Por Robert Newport
12 abril 2020
Sabemos que, tarde o
temprano, todo volverá a la normalidad. Las industrias, comercios, bares y
restaurantes, los transportes públicos y privados, las academias, escuelas
infantiles, colegios, institutos y universidades, recuperarán su actividad, horarios
y rutinas. Los cines y teatros abrirán de nuevo sus puertas. Los espectáculos
musicales y deportivos recobrarán su grandeza. Volveremos a pasear por los parques
y jardines, por la orilla del mar y las márgenes de los ríos. Recuperaremos los
apretones de manos, las caricias, los besos y los abrazos. Cuando todo esto
haya pasado, los niños volverán a jugar en los parques infantiles. Se reunirán
de nuevo las familias, y nuestros mayores ya no se sentirán tan solos. Todos lo
estamos deseando.
Pero se ha de proceder con
la debida prudencia, garantizando la salud y la seguridad de todos. Lo
contrario sería una gran irresponsabilidad. Porque, haciendo un símil de una
frase de Moisés en el film ‘Los Diez Mandamientos’, los trabajadores sanos
pueden producir mucho; los enfermos, muy poco; los muertos, nada.
Ignoro
si habremos aprendido algo de esta extraña realidad provocada por el
coronavirus COVID-19. Porque lo que para unos habrá sido una experiencia, sin
más; para otros, lamentablemente, habrá supuesto una dolorosa y triste
experiencia.
Publicado en ‘La Región’
(25.04.2020) y ‘Faro de Vigo’ (26.04.2020), en la sección ‘Cartas al Director’
Esta experiencia no me parece que la estemos llevando bien. No entiendo por qué no puedo ir a Tomiño, por ejemplo. Llevo 2 meses sin salir de casa con mis nietos y mi hija. Mi hijo Miguel también está en su casa, su mujer tiene a sus padres con más de 85 años en Vigo y no pueden ir a verlos. Y en Tomiño cuando vaya estará como un monte... Y en Tomiño no hay contagios. Bueno, a pesar de que estoy acostumbrada siempre fue por algo, y creo que esto es demasiado. Empiezo a tener ansiedad y angustia...entre otras cosas. Un abrazo.
ResponderEliminarLas situaciones excepcionales requieren medidas excepcionales. Y hemos de aceptarlas con resignación, aunque sea a regañadientes. Un abrazo.
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