resultados
electorales, en defensa de sus ideas.
…
La política discurre
por dos planos distintos: el de Estado, que con sus notas características
define el marco básico de convivencia y el de Gobierno y oposición, que sólo
puede jugar todas sus virtualidades cuando existe y se respeta ese cuadro
básico de instituciones.
La intensidad de la
acción política en uno y otro plano y de los problemas que se plantean son
distintos según el momento histórico y según las características de cada país y
de cada población. Lo importante es reconocer y asumir que, si en el segundo
plano la esencia de la democracia se hace fecunda por la concentración, en el
primero -el de la política de Estado- la fecundidad está asociada al esfuerzo
de convergencia, inédita a nuestra Historia, que estamos llamados a
protagonizar. No queremos el Estado de unos españoles impuestos a otros
españoles. Queremos el Estado de todos, como expresión de la comunidad
nacional, de forma que dentro de él puedan presentarse y actuar las distintas
opciones y alternativas de Gobierno.
Y vamos a lograrlo a
pesar de quienes, fuera de estas Cortes, por excitación de toda clase de
extremismos o por acumulación de exigencias o perentoriedades, someten la
imagen misma de las instituciones democráticas a deterioro, minan la confianza
social en ellas o atentan contra la esencia misma del Estado desde la
irracionalidad.
Pues bien, es evidente
que la acción del Gobierno ha estado y está influida por el hecho de
desenvolver su tarea política en el contexto de un período constituyente, y es
lógico que mi Gabinete estuviera y esté directamente afectado por la necesidad
de anteponer, en las actuales circunstancias, la política de Estado a la
política de Gobierno. Esta misma exigencia se ha planteado también a todas las
fuerzas políticas democráticas.
Durante un proceso
constituyente, el Gobierno ha de limitar el alcance de estas opciones,
manteniéndose en niveles no sustanciales de disenso, porque son los únicos
capaces de evitar lo que sería el más grave peligro para el cuerpo político: la
inexistencia de una concordia radical en el país respecto a los elementos
básicos de la convivencia nacional. Esta situación transitoria, propia de todo
período constituyente, condiciones cualquier aspecto de la acción política
[…] En cualquier caso, debe quedar claro
que la política de consenso no trata de forzar unanimidades, sino de lograr
acuerdos libres y responsablemente asumidos por las fuerzas políticas y por las
instituciones representativas.
[…] Nuestra Historia nos enseña la trágica
lección de la ineficacia de unas Constituciones que han sido expresión
solamente de una parte de las fuerzas políticas de la nación española. Esa
lección la hemos aprendido y por ello todos nos sentimos comprometidos en una
Constitución que valga para todos. Una Constitución que sea aprobada por el
voto casi unánime de las cortes y por el referéndum casi unánime del pueblo
español […] Urge terminar el proceso
constituyente y sustituir en lo demás el consenso por la moderación en la
defensa de las respectivas posiciones opuestas o divergentes.
Me interesa, para
terminar, señalar que el Gobierno gobierna.
Yo he escuchado con suma atención todas las intervenciones de sus
señorías. Evidentemente unos aconsejan una cosa, otros aconsejan otra. Pero el
Gobierno está gobernando en circunstancias muy difíciles, y quiere seguir
gobernando desde ese mandato popular recibido el 15 de junio, en esa misma
línea hasta la
Constitución , y en los temas de convergencia que habíamos
señalado. Y el Gobierno gobierna dedicando intensamente toda su actividad a
intentar evitar las tensiones que todo proceso de cambio produce, e intentando
alcanzar cada día más cotas de libertad, y cada día más cotas de seguridad.
Yo diría que al
Gobierno se le pide con frecuencia que construya, o colabore a construir,
porque todos somos constructores, el edificio del Estado nuevo sobre el
edificio del Estado antiguo, y se nos pide que cambiemos las cañerías del agua,
teniendo que dar agua todos los días; se nos pide que cambiemos los conductos
de la luz, el tendido eléctrico, dando luz todos los días; se nos pide que
cambiemos el techo, las paredes y las ventanas del edificio, pero sin que el
viento, la nieve o el frío perjudiquen a los habitantes de ese edificio; pero
también se nos pide a todos que ni siquiera el polvo que levantan las obras de
ese edificio nos manche, y se nos pide también, en buena parte, que las
inquietudes que causa esa construcción no produzcan tensiones.
Yo quiero decir a sus
señorías que tengan la absoluta seguridad de que entre todos estamos haciendo
un edificio nuevo, un edificio que tiene la singularidad de que se está
enfrentando, quizá, desde perspectivas arquitectónicas diferentes, y queremos
que el modelo sea bueno y bello; pero podemos tener la garantía absoluta de que
en ese edificio habrá una habitación cómoda y confortable para cada uno de los
36 millones de españoles.
El 31 de octubre de 1978, la Constitución fue
aprobada, en sesión solemne y separada, por ambas cámaras.
Adolfo Suárez pronunció un discurso, en el que valoró así
las características de la nueva constitución:
En relación con
nuestra peculiar experiencia histórica, la Constitución expresa
la convicción de que no hay dos Españas irreconciliables y en permanente
confrontación. Creo que es el triunfo de
la voluntad común de alcanzar una razonable, ordenada y pacífica convivencia
para todos los españoles.
En relación con la
peculiaridad del proceso político que estamos protagonizando, creo que es el
fruto de una cooperación de las diversas fuerzas políticas y sociales, con el
resultado pretendido de construir un Estado sin partir de ruinas o quiebras de
legalidad.
En relación con los
valores que proclama, es una Constitución fuertemente progresiva, que orienta la
vida pública y la acción del Gobierno, cualquiera que sea su signo, hacia metas
de libertad, igualdad, justicia y solidaridad. Creo que es una Constitución de
su tiempo, que contiene los valores de un tiempo nuevo y mejor.
En relación con las
plurales concepciones de los partidos, creo que es una Constitución que, en un
marco amplio y flexible, permite operar en función de las decisiones
electorales del pueblo, que sólo excluye las opciones violentas, y que tiende a
asegurar la estabilidad política.
En relación con la
organización territorial del Estado, la Constitución , que se fundamenta en la indisoluble
unidad de la nación española, reconoce y justifica su más auténtica unidad,
garantizando el derecho a la autonomía de los pueblos de España de forma amplia
y sincera como jamás se configuró en ningún otro momento de nuestra historia
constitucional.
En relación con las
aspiraciones de nuestra sociedad para una transformación en profundidad de
nuestras estructuras, la
Constitución articula mecanismos ágiles y eficaces de
gobierno, concebidos por la técnica jurídico-constitucional más moderna.
Y en relación,
finalmente, con la sociedad a la que se dirige, la Constitución asocia
la responsabilidad a la libertad; respalda los derechos con garantías, los correlaciona
con deberes y busca el fortalecimiento del Estado y de la autoridad en el
consentimiento libremente expresado de los ciudadanos y en la estabilidad de
sus instituciones.
[…] Quienes desde el
mandato recibido -todos nosotros- hemos protagonizado este proceso de
devolución de la soberanía al pueblo, a través de cauces legales y pacíficos,
podemos alegrarnos como vencedores; como vencedores, no en una contienda
concreta, sino pienso que en la mejor y más noble de las batallas: la batalla
contra el miedo, contra el desánimo secular, contra la violencia y contra
nuestras propias pasiones mantenidas.
…
El 6 de marzo de 1980,
con motivo de las primeras elecciones autonómicas, Adolfo Suárez pronunciaba un
meditado discurso en el País Vasco.
Al hacer del País
Vasco una comunidad con sus propias instituciones públicas, estamos
simultáneamente, construyendo un Estado nuevo, que ofrece un cauce
institucional a la diversidad real de España y que, por tanto, se asienta en la
voluntad libremente expresada de sus pueblos. El camino no será fácil. Exige de todos nosotros un especial esfuerzo,
una gran voluntad de moderación y de tolerancia y un gran sentido de la
responsabilidad. La transformación de un Estado centralizado en un Estado
estructurado en comunidades autonómicas es el gran reto que tiene ante sí la
democracia española no sólo para consolidarse como sistema político sino, lo
que es más importante, para garantizar definitivamente, una convivencia
pacífica que ha quebrado siempre a lo largo de nuestra Historia. Porque o la autonomía sirve al objetivo de la
paz y de la libre convivencia entre todos los españoles con sus propias y
diferenciadas singularidades históricas o socioculturales, o no podrá avanzarse
en el camino de la libertad. Y es que la autonomía no puede ni debe concebirse
como una plataforma de confrontación con el Estado sino justamente como una
organización del Estado que es de todos y a todos debe servir.
Andando el tiempo, la revista Euskadi, del PNV, eligió a Adolfo Suárez “hombre del año”. Fue un
gran reconocimiento. Javier Arzalluz, en el acto del homenaje, entregó a Suárez
una makila, la cachaba que llevan los
pastores en el monte para su autodefensa, y que, entre los vascos, cuando se
regala a un invitado, simboliza que se le entrega el mando. Arzalluz, al
dársela, le dijo a Suárez: “Toma, que hay mucho lobo en esta vida.” Y Suárez se
emocionó.
…
Fuente: FUE
POSIBLE LA CONCORDIA , Adolfo Suárez.
Edición de Abel Hernández. ESPASA.
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