viernes, 2 de octubre de 2015

Consideraciones personales

01. Parque de la Playa de Compostela (Bancos)

02. Parque de la Playa de Compostela (Bancos)

03. Parque de la Playa de Compostela (Bancos)

04. Parque de la Playa de Compostela (Bancos)



























05. Parque de la Playa de Compostela (Chiringuito)

Por Robert Newport
22 septiembre 2015

Cuando se acometen actuaciones de remodelación de espacios públicos como, por ejemplo, las llevadas a cabo, en su momento, en Vilagarcía de Arousa (Playa y Parque de Compostela, en su conjunto, y en los jardines de Ravella y de la Plaza de España), pueden suponer, en principio, un atentado contra la racionalidad, y una absoluta falta de respeto hacia aquellos que concibieron, proyectaron y ejecutaron estos espacios dedicados al esparcimiento y al descanso de los ciudadanos. Es necesario, incluso indispensable, sumergirse en la obra y en la personalidad del autor para comprender el por qué de la concepción de aquel proyecto. Ello supondrá, sin duda, un ejercicio muy enriquecedor.

Las remodelaciones han de realizarse con humildad y con el máximo respeto al proyecto original, con el fin de no vulnerar el principio de funcionalidad, procurando mantener, en la medida de lo posible, su esencia primigenia. Porque, aunque es cierto que la identidad evoluciona con el progreso, no hay razón alguna que justifique actuaciones anárquicas que no tienen en cuenta la repercusión sobre el entorno.

Cuando se asume una remodelación, del mismo modo que cuando se concibe un nuevo proyecto, ha de tenerse en cuenta que el hombre, como unidad de medida de todo cuanto le rodea, necesita habilitar espacios para vivir y disfrutar, también para descansar, dotándolos de los elementos imprescindibles para tal fin. El hombre se mueve y ocupa un lugar en el espacio, y por ello ha de solucionar problemas volumétricos de distribución de espacios que se ajusten a sus necesidades. Como ser social que es, el hombre no siempre desarrolla su actividad en solitario, sino que, por el contrario, la mayoría de las veces se relaciona con grupos más o menos numerosos. Por ello, es indispensable considerar estos conceptos como auténticos preceptos que, inexcusablemente, hay que respetar.

Decía Teresa Táboas Veleiro (Arquitecta), cuando era Conselleira de Vivenda e Solo de la Xunta de Galicia: “Entiendo que la Arquitectura, como todos los demás ámbitos de la cultura, tiene que ser consciente y respetuosa con su pasado, con la historia, con el patrimonio, con las tradiciones y los símbolos. Y tiene que establecer un diálogo con la sociedad y con el tiempo presente, un continuo proceso de revisión y adaptación”.

La aseveración de la señora Táboas Veleiro, que suscribo en su totalidad, puede extrapolarse a las rehabilitaciones y remodelaciones de los espacios públicos. Parece lógico -y, sin duda, lo es- que todo aquel que interviene en una remodelación pretenda dejar su impronta. Pero, eso sí, ha de hacerlo ma non troppo respetando el concepto que pretendió transmitir el autor del proyecto original. Lo contrario podría considerarse un comportamiento netamente egocéntrico. Y el resultado final, por tanto, amorfo, indefinido, confuso, indiferente.

Hace algún tiempo (18.09.2012), escribí un artículo titulado Remodelación del Parque de la Playa de Compostela (ver fotos), para la Web de Patrimonio Vilagarcía, que transcribo a continuación:

“A los que tenemos cierta edad, nos produce tristeza y desolación, además de cierto sarpullido, comprobar el resultado de la remodelación del emblemático Parque de la Playa de Compostela.

Cuando uno se encuentra ante la antigua verja de aspecto señorial, echa de menos la acogedora presencia de aquellos árboles que, como centinelas del tiempo, nos recibían en posición de firmes. Una vez traspasada la verja, el aspecto del Parque, en su conjunto, nada tiene que ver con el de nuestros recuerdos… ¡Qué impactante decepción!

Al ver los nuevos bancos y su dispersa ubicación, al instante, como un flash –tal vez sería mas apropiado decir ‘fogonazo’-, me imaginé unos bloques de hormigón abandonados al libre albedrío, aquí y allá, sin orden ni concierto. Pero, claro, les faltaba ‘encanto’. Es decir, tenían poco “glamour”. ¡Eureka! ¡Cómo no se nos había ocurrido antes! El ingenio y la improvisación, facultades en las que somos únicos e insuperables, obraron el milagro: un postizo armazón de madera, a modo de respaldo, y unas luces “galácticas” empotradas… ¡Qué despropósito! 

¿Dónde quedó el concepto de configuración anatómica, regla de oro en el arte del diseño, para que un asiento cumpla la función para la que fue creado? Estos bancos de hormigón, paralelepípedos cuasi perfectos, de aristas cortantes y vértices puntiagudos, es incuestionable que se ajustan al más puro concepto de cuerpo geométrico. Sin embargo, no están diseñados anatómicamente para proporcionar descanso y comodidad.

En definitiva, los citados bancos y el ‘chiringuito’, cuyo diseño simplista los convierte en unos elementos extraños que no se integran mínimamente en el entorno, considero que son un despropósito cuyo coste económico pagamos todos”.

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