Se han hecho algunas afirmaciones que
afectan a mi historia personal. No me siento, en modo alguno, ofendido por
ellas. No las he ocultado en ninguna ocasión ni en ningún momento de mi
vida Soy un hombre que cuando acepté la
presidencia del gobierno de este país, en circunstancias evidentemente poco
satisfactorias para la inmensa mayoría de los españoles, y pienso que también
para la inmensa mayoría del mundo internacional, asumí el compromiso firme de
devolver la soberanía al pueblo español; asumí el compromiso de no protagonizar
sino trabajar con todas las fuerzas políticas que entonces estaban en la
clandestinidad, en el logro de una España que fuera perfectamente habitable
para todos los españoles. Dije en mi primera comparecencia pública, cuando
solicité el voto de los españoles, para que nadie pudiera llamarse a engaño,
que en la formación política que en aquel entonces acaudillaba se presentaban
hombres y mujeres que habían servido en el régimen anterior con honor, y
hombres y mujeres que habían estado en la oposición democrática al régimen
anterior. Y aquella coalición obtuvo un respaldo mayoritario del pueblo
español. Naturalmente, sigo sintiéndome
orgulloso de mi trayectoria política.
No me siento, en modo alguno,
deshonesto por la trayectoria política personal que he seguido. He procurado el cambio -ésta es una acusación
que se me hace desde sectores mucho más a la derecha- de un sistema autoritario
a un sistema democrático, apoyándome fundamentalmente en las leyes que entonces
estaban vigentes y siguiendo todos los trámites que en ellas se explicaban para
hacer el cambio político.
No me siento, por tanto, ofendido por
el hecho de que se me recuerde que he sido vicesecretario general del
Movimiento cuando fue ministro Fernando Herrero Tejedor; he sido director
general de Radiodifusión y Televisión; he sido gobernador civil y jefe
provincial del Movimiento; he sido jefe de sección, jefe de negociado… He
trabajado mucho. Y ahora soy presidente del Gobierno. Soy un presidente del
Gobierno, democrático, amparado por un partido que tiene mayoría parlamentaria,
y soy también presidente del Gobierno, del primer Gobierno constitucional en
este país después de cuarenta años.
…
Yo tenía claro que mi permanencia en
el poder iba a ser muy corta. Incluso lo
dije en público en alguna ocasión. Sólo se recuerda ahora lo que dije de los
107 años de gobierno de UCD, que sólo era una expresión para transmitir a la
opinión pública la necesidad de que se consolidase un partido político de
centro. Pero lo otro también lo dije. El diálogo con las fuerzas políticas y el
logro de un consenso era para mí más vital que cualquier otra cosa. Luego,
cuando funcionáramos dentro de las reglas de la Constitución , ya
conformarían sus programas electorales como quisieran. Pero en aquel primer
momento ese era mi objetivo, y a eso dediqué todos mis esfuerzos. Y no era mi
prioridad hacer una formación política capaz de sustentar un partido político
en serio. Ese partido debíamos haberlo hecho entre todos, no se consiguió y yo
tengo que asumir esa responsabilidad.
Yo me tenía que apoyar en siglas que
aglutinaban a cien o doscientas personas, cuyo apoyo necesitaba. Eran personas
relevantes, de sectores que podían jugar en el proceso de la transición, y que
podían consolidar un gran partido. Pero
eso no se pudo lograr. Unos han dicho que por exceso de liderazgo mío, otros
que por ausencia de ese liderazgo. Los
que así lo afirman son los que intentaron que me uniera a una de las
corrientes, cosa que yo entendí que no debía hacer. La cuestión es que no se
logró, y yo asumo las responsabilidades que en ello me corresponden.
Había sectores que me reprochaban
irme hacia la izquierda. Creo que aunque eso hubiera sido verdad, habría sido
una jugada inteligente, porque uno de los daños más graves que pudiéramos haber
sufrido habría sido que la radicalidad con la que planteaba sus temas la
izquierda hubiera pasado a ser una actuación con todas sus consecuencias; que
se hubiera hecho tabla rasa del pasado, con la consiguiente confrontación. Pese
a todo, hubo un intento de golpe de Estado.
…
Empezamos a aglutinar a una serie de
personas que habían tenido contacto conmigo y que yo sabía que eran demócratas.
Así se construye la UCD ,
por la necesidad de presentarnos a las elecciones; parecía obvio que
compareciéramos. Las personas se portaron muy bien, pero muchos seguían
desconfiando de mi currículo político y académico, pese a mis posiciones en el
Consejo de Ministros y a mis intervenciones públicas. Cuando ya formamos
partido, y después del 77 está clarificado el juego político, me encuentro con
que algunos dirigentes de UCD empiezan a ser frecuentados por algunos
personajes del PSOE y de AP. Eran demasiados grupos integrando lo que era una
coalición; hago un partido y fracaso. Porque estaba muy ocupado en el Gobierno,
porque las personas que podían hacerlo no lo consiguieron; el caso es que lo
intentamos y no lo logramos. Creo que entre todos nosotros hay una especie de
complicidad, de afecto, de trabajo común, y que todos tenemos un rinconcito de
culpabilidad por no haber sido capaces de hacer una fuerza política. Yo asumo
la máxima responsabilidad.
…
El problema no es qué opinas tú de ti
mismo, sino lo que tú ves que los demás opinan de ti. Hay una imagen que se
introduce como una especie de termita dentro de UCD, de los cuadros directivos,
y que yo percibo, porque soy inteligente. Cuando me denomino “chusquero de la
política” no estoy haciendo de mí un retrato peyorativo, sino todo lo
contrario. Estoy hablando de una persona que ha pasado por todos los escalones
de la Administración
y que, por tanto, debe conocer lo que es la Administración Pública
y la relación de la
Administración con los administrados. Lo mismo que de la vida
política y sus engranajes. Digo esto,
nada más y nada menos. Lo que pasa es
que en aquella época hubo una interpretación peyorativa, con independencia de
que dijeran también que era inteligente y muy audaz. Cuando hablaban de mi
audacia, no era para alabarme; lo que estaban transmitiendo es que era una
persona peligrosa. Y a continuación
añadían: “Como no sabe…” Pero eso no me hacía sentirme incómodo ante ellos, en
absoluto. En los Consejos de Ministros tomaba yo las decisiones y punto. Esa
era mi obligación. Me arriesgaba y no hacía culpables a los demás; asumí todos
los errores que tuve que asumir. Soy así, y, por otra parte, tengo suficiente
experiencia vital para percibir en las miradas, en las sonrisitas, lo que
pueden opinar de uno en un momento determinado y soportarlo con tranquilidad. Lo que pasa es que lo tengo en cuenta a la
hora de tomar decisiones.
…
La
presentación del nuevo Gobierno -el primer Gobierno constitucional- en el
Parlamento no generó un gran debate político, sino apenas una “faena de aliño”,
como fue calificada, de carácter técnico por lo que suponía de reforma
administrativa, a cargo de tres de los ponentes constitucionales: Pérez Llorca
(UCD), ministro de la
Presidencia , Solé Tura (comunistas) y Gregorio Peces Barba
(PSOE). El presidente Suárez apenas hizo una improvisada explicación de
cortesía.
Han
sido criterios de eficacia y de adaptación a la realidad a la que tiene que
hacer frente el Gobierno que acaba de constituirse. Es un Gobierno de hombres
de UCD, que va a responder y a cumplir el programa político, el programa de
Gobierno y el programa electoral de Unión de Centro Democrático, en toda su
extensión y profundidad.
…
En
la crisis de mayo de 1980 fue nombrado, por fin, ministro del Interior Juan
José Rosón, para muchos el mejor titular de este departamento en toda la
historia democrática, incluida la etapa socialista. El mal ambiente reinante
fue aprovechado por el PSOE para presentar la moción de censura, que fue una
derrota moral de Suárez y un triunfo político de Felipe González. Sirvió, sobre
todo, para exacerbar las tensiones internas de UCD. Los críticos del partido
empezaron a mostrarse de acuerdo con el PSOE en la idea de un gobierno de
coalición, con UCD al frente, pero sin Suárez.
Unos meses después se barajó la hipótesis de un Gobierno de salvación, con un militar al frente, mientras se
presionaba al Rey para que forzara la dimisión del presidente constitucional.
Adolfo Suárez ni siquiera podía destituir con facilidad a un ministro díscolo,
que estaba “conspirando” con la oposición. Sobre todo, porque debía cuidar la
aritmética parlamentaria y ese ministro tenía, por ejemplo, diez diputados
detrás,
Lo importante era que las cosas
salieran adelante, y para eso debía tener en cuenta el equilibrio, y yo sabía
que el diálogo era un factor determinante. Pero era un esfuerzo tremendo,
porque no había diálogo interno enUCD, aunque hizo una labor espléndida. Lo que quiero decir es que me afectó mucho en
toda aquella época la falta de credibilidad que yo sentía entre mis más
cercanos colaboradores. Lo percibía, pero tengo un alto concepto de mí mismo,
soy una persona normal.
Mis consejos de Ministros duraban
muchísimo tiempo; ahora, a veces, sirven únicamente para ratificar lo ya
acordado, y eso era una estrategia. Lo hacía así porque de ese modo salían a
flote las decisiones consensuadas que a mí me parecían más lógicas. La cantidad
de Gobiernos que tuve fue también una consecuencia de las exigencias de los
miembros más destacados del partido, que tenían influencia en sectores
determinantes de diputados. Había que tener mucho cuidado porque, gobernando en
minoría, y sin apoyos explícitos de nadie, cada día que ibas al Parlamento te
estabas jugando una posible derrota del Gobierno.
Fuente: FUE
POSIBLE LA CONCORDIA , Adolfo Suárez.
Edición de Abel Hernández. ESPASA.
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