05 marzo 2022
Vladimir
Putin, exagente del KGB y actual presidente de Rusia, el pasado día 24 de
febrero, al filo de las cinco de la mañana, lanzó una ofensiva militar sobre
Ucrania. La inteligencia estadounidense lo había advertido varias semanas antes.
El presidente de Francia y presidente de turno de la UE, Emmanuel Macron,
intentó una salida diplomática a este conflicto. Pero todo ha sido inútil.
La
ambición de poder de este autócrata despiadado, nostálgico del totalitarismo de
la extinta URSS, no parece tener límites, y representa su seña de identidad. No
se inmuta cuando bombardean hospitales y escuelas… Y se muestra indolente ante
el derramamiento de sangre de víctimas inocentes de esta brutal invasión.
La
impotencia de los médicos por la falta de medicinas y medios técnicos para
atender a sus pacientes en improvisadas enfermerías en los sótanos, es
desgarradora. Mujeres con sus bebés recién nacidos, algunos prematuros, sin
incubadoras. Casi dos millones de ucranianos obligados a abandonar sus hogares
—familias enteras: mujeres, ancianos y niños de corta edad—, en un éxodo hacia
un futuro incierto, que les obliga a recorrer cientos de kilómetros hasta las
fronteras de los países vecinos. Pero los hombres se quedan para defender a su
país de la sinrazón de una invasión feroz, dejando que sus mujeres y sus hijos
se pongan a salvo fuera de aquel infierno. Desgarradoras e interminables
despedidas, entre abrazos y llantos, con los sentimientos a flor de piel, y la
incertidumbre de no saber si algún día volverán a reencontrarse.
Esta
guerra tendrá graves repercusiones económicas a nivel global. También, un
elevado coste en vidas humanas. Hemos
padecido dos guerras mundiales que han causado millones de muertos, entre
soldados y población civil. Y ahora, por el capricho de un fanático, podemos
vernos envueltos en una contienda de proporciones insospechadas. La historia puede
volver a repetirse. No hemos aprendido nada.
Hace
algún tiempo, en un artículo delirante, el periodista y comentarista radiofónico,
Enric González, escribió una irónica frase que yo acomodo a las actuales
circunstancias: «Señor de la guerra, por favor, tómese la medicación. No
vayamos a tener un disgusto».
Publicado en ‘La Región’ (08.03.2022), en la sección ‘Cartas al Director'
No puedo hacer un comentarlo, tengo un nudo en la garganta. Un abrazo
ResponderEliminarAnte el horror de la sinrazón, viendo los semblantes de tristeza de las jóvenes madres con sus asustados hijos, uno se queda sin palabras. Pero la indignación, la rabia contenida, propiciada por las imágenes de los bombardeos, destrucción y muerte, nos hace exclamar improperios contra el fanático causante de tanto dolor. Un abrazo.
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