Por Robert Newport
03 agosto 2020
La escalada de nuevos contagios y fallecimientos por el COVID-19 no parece tener fin. Cada cierto tiempo, desde siempre, un nuevo virus hace acto de presencia. Se trata de una visita incómoda y muy preocupante. Así las cosas, mi ignorancia —que es mucha— me ha llevado a pensar que el coronavirus puede tener su origen en una mutación violenta de otro ya existente. También es probable que el cambio climático haya propiciado que algunos virus que permanecían en estado latente hayan despertado de su letargo de cientos o miles de años, irrumpiendo con agresividad en el sistema inmunitario del cuerpo humano.
Mis cavilaciones —porque el confinamiento es terreno abonado para la reflexión— me han llevado a imaginar que se trata de un virus de diseño, dispersado desde el aire, con las más abyectas intenciones. Porque me niego a creer que algo así pueda surgir por generación espontánea.
En cualquier caso, nos encontramos indefensos ante esta nueva invasión vírica que, si la ciencia no concluye cómo combatirla, se habrá convertido en un drama humano de proporciones inimaginables.
Publicado en
‘Faro de Vigo’ y ‘La Voz de Galicia’ (04.08.2020), y en ‘La Región’
(05.08.2020), en la sección ‘Cartas al Director’
Supongo que todos dejamos libre la imaginación con tantos problemas. Tu imaginación está muy fértil, eres un Sagitario muy claro. Un abrazo
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