miércoles, 18 de septiembre de 2019

Monstruo de dos cabezas




Por Robert Newport
17 septiembre 2019

La terquedad de Pedro Sánchez frente a las pretensiones de Pablo Iglesias, se ha convertido en un bucle sin fin. Ignoro si están «mareando la perdiz» o «jugando al gato y al ratón». También puede ser que se estén divirtiendo con el «juego de la oca», ahora tiro yo porque me toca. Lo que sí está claro es que este «duelo de egos», tiene paralizada la gobernabilidad de España. Las negociaciones —¡el regateo!— se encuentran en un impasse, ante la negativa de ambas partes a ceder en sus propuestas. Y todo parece indicar que esta situación, claramente insostenible, nos puede abocar —¡maldita sea!— a unas nuevas elecciones generales.

He de confesar que siempre desconfié de los gobiernos bicéfalos. Sin embargo, llegado el caso, los líderes políticos no deben ignorar que la bicefalia requiere unos comportamientos y unas realidades que eviten posibles consecuencias indeseadas. Todo es cuestión de aunar voluntades, olvidándose de personalismos, por una causa común, teniendo absolutamente claro quién ha de asumir el rol de «director de orquesta» y quién el de «concertino». De lo contrario, el fracaso puede ser estrepitoso.

Es más que probable que yo esté equivocado —¡Ojalá!—. Pero, en un alarde de inconsciente osadía por mi parte, sospecho que se podría estar gestando un «monstruo de dos cabezas».

2 comentarios:

  1. Querido Roberto, he llegado a la conclusión de que eres un romántico o que crees en los reyes magos. Es enternecedor comprobar que todavía confías en ellos. Creo que Sanchez tiene su futuro en el teatro y que Iglesias está entre la espada (Irene y sus bebés) y la pared (su casa). A los politólogos debían exigirles (no una tarde) un curso completo de Economía. Perdona amigo, es que creo que tengo derecho a vivir tranquila lo que me queda de vida.

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    1. Estimada Marité: Tu primera aseveración la asumo, absolutamente. En cuanto a los Reyes Magos, ya no estoy en edad. Finalmente, puedo asegurarte que, desde que Adolfo Suárez desapareció del panorama político —y llovió mucho desde entonces—, que,como he dicho en más de una ocasión, fue mi indiscutible «norte» político, ninguno de los que le sucedieron mereció mi confianza. ¡Ninguno! Por ello, hoy por hoy, en lo que respecta a comparecer en cualquiera de las —excesivas— convocatorias electorales, ni estoy ni se me espera. Y aquí paz y después gloria.

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