02 agosto 2018
Todavía resuenan los ecos del quinto aniversario del accidente del Alvia en Angrois. Aún no se han apagado los lamentos de las víctimas, que han tenido que recurrir a la Comisión Europea para que fuera reconocida la falta de seguridad en la fatídica curva de A Grandeira, en la que la tarde-noche del 24 de julio de 2013 se produjo aquel horrible accidente que se saldó con 81 víctimas mortales y 147 heridos.
Sin embargo, cinco años después, todo sigue igual: continúa sin instalarse el sistema de seguridad ERMTS en ese tramo del trazado ferroviario. ¿Cómo es posible que se señale como único responsable al maquinista? Los accidentes ocurren, qué duda cabe, porque el riesgo cero no existe. Pero los políticos, en su afán por dejar su impronta y arrogarse un mérito que les proporcione votos, han institucionalizado las inauguraciones exprés, aunque las obras no estén concluidas ni dispongan de los preceptivos dispositivos de seguridad.
Se pusieron todas las trabas para impedir la creación de una Comisión de Investigación objetiva e independiente. Nos han mentido descaradamente, manipulando las informaciones, tratando de justificar lo injustificable. No hubo ceses ni dimisiones. Nadie quiso asumir su cuota de responsabilidad. Así, lamentablemente, se confirma, una vez más, el apotegma de John F. Kennedy: «El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano».
Publicado en ‘La Región ’
(04.08.2018) y en ‘Faro de Vigo' (09.08.2018), en la sección ‘Cartas al
Director’
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