Por
Robert Newport
22 julio 2015
En un arranque de curiosidad retrospectiva, volví a
ojear los tres libros sobre Mecánica del Automóvil y Cálculos de Taller -editados
en 1922- que, como ya dejé constancia en
otros escritos personales, pertenecían a mi abuelo. Me los regaló cuando yo
estudiaba bachillerato en el otrora Instituto Laboral (Centro de Enseñanza
Media y Profesional de Villagarcía de Arosa), y los conservo con gran cariño. Se
trata de ediciones profusamente ilustradas, con fotografías y dibujos que facilitan
la comprensión de las materias que contienen. El lenguaje utilizado, que
sorprende por su sencillez y contundencia, en ocasiones reiterativo en exceso,
corresponde al inconfundible estilo retórico de la época.
En la siguiente transcripción, correspondiente
al libro titulado MANUAL PRÁCTICO DEL AUTOMOVILISTA Y DEL PILOTO AVIADOR, se
aprecia la estricta observancia de las normas de comportamiento que, en aquella
época, se le exigía al profesional del automóvil o chauffeur.
Los
mecánicos automovilistas.- Todos
los propietarios de coches automóviles saben muy bien cuán difícil es encontrar
un buen mecánico, lo cual se explica fácilmente si se consideran las numerosas
y variadas cualidades que dicho empleado debe poseer: habilidad y prudencia
para conducir el vehículo; conocimiento perfecto de todos los mecanismos;
cultura y diligencia; método para atender a la conservación de los mecanismos y
para evitar los incidentes de viaje y las paradas imprevistas, o cuando menos
para prevenir las consecuencias; pericia mecánica y habilidad manual para
ejecutar las reparaciones que puedan ser necesarias durante un largo viaje, y
especialmente, destreza para llevar a cabo estos trabajos con los elementos de
que se dispone en lugar despoblado o a lo menos (sic) en una herrería rural. Además
de estas cualidades profesionales, necesita poseer otras, tan importantes como
las primeras, como son la robustez y la resistencia contra el cansancio,
paciencia, docilidad y trato afectuoso, sin hablar de la honestidad,
indispensable en todas las profesiones.
En la elección de un mecánico es indispensable
substraerse al deseo de realizar una pequeña economía en el pago de sus
servicios, que podría traducirse en un fuerte aumento en el gasto final, y
considerar siempre que al mecánico automovilista se le confía una máquina
complicada y costosa, y que la impericia del mismo puede ocasionar la
destrucción de ésta.
Al contratar un mecánico automovilista, deberá
atenderse principalmente a unas u otras de sus cualidades según el uso que se
haga del automóvil; los que hacen guiar su automóvil por el chauffeur deberán atender en primer
lugar a su habilidad como conductor, mientras que los que tienen por costumbre
guiar por sí mismos el automóvil, atenderán principalmente a su pericia
mecánica y habilidad manual.
En todo caso, esta elección, siempre difícil, queda
facilitada con la creación de las cátedras de Automovilismo en las Escuelas Industriales
y de Artes y Oficios, que proveen a sus alumnos de certificados o diplomas de
aprovechamiento, los cuales deben ser tenidos en cuenta para juzgar la pericia
del chauffeur.
Observemos también que, si bien no está prescrito
en nuestras leyes, conviene que el mecánico sea asegurado contra los accidentes
que puede sufrir en el ejercicio de su profesión.
Es muy conveniente que las relaciones entre el
propietario del automóvil y el mecánico conductor queden bien determinadas por
un contrato escrito y firmado, a ser posible, por ambas partes contratantes; en
este contrato convendrá hacer constar los documentos que presenta el mecánico
para comprobar su pericia y buena conducta, la duración del contrato y de sus
prórrogas, el sueldo estipulado y la forma de pago del mismo, las horas que puede
durar el servicio ordinario y la forma en que debe prestarse el servicio
extraordinario, las obligaciones del mecánico, la responsabilidad del mismo en
el caso de infracción de las ordenanzas relativas a la circulación de vehículos,
las condiciones del seguro contra accidentes, etc., etc.
Modo de
presentarse el chauffeur ante el propietario del automóvil y ante el público.- Se lamenta generalmente la presentación poco
urbana de los mecánicos conductores de automóviles; y este hecho constituye una
verdadera plaga del automovilismo. Conviene mucho que los mecánicos conductores
cuiden de presentarse con modales urbanos, propios de todo hombre bien educado,
guardando en todas las ocasiones una actitud correcta, tanto frente al
propietario del automóvil como si ha de presentarse ante el público a causa de
cualquier accidente desgraciado.
El mecánico conocedor de sus deberes, manteniendo
siempre la calma y la serenidad indispensables para manejar con acierto y
seguridad la máquina que le está confiada, no se arrepentirá nunca de haberse
presentado con docilidad y seriedad. Este comportamiento evitará casi siempre
toda clase de rozamientos.
La presentación dócil y respetuosa, como de persona
perfectamente conocedora de sus deberes, tiene también la ventaja de hacer que
pasen desapercibidos ciertos errores que todo mecánico, por muy práctico que
sea, puede cometer.
Recomendamos pues a todos los que quieren iniciarse
en el oficio de mecánico conductor de automóviles o chauffeur, que pongan la mayor prudencia en prevenir los numerosos
peligros que representa el automovilismo, y que recuerden en todo momento la
responsabilidad que implica el disponer de la vida de todas las personas
transportadas; que se atenga siempre escrupulosamente a las reglas más
generales de la urbanidad para con los pasajeros y para con el público, digno
en general de mayor respeto del que le guardan la mayor parte de los
automovilistas.
En muchos casos, el mecánico automovilista puede
realizar acciones de gran utilidad pública, ya sea socorriendo a otros
automovilistas que halle parados en la carretera por haber sufrido alguna
avería el automóvil en que viajan, ya prestando los auxilios que aconseja la Ciencia y exige el amor
que debemos a nuestros semejantes a todo aquel que haya sido víctima de algún
accidente desgraciado.
Obrando de este modo, el mecánico conductor tendrá
la satisfacción no sólo de acreditarse como hombre de buenos sentimientos y
cumplidor de sus deberes, sino que también hará honor a su principal, del cual
merecerá la estimación más sincera e incondicional.
Higiene
del automovilista.- En
automovilismo son bastante frecuentes las afecciones de la piel ocasionadas por
la insolación o por la helada, y en ambos casos pueden ser de utilidad las
unturas con grasas consistentes.
Para lavarse las manos conviene emplear jabones a
la glicerina, y para combatir el sudor abundante de las manos pueden lavarse
diariamente con timoformo disuelto en mucha agua de fuente.
Los baños completos con agua tibia tienen acción
sedativa. En ningún caso conviene emplear, para baños y duchas, agua a
temperatura inferior a 8º.
Las duchas se dan en forma de lluvia, teniendo la
cabeza cubierta con una gorra de tela impermeable, y su duración debe ser de 15 a 25 segundos; la
temperatura del agua debe ser superior a 8º y la presión de 15 metros como máximo, o
sea, de una atmósfera y media aproximadamente. Las duchas son excitantes
enérgicos, pero conviene que su duración no sea excesiva.
Después de tomar un baño o una ducha, debe
procurarse siempre activar la circulación de la sangre por medio de fricciones
suaves o haciendo algunos ejercicios.
Con respecto a la higiene de los ojos conviene
observar que el frío, el sol, el polvo y los cuerpos extraños, y especialmente
los pequeños insectos que siempre están volando por las capas inferiores de la
atmósfera, son otros tantos enemigos.
El aire que choca contra el rostro del
automovilista, produciendo casi siempre una impresión agradable, origina un
enfriamiento de los ojos cuya consecuencia inmediata es la irritación de las
mucosas del ojo y la inflamación de las mismas. Si a la acción del frío se
añade la del polvo de la carretera, que es el inconveniente más común y más
grave, la inflamación del ojo llega a constituir una enfermedad.
Las gafas protectoras deben adaptarse perfectamente
a la cara, ser impermeables al polvo y al agua y quedar bien sujetas cuando se
han colocado en la posición conveniente. El vidrio de dichas gafas ha de ser
homogéneo y límpido, y deben construirse de modo que pueda aprovecharse todo el
campo visual.
Las gafas de automovilista deben permitir además la
renovación del aire que rodea al ojo, para evitar su irritación.
El automovilismo en general, y más particularmente
las excursiones ordenadas en automóvil, hacen desaparecer la tos y el insomnio,
aumentando notablemente el apetito en las personas tuberculosas. A los
neurasténicos pueden recomendárseles los paseos en automóvil, que en general
suprimen el insomnio a causa de que el oxígeno del aire penetra en mayor
cantidad en los pulmones. Los asmáticos, durante las excursiones en automóvil
ven calmada su dolencia como por encanto, a causa de la continua renovación del
aire originada por la marcha veloz del vehículo.
(Publicado el 22.07.2015, en la Web de Patrimonio Vilagarcía)
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