01. Parque de la Playa de Compostela (Bancos) |
02. Parque de la Playa de Compostela (Bancos) |
03. Parque de la Playa de Compostela (Bancos) |
04. Parque de la Playa de Compostela (Bancos) |
Por Robert Newport
22 septiembre 2015
Cuando
se acometen actuaciones de remodelación de espacios públicos como, por ejemplo,
las llevadas a cabo, en su momento, en Vilagarcía de Arousa (Playa y Parque de
Compostela, en su conjunto, y en los jardines de Ravella y de la Plaza de España), pueden
suponer, en principio, un atentado contra la racionalidad, y una absoluta falta
de respeto hacia aquellos que concibieron, proyectaron y ejecutaron estos
espacios dedicados al esparcimiento y al descanso de los ciudadanos. Es necesario,
incluso indispensable, sumergirse en la obra y en la personalidad del autor
para comprender el por qué de la concepción de aquel proyecto. Ello supondrá,
sin duda, un ejercicio muy enriquecedor.
Las
remodelaciones han de realizarse con humildad y con el máximo respeto al
proyecto original, con el fin de no vulnerar el principio de funcionalidad,
procurando mantener, en la medida de lo posible, su esencia primigenia. Porque,
aunque es cierto que la identidad evoluciona con el progreso, no hay razón
alguna que justifique actuaciones anárquicas que no tienen en cuenta la
repercusión sobre el entorno.
Cuando
se asume una remodelación, del mismo modo que cuando se concibe un nuevo
proyecto, ha de tenerse en cuenta que el hombre, como unidad de medida de todo
cuanto le rodea, necesita habilitar espacios para vivir y disfrutar, también
para descansar, dotándolos de los elementos imprescindibles para tal fin. El
hombre se mueve y ocupa un lugar en el espacio, y por ello ha de solucionar
problemas volumétricos de distribución de espacios que se ajusten a sus
necesidades. Como ser social que es, el hombre no siempre desarrolla su
actividad en solitario, sino que, por el contrario, la mayoría de las veces se
relaciona con grupos más o menos numerosos. Por ello, es indispensable
considerar estos conceptos como auténticos preceptos que, inexcusablemente, hay
que respetar.
Decía
Teresa Táboas Veleiro (Arquitecta), cuando era Conselleira de Vivenda e Solo de
la Xunta de
Galicia: “Entiendo que la
Arquitectura , como todos los demás ámbitos de la cultura, tiene
que ser consciente y respetuosa con su pasado, con la historia, con el patrimonio,
con las tradiciones y los símbolos. Y tiene que establecer un diálogo con la
sociedad y con el tiempo presente, un continuo proceso de revisión y adaptación”.
La
aseveración de la señora Táboas Veleiro, que suscribo en su totalidad, puede extrapolarse
a las rehabilitaciones y remodelaciones de los espacios públicos. Parece lógico
-y, sin duda, lo es- que todo aquel que interviene en una remodelación pretenda
dejar su impronta. Pero, eso sí, ha de hacerlo ma non troppo respetando el concepto que pretendió transmitir el
autor del proyecto original. Lo contrario podría considerarse un comportamiento
netamente egocéntrico. Y el resultado final, por tanto, amorfo, indefinido,
confuso, indiferente.
Hace algún tiempo (18.09.2012), escribí un artículo titulado Remodelación del Parque de la Playa de Compostela (ver
fotos), para la Web
de Patrimonio Vilagarcía, que transcribo a continuación:
“A
los que tenemos cierta edad, nos produce tristeza y desolación, además de
cierto sarpullido, comprobar el resultado de la remodelación del emblemático
Parque de la Playa
de Compostela.
Cuando
uno se encuentra ante la antigua verja de aspecto señorial, echa de menos la
acogedora presencia de aquellos árboles que, como centinelas del tiempo, nos
recibían en posición de firmes. Una vez traspasada la verja, el aspecto del
Parque, en su conjunto, nada tiene que ver con el de nuestros recuerdos… ¡Qué impactante
decepción!
Al
ver los nuevos bancos y su dispersa ubicación, al instante, como un flash –tal
vez sería mas apropiado decir ‘fogonazo’-, me imaginé unos bloques de hormigón
abandonados al libre albedrío, aquí y allá, sin orden ni concierto. Pero,
claro, les faltaba ‘encanto’. Es decir, tenían poco “glamour”. ¡Eureka! ¡Cómo
no se nos había ocurrido antes! El ingenio y la improvisación, facultades en
las que somos únicos e insuperables, obraron el milagro: un postizo armazón de
madera, a modo de respaldo, y unas luces “galácticas” empotradas… ¡Qué
despropósito!
¿Dónde
quedó el concepto de configuración anatómica, regla de oro en el arte del
diseño, para que un asiento cumpla la función para la que fue creado? Estos
bancos de hormigón, paralelepípedos cuasi perfectos, de aristas cortantes y
vértices puntiagudos, es incuestionable que se ajustan al más puro concepto de
cuerpo geométrico. Sin embargo, no están diseñados anatómicamente para
proporcionar descanso y comodidad.
En
definitiva, los citados bancos y el ‘chiringuito’, cuyo diseño simplista los
convierte en unos elementos extraños que no se integran mínimamente en el
entorno, considero que son un despropósito cuyo coste económico pagamos todos”.
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