25 febrero
2014
Amigo imaginario:
Empezó un nuevo año, se consumió el mes de enero, estamos
finalizando febrero y… ¡Todo sigue igual! La cifra de parados continúa siendo
escandalosa. La corrupción y el fraude, lamentablemente, siguen estando de
actualidad, descubriéndose nuevos casos cada día. El Gobierno del Partido
Popular, con su mayoría absoluta, aprueba nuevas leyes que coartan la libertad
y los derechos de los ciudadanos. Los recortes -¡malditos recortes!-, están
acabando con lo poco que queda del estado de bienestar… La arrogancia y la
prepotencia de nuestros gobernantes -que andan más perdidos que un pingüino en
el Caribe- nos están llevando al borde del abismo. Los partidos políticos, los
gobiernos autonómicos, las diputaciones provinciales, los ayuntamientos, los
bancos y cajas de ahorros, incluso la institución otrora más respetable y
respetada, se han convertido en confortables cuevas de Alí Babá de ladrones
insaciables… ¡Qué vergüenza de país!
Últimamente, querido amigo, mis cartas son monotemáticas.
Siempre toco los mismos temas: política, corrupción, paro… Pero es que lo que
está ocurriendo en este suelo patrio en los últimos tiempos, acapara toda la
atención. Y no queda espacio para otras cuestiones. No se atisba un horizonte
mínimamente definido y esperanzador. Cada día que pasa, la duda y la
incertidumbre sobre el futuro que nos espera -suponiendo que haya futuro- se
apoderan de nosotros, atenazándonos.
Los que pertenecemos a la generación de la primera mitad del
siglo pasado, que hemos sufrido las razonables carencias de la posguerra -unos
más que otros, naturalmente-, vivimos la dictadura sin tener de ello un
conocimiento reflexivo -y mucho menos, conciencia política-, y fuimos testigos
de la Transición a un nuevo, anhelado y prometedor sistema político: la
Democracia. También, expectantes, comprobamos que fue posible la concordia y la
reconciliación entre viejos antagonistas políticos. Y lo hemos celebrado.
Han transcurrido algo más de tres décadas desde entonces. La
Democracia se instaló -¡al fin!- en el país y en nuestras vidas. Sin embargo,
¿qué queda hoy de aquel estado de bienestar que, con tanto esfuerzo, habíamos
conseguido? ¿Qué podemos esperar de un Gobierno que, ignorando el clamor
popular, hace y deshace a su antojo? ¿Con qué tienen pensado sorprendernos los
próximos dos años que restan de legislatura? Es tal la impotencia que siento,
amigo mío, que únicamente me queda confiar en que las urnas pongan a cada uno
en el sitio que le corresponde. Aunque, ciertamente, las opciones que nos
ofrece el actual panorama político no son nada tranquilizadoras.
Visto lo visto, podemos aseverar que el problema no está en
el sistema político, sea cual sea, sino en el uso -y, sobre todo, en el abuso-
que se haga de él. Y ese uso -o abuso-, lo ejercen las personas que ostentan el
poder. Y no siempre -o pocas veces- esas personas están suficientemente
preparadas para gestionar ese poder conferido. Y así nos va.
Un fuerte abrazo.
Robert
Robert
23 marzo 2014
Amigo
imaginario:
Hoy,
al filo de las tres de la tarde, falleció Adolfo Suárez González, primer
presidente del Gobierno de la Democracia. Sabes que siempre sentí por él gran
admiración y respeto. Lo he expresado en muchas ocasiones; y hoy, más que
nunca, me reafirmo en ello.
No
voy a hacer una exposición de los méritos de Adolfo Suárez, ni de sus éxitos y
fracasos: luces y sombras, que las hubo. Tampoco voy a ensalzar su figura de
hombre de Estado. No es necesario que lo haga. Su brillante y ejemplar
trayectoria política es sobradamente conocida. Sin embargo, amigo mío, sí
quiero destacar que, aunque nunca antes había tenido conciencia política, la
llegada de Adolfo Suárez al panorama político de nuestro país me infundió una
gran confianza. Me agradó su personalidad, su poder de convicción, su capacidad
de trabajo, su carácter dialogante y conciliador, su honestidad… Fue, por
decirlo de algún modo, mi norte político.
Aquel
jueves, 29 de enero de 1981, cuando Adolfo Suárez hace pública su dimisión como
presidente del Gobierno a través de la televisión, me sentí políticamente
huérfano. Y así continúo desde entonces.
Tendrán
que transcurrir muchos años -¡muchos!-, hasta que este país vuelva a tener un
político de la talla de Adolfo Suárez. Su sentido del deber, como hombre
comprometido, le llevó a dedicar todo su tiempo y esfuerzo a gobernar este país
en unas circunstancias especialmente adversas: crisis económica, terrorismo y
malestar en las Fuerzas Armadas. Aquella dedicación le llevó a descuidar la
atención a su partido. Y pagó un alto precio: la soledad. Se sintió abandonado
por sus afines políticos, que conspiraron para abatirlo. Fue acosado y
calumniado injustamente. Todo lo soportó con admirable humildad, con
resignación franciscana, con exquisita
elegancia.
Hemos
perdido a un gran hombre de Estado, un político irrepetible. Su nombre quedará
grabado con letras de oro en la historia de este país.
Sólo
te pido, querido amigo -a la vista del contenido de esta carta-, que analices,
pausada y reflexivamente, la actual situación política y el comportamiento de
sus actores: fraude, corrupción, falsedad, prepotencia, promesas incumplidas… Y
saques tus propias conclusiones.
Un
fuerte abrazo.
Robert
20 abril 2014
Amigo imaginario:
En los últimos tiempos, cada vez con mayor frecuencia, la información que recibimos sobre la pobreza, con unas cifras escandalosamente alarmantes, no deja de sorprendernos. Pero lo más preocupante de esas cifras, que antes nos sonaban ajenas y muy lejanas, es que ahora corresponden a nuestro país, a nuestra ciudad, a nuestro barrio. Hoy, son nuestros propios vecinos los que la padecen. Mañana... ¡Quién sabe!
Los últimos informes de Cáritas y Unicef, querido amigo, reflejan un alarmante aumento de los menores que, en nuestro país, viven por debajo del umbral de la pobreza. Y si no se toman medidas urgentes, esos menores pasarán a ser una mera estadística. Pero no de pobreza, sino de algo más dramático e irreparable. ¿Cómo es posible que en este país, en el que los casos de corrupción equivalen a miles de millones de euros, los niños pasen hambre? ¿Cómo es posible que el Gobierno niegue esta evidencia, cuando todos sabemos que muchos menores sólo pueden comer una vez al día -¡y mal!-, a costa del ayuno de sus padres? ¿Cómo es posible que en este puñetero país de cuentistas y vividores se haya permitido dilapidar, de manera tan irresponsable, cantidades astronómicas en construcciones faraónicas -tan innecesarias como inútiles-, que nos ha llevado a esta lamentable situación de indigencia y miseria? ¿Cómo es posible que nos encontremos en una situación similar a la vivida en la posguerra? ¡¿Cómo es posible?!
Que desde el Gobierno nieguen que esta situación se esté produciendo, denota que viven en un nivel muy superior, elevado como las altas cumbres, oteando el horizonte, y no se dignan mirar hacia abajo para ver lo que está ocurriendo en la ladera y en el valle: en los hogares y calles del pueblo... Sin proponérmelo, me estoy expresando en un tono poético que no se corresponde con la dramática situación a la que me estoy refiriendo. Porque, digan lo que digan el presidente del Gobierno y sus ministros, a nivel de calle hace mucho tiempo que el viento está soplando de proa, y los ciudadanos estamos al borde de la extenuación de tanto hacer frente a un temporal que los que tienen el mando son incapaces de capear. El timonel y los oficiales de esta nave [nuestro país], con su manifiesta insensatez e incompetencia, siguiendo un rumbo equivocado, están provocando una deriva de tal magnitud que, si no se corrige a tiempo -y la tempestad arrecia cada vez más-, será inevitable que la nave -con nosotros dentro- se haga pedazos contra los escollos de la indigencia. Y, como suele ocurrir, no habrá botes salvavidas para todos.
Dirás tú, paciente amigo, que mis cartas son el reflejo de un permanente malestar. Y tienes toda la razón. Es cierto, para qué negarlo, que mis críticas y discrepancias, mis protestas y arrebatos, siempre están presentes. Pero convendrás conmigo, estimado amigo, en que es lo único que puedo hacer: expresar mi malestar e indignación ante una situación que se está volviendo insostenible.
Hay otro asunto muy preocupante, relacionado con la corrupción, que quiero comentarte. Se trata de actuaciones presuntamente fraudulentas en Andalucía -concretamente en Málaga, de momento-, por supuestas irregularidades en unos cursos de formación. En principio, el supuesto fraude podría alcanzar la nada desdeñable cantidad de dos millones de euros, por la que 17 empresas de aquella provincia están siendo investigadas. Si el resultado de las investigaciones demuestra que cometieron esas irregularidades -actuaciones fraudulentas-, espero que se les aplique un castigo ejemplar; además, claro está, de exigirles la devolución del dinero defraudado. ¡Estamos hartos de la tolerancia que se tiene con tanto ladrón titulado!
Como puedes ver, la picaresca continúa siendo nuestra seña de identidad -¡qué vergüenza!-, desempeñando un papel relevante en el ámbito de las subvenciones. ¿Por qué siguen produciéndose estas irregularidades? Sencillamente, porque las distintas Administraciones, con su habitual desidia -sinónimo de indiferencia-, no se preocupan de hacer un seguimiento de los fondos que, al libre albedrío, conceden para determinados fines. Así se explica que no haya dinero para educación, sanidad, asuntos sociales… Se lo llevan todo estos sinvergüenzas, con la anuencia de las Administraciones Públicas. ¡Basta ya!
Un fuerte abrazo.
20 junio 2014
Amigo imaginario:
¡Ya tenemos nuevo rey! Como supongo que sabrás, el pasado día 2 de este mes de junio, el rey Juan Carlos comunicó oficialmente la abdicación de la Corona en su hijo Felipe. Y el día 18, en el Salón de Columnas del Palacio Real, el subsecretario del Ministerio de la Presidencia procedió a la lectura de la ley de abdicación antes de ser sancionada (firmada) por Don Juan Carlos, y refrendada por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Ayer, día 19, en el Congreso de los Diputados, Felipe VI -que así se llama el nuevo rey- juró la Constitución y fue proclamado rey de España. Su discurso, muy elaborado, se puede calificar de amplio espectro: las necesidades de la ciudadanía, las víctimas del terrorismo, las víctimas de la crisis, la falta de oportunidades para los jóvenes… Un discurso, alabado por unos y criticado por otros, como no podía ser de otra manera, que a nadie dejó indiferente.
Hubo en los actos de ayer, amigo mío, un ambiente de razonable normalidad. Es cierto, para qué negarlo, que el protocolo, aun reconociendo que es necesario -incluso imprescindible-, siempre condiciona el natural comportamiento de los actores y asistentes. Pero quiero destacar, sobre todo, los gestos y las miradas de complicidad y ternura que se prodigaron don Felipe y doña Letizia, añadiendo una nota de cercanía y familiaridad a la solemnidad del acontecimiento. Asimismo, quiero hacer una mención especial al ejemplar comportamiento de Leonor, princesa de Asturias, y de su hermana, la infanta Sofía, que soportaron con admirable compostura toda la ceremonia. La emotividad, que en todo momento estuvo a flor de piel, fue la nota predominante en un día trascendental, significativo y magnífico, en la historia de nuestro país.
En más de una ocasión, como recordarás, he cuestionado la utilidad de la monarquía. Y todavía tengo mis dudas, no creas. Sin embargo, reconozco que el rey don Juan Carlos ha sido un magnífico embajador de nuestro país en todo el mundo. Ha conseguido importantes contratos internacionales, sobre todo en Arabia Saudí, y logró abrir puertas infranqueables a nuestros empresarios. Y eso merece un reconocimiento. Decía Arturo Pérez-Reverte, en uno de sus últimos artículos en el suplemento dominical XLsemanal: “…el rey se lo curra como un león de la Metro , y a sus años tiene mérito que se gane el jornal. Y a él, además, se le ponen al teléfono. Imaginen a Rajoy”. Entonces, paciente amigo, si ponemos en un platillo de la balanza -mejor electrónica, que es más precisa- los errores cometidos, propios y ajenos -luces y sombras-, que desprestigiaron a la Corona : la excursión-safari a Botswana y los reprobables devaneos..., así como los daños colaterales ocasionados por el caso Urdangarin y sus etcéteras. Y, en el otro platillo de la misma balanza de precisión, lo conseguido por el monarca para el país, probablemente, a pesar de la incertidumbre que me producen algunas dudas razonables, el equilibrio sería el resultado más sensato. Y, sin duda, el más prudente.
Bueno, querido amigo, y después de esto, ¿qué va a cambiar en el país y en nuestras vidas? Nada, absolutamente. Todo seguirá igual de mal: desempleo generalizado, familias que viven por debajo del umbral de la pobreza -niños incluidos-, bancos de alimentos y comedores sociales desbordados, desahucios a diestro y siniestro, fraude y corrupción por doquier -con nuevos casos cada día-, deficiencias en la Sanidad, en la Justicia y en la Educación… Y nuestro Gobierno seguirá insistiendo en que la situación está mejorando. Que la recuperación económica es evidente e incuestionable. ¡A quién pretenden engañar, maldita sea!
Así las cosas, querido amigo imaginario, únicamente nos queda resistir hasta que la desesperación y el hambre acaben con nosotros. Y entonces -¡sólo entonces!-, ya no tendremos de qué preocuparnos.
Un fuerte abrazo.
Robert
01 septiembre 2014
Amigo imaginario:
Hoy comienza un nuevo curso político. El Gobierno sigue insistiendo en que todos los indicadores muestran una clara recuperación de la economía. Que el diagnóstico de la situación, de acuerdo con la sintomatología, no ofrecía lugar a dudas. Y, en consecuencia, el tratamiento, prescrito y aplicado, está dando los resultados esperados: el paciente se recupera -¡hurra!- satisfactoriamente.
Vamos a ver. Comprobemos las constantes vitales. Si se refieren a la macroeconomía, posiblemente estén en lo cierto. No soy quién para ponerlo en duda. Sin embargo, tengo el convencimiento de que para que esa recuperación se haya producido -o se esté produciendo-, fue necesario sacrificar la microeconomía. Es decir, que los poderosos -¡los ricos!- son cada vez más ricos. Y los ciudadanos de a pie -¡los pobres!- cada vez más pobres. A lo largo de la Historia , el débil siempre fue el sacrificado en favor del poderoso. Y esto es incuestionable, además de evidente. Porque ya me dirás, querido amigo, cómo es posible que en época de crisis -tiempo de vacas flacas- como la actual, los que ya eran económicamente fuertes, pueden seguir permitiéndose dispendios de verdadero escándalo sin que su economía se resienta. Por el contrario, los que siempre han tenido grandes dificultades para poder llegar a fin de mes, ahora ni siquiera pueden alimentar a sus hijos. Y esta es la triste realidad que estamos viviendo.
Del mismo modo, como indicativo relevante y sorprendente, sabemos que las ventas de coches de gama media y baja, cayeron estrepitosamente; sin embargo, los coches de alta gama -que únicamente están al alcance de economías solventes- incrementaron sus ventas. Conclusión: el poder adquisitivo de los poderosos no solo se mantuvo, sino que aumentó considerablemente. Pero aquellos que, con gran sacrificio, a duras penas podían permitirse un coche utilitario, ahora no pueden adquirir ni una bicicleta. Lo que viene a demostrar, que el gran logro social conocido como clase media, paradigma de prosperidad y equilibrio socioeconómico -que sustentaba el amplio tejido comercial de las ciudades-, va camino de convertirse en una especie en vías de extinción.
Como puedes ver, paciente amigo, el panorama no pinta nada bien. Estamos atrapados en un callejón sin salida. Porque, además, como guinda del pastel -¡qué apesta!-, están los casos de corrupción en nuestra clase política -cada día surge uno nuevo-, entre los que destacan delitos como el blanqueo y evasión de capitales, prevaricación, malversación de fondos públicos… Así no hay manera de cuadrar las cuentas. Las arcas públicas se vacían -entre otras causas, porque el dinero evadido no crea riqueza dentro del país, y no paga impuestos-, y -¡hala!-, tijeretazo va, tijeretazo viene. Recortes aquí y allá, que merman nuestra maltrecha economía, reduciendo a la mínima expresión el poder adquisitivo. Como siempre, los platos rotos de tanta ilegalidad consentida -¡qué asco!- los seguimos pagando los económicamente débiles. ¡Esto es sangrante!
Por otra parte, la otrora respetabilidad de las instituciones, así como la honorabilidad de los que ostentan u ostentaron su titularidad, pierden peso específico cada día. Ya nada es lo qué era. Y, lamentablemente, nos estamos acostumbrando a una nueva realidad: la indecencia y el deshonor en la clase política. Porque, sin ir más lejos, el escándalo Jordi Pujol & familia, que vino a calentar este verano -climatológicamente inestable-, es la evidencia de que el poder corrompe. Y más, todavía, si ese poder se ejerce en el ámbito de la política. ¡Qué vergüenza de país!
Un fuerte abrazo.
Robert
20 octubre 2014
Amigo
imaginario:
Desde
mi última carta (01.09.2014), se han descubierto nuevos casos de corrupción en
nuestro país. Una sucesión de escándalos sinfín, con el dinero como denominador
común, de los que no es posible recuperarse; porque, al día siguiente, vuelve a
surgir otro, y otro... Son los pícaros de este tiempo, vividores inmorales sin
escrúpulos, sujetos insensibles y totalmente ajenos a las necesidades de la
realidad que se vive a su alrededor. Únicamente les interesa enriquecerse,
cuanto antes mejor, a costa de lo que sea. Así es que, los exconsejeros de Caja
Madrid (hoy, Bankia), al margen de unos salarios de verdadero escándalo y otras
prebendas, disponían de las denominadas Tarjetas Black -también llamadas
Tarjetas Opacas-, que utilizaban para todo tipo de gastos personales ¡sin
límite! -algunos descaradamente hedonistas-, totalmente exentos de control
fiscal. Y, por si fuera poco, estos sinvergüenzas con patente de corso son los
responsables de las fraudulentas Participaciones Preferentes, que han dejado
sin un céntimo a miles de confiados ahorradores.
Hace
algún tiempo, en una de mis cartas, te comentaba que algunas instituciones de
este país se habían convertido en confortables cuevas de Alí Babá de ladrones
insaciables. Hoy, a la vista de los últimos acontecimientos (corruptelas en
serie), concluyo que esas cuevas están llenas de bandoleros de la peor especie.
Como
puedes ver, querido amigo, este país se puede decir que es algo así como un
enfermo crónico. La ambición de poder -ya sea político, económico o mediático-,
hace que ciertos sujetos (virus perniciosos) invadan los distintos estamentos
(órganos vitales), públicos y privados, contaminándolos y dañando su estructura
celular hasta límites insospechados. Y así, una vez infectados esos órganos, se
produce la inevitable y temida metástasis. A la vista de ese cuadro clínico de
extrema gravedad, únicamente queda aplicar un tratamiento invasivo: la
Justicia, auxiliada por la policía judicial -pieza fundamental en la investigación
de los delitos económicos-, tendrá que ejercer todo su poder con la
determinación y contundencia que permita la Ley.
Querido
amigo, todos estos desmanes me desconciertan. También me indignan y, sobre
todo, me ponen de muy mala leche. No puedo comprender, en mi ignorancia, cómo
es posible que nadie se percatara de lo que ocurría en Caja Madrid. ¿Hacia
dónde miraba el Banco de España? ¿Qué hacía la Agencia Tributaria ?
¿Quién o quiénes consentían y respaldaban estos desmanes? Esto viene a
demostrar, amigo mío, que los únicos que estamos controlados -¡y de qué
manera!- somos los ciudadanos de a pie: pobres parias asalariados y
pensionistas. Por todo ello, aun sabiéndome reiterativo, tengo que continuar
exclamando con rabia, con mucha rabia, ¡qué vergüenza de país!
Un
fuerte abrazo.
Robert
07 noviembre 2014
Amigo
imaginario:
Te
mentiría si dijera que el contenido de esta carta es distinto al de las
anteriores. ¡No! Y lo lamento profundamente. La pesadilla de la corrupción
continúa golpeándonos, día tras día, con nuevos imputados. Esto parece no tener
fin. Es como una epidemia que se extiende, incontrolable, por todo el país.
¡Una pesadilla!
Si
la memoria no me traiciona -porque uno ya tiene una edad-, en alguna de mis
cartas te comentaba que, a la vista de estos comportamientos inadecuados e
indeseables, la picaresca ibérica continuaba teniendo vigencia en nuestro suelo
patrio. Sin embargo, amigo mío, hay que llamar a las cosas por su nombre y
dejarse de eufemismos trasnochados. La picaresca es corrupción, pura y dura. Y
los pícaros son, además de corruptos, ladrones de baja estofa. Así de claro.
Hemos
de reconocer, muy a nuestro pesar, que todo esto no es nuevo. Basta recordar,
por ejemplo, en los años ochenta, el vergonzoso pacto entre empresas y
sindicatos para beneficiarse de los fondos de formación de la Seguridad Social.
O en los años noventa, los turbios asuntos como los de Mariano Rubio, Juan
Guerra, Roldán, Filesa. El caso de los fondos reservados y la irregular
financiación de los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), el caso Banesto
-con Mario Conde como protagonista-. El escándalo de una presunta financiación
ilegal del Partido Popular: el ‘Caso Naseiro’ -denominado así por el apellido del
otrora secretario de finanzas (tesorero) de dicho partido, Rosendo Naseiro-,
que llegó al Tribunal Supremo, pero fue archivado por presuntas irregularidades
en la instrucción del sumario.
No
quiero olvidarme del denominado ¡Tamayazo! (10 de junio de 2003), por la
supuesta traición de dos diputados del Partido Socialista (Eduardo Tamayo y
María Teresa Sáez), que con su ausencia -¡dos votos!- en la sesión consultiva
de la Asamblea
de Madrid impidieron que Rafael Simancas llegara a presidir la Comunidad de Madrid.
Aquella -¿extraña?- circunstancia le dio la presidencia a Esperanza Aguirre.
A
partir de ahí, en caída libre, como una cascada, se fueron sucediendo, uno tras
otro, numerosos casos de corrupción, algunos de los cuales fui refiriéndote en
cartas anteriores: Banca Catalana, Palau de la Música, Gürtel, los ERE de
Andalucía, Nóos... Hasta los más recientes: el caso Campeón, la Pokémon, Pujol
& familia, Bankia, Bárcenas, Blesa, Tarjetas Black...Como puedes ver,
querido amigo, no hay nada nuevo bajo el sol.
A
la vista de este maremágnum de corruptelas, podemos concluir que este país
tenía las Arcas a rebosar. ¡Éramos un país rico! Y ese atajo de mangantes
titulados, han sabido aprovecharse de la (presunta) anuencia y la desidia de
aquellos que tendrían que haber fiscalizado la espuria utilización de fondos
públicos y privados. Pero era más cómodo -y menos comprometido- mirar hacia
otro lado. Y así hemos llegado a esta situación de pobreza, y de desprestigio
como país.
Me
temo, querido amigo, que esta vergonzosa escalada de delitos
político-económico-fiscales no ha terminado. Y, francamente, entre otros
sentimientos que, por sensatez y educación, no voy a expresar, el cansancio que
me produce tanta indecencia me obliga a interrumpir, momentáneamente, esta
relación epistolar. Espero que lo comprendas. Sin embargo, puedes estar seguro
de que, antes de que finalice el año, volverás a tener noticias mías.
Un
fuerte abrazo.
Robert
25 diciembre 2014
Amigo
imaginario:
El
próximo día 31 de este mes de diciembre, si no cascamos antes, despediremos un
año más. Otro año que se va, con sus luces y sombras -más de las segundas que
de las primeras-, en el que lo más destacable -¡qué vergüenza!- ha sido la
corrupción en la clase política y económica, como te he ido informando a través
de mis cartas. Este año que termina, podríamos resumirlo como el de la eclosión
masiva del fraude. Y tú sabes que no estoy exagerando. Pues hemos visto con que
descaro, sin sonrojarse, algunos personajes -¡y ya son muchos!-, una vez que
alcanzan el poder -ya sea político o económico-, no dudan en aprovecharse del
cargo para enriquecerse, diligentemente, a costa del Erario Público. Es decir, a nuestra
costa.
Algunos
de estos redomados sinvergüenzas, después de larguísimos procesos judiciales
-con un coste importante para el Estado-, por fin están en la cárcel. Sin
embargo, no han devuelto el dinero que defraudaron -¡robaron!-, y cuando salgan
-que, por los inescrutables vericuetos judiciales, será más pronto que tarde-,
estarán forrados y vivirán como Marajás: entre el lujo y la opulencia. Y, para
aumentar nuestra indignación, se reirán de nosotros -ciudadanos de tercera
división-, y nos harán un “elegante” corte de mangas.
Por
si todo este maremágnum de comportamientos inadecuados no fuera suficiente,
irrumpió en la escena política un nuevo y curioso personaje: Francisco Nicolás
Gómez-Iglesias, un joven de 20 años apodado por la prensa nacional como ‘El pequeño Nicolás’, que alcanzó gran
notoriedad al ser detenido en octubre de este año, acusado de falsedad, estafa
y usurpación de identidad. Este individuo, en sus intervenciones como invitado
en un programa de una cadena de televisión, asegura haber colaborado con el
Centro Nacional de Inteligencia. De sus declaraciones se desprende que actuaba
en calidad de mediador-conseguidor, por cuyas gestiones percibía sustanciosas
comisiones. Además, todos los medios de comunicación se hicieron eco de
instantáneas en las que se le puede ver, por ejemplo, con la alcaldesa de
Madrid, Ana Botella; con el expresidente del Gobierno, José María Aznar...
También, en diversos actos institucionales. Por ejemplo, desfilando como
invitado en el besamanos celebrado en el Palacio Real tras la proclamación del
rey Felipe VI. Y un largo etcétera de
apariciones con conocidos personajes de la política y del ámbito empresarial de
nuestro país. Todo un cúmulo de despropósitos que dañan, como un estigma,
nuestra marca de país.
Así
las cosas, querido amigo, no resulta fácil comprender cómo un joven de su edad
pudo adquirir tanta relevancia y -¡por qué no decirlo!-, también tanto poder.
No obstante, la Justicia determinará lo que hay de realidad y de fantasía en
este lamentable episodio de política-ficción.
Otro
asunto, no menos importante, es la decisión de la otrora presidenta de la
Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, de ponerse a disposición de su partido
para presentarse como candidata a la alcaldía de Madrid. ¡Increíble! Ella, que
en su momento había anunciado a bombo y platillo que abandonaba la primera
línea de la política -por decisión propia, alegando motivos personales-,
sorprende a propios y a extraños -quizá el más sorprendido haya sido el
mismísimo presidente Rajoy- con su intención de irrumpir de nuevo en la arena
política. Está visto que la ambición de poder no tiene límites. Espero que esa
misma ambición signifique el suicidio político de la señora Aguirre, por
pretender perpetuarse -¡qué enfermiza obsesión!- obviando el relevo
generacional.
Paciente
amigo, ayer fue Nochebuena. Una noche de recuerdos y, sobre todo, de grandes
ausencias. La historia se repite, año tras año. Pero hay que rendirse a la
evidencia. Un familiar, un amigo, un vecino, un conocido... Poco a poco, vamos
quedando sin vínculos afectivos. Es la vida, amigo mío. Cuando se llega a
cierta edad, los recuerdos y las ausencias se funden irremediablemente. Las
Navidades, lo digo siempre, son para disfrute de los más jóvenes. Ellos viven
el presente con gran intensidad. Lo disfrutan y nos hacen partícipes de su
alegría, de su ilusión. Y así debe ser. Porque si dejamos que nos invada la
tristeza, recreándonos en la nostalgia, nos precipitaremos hacia el abismo. Y
eso, estimado amigo, significaría el final.
Que
el año próximo traiga un poco de cordura a este país. Que nuestros políticos
sean consecuentes con las necesidades de los ciudadanos. Que los corruptos y
defraudadores, además de devolver el dinero que robaron, acaben con sus huesos
en la cárcel y desaparezcan del panorama de actualidad. Que los que nos
gobiernan, si no están dispuestos a velar por lo intereses de los ciudadanos,
se vayan a sus casas. Que se busquen la vida y nos dejen en paz.
Un
fortísimo abrazo.
Robert
No hay comentarios:
Publicar un comentario