16 abril 2017
Su
padre, Moht Cissé, había partido de Mbour, Senegal, cuatro años antes, rumbo a
Canarias. Tuvo que ser rescatado por una lancha de Salvamento Marítimo al
hundirse la vieja patera en la que viajaba junto a más de 150 personas.
De Las Palmas viajó a Murcia, donde trabajó durante
unos meses recolectando fruta. Como a él le gustaba el mar, viajó hasta A
Coruña y se enroló en un arrastrero. Las cosas le habían ido bien, alquiló una
vivienda y decidió traer a su esposa, Aisatu, y a su hijo, Moussa.
El joven no quería ser marinero como su padre. Le
gustaba estudiar, y jugaba en un equipo de fútbol juvenil. Estaba totalmente
integrado en el colegio, y tenía muchos amigos.
Pero el destino, ese poder sobrenatural tantas
veces injusto, mostró su cara más cruel. Moussa jugaba al fútbol en la playa
con sus compañeros, la fuerte resaca de las olas y un profundo escalón en la
arena, unidos a su inexperiencia como nadador, le impidieron recuperar el balón
que se había ido al mar. Tenía 17 años, y muchos sueños por cumplir. Él no
quería ser marinero, pero el mar le arrebató la vida. In memoriam.
(Publicado
en ‘XLSemanal’ (30.04.2017), en la sección 'Cartas de los Lectores')
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