Por Robert Newport
26 abril 2016
En las elecciones del pasado 20D, los ciudadanos dejaron claro que no quieren mayorías absolutas. Pero han transcurrido cuatro meses desde entonces, y continuamos con un Gobierno en funciones. El rey ha iniciado la tercera ronda de consultas en un nuevo intento de encontrar un firme candidato a la investidura. La opinión general, salvo sorpresas de última hora, que no es probable que las haya, es que estamos a las puertas de unas nuevas elecciones generales.
Es una evidencia incuestionable que, en las pasadas elecciones, el Partido Popular resultó ser la fuerza más votada. Sin embargo, Mariano Rajoy renunció a buscar los apoyos necesarios para ser investido como presidente del Gobierno, declinando el encargo del jefe del Estado. Esta actitud egocéntrica, arrogante y prepotente, más propia de un tahúr del Misisipi que de un político responsable, anteponiendo los intereses personales y partidistas al interés general del país -lo que algunos articulistas y analistas políticos calificaron de ‘jugada maestra’-, la considero nociva para España, y una absoluta falta de respeto a la ciudadanía, en general, y a sus votantes, en particular, entre los que no me encuentro, para bien o para mal.
En cuanto a los otros actores, que continúan enzarzados en sus, inútiles y prescindibles, cuitas y desvaríos, los resultados hablan por sí solos. Así las cosas, seguimos atrapados en un bucle sin fin.
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