jueves, 6 de agosto de 2015

El Obelisco de la Plaza de Galicia


Por Robert Newport
03 agosto 2015

Sabemos que el obelisco es un monumento religioso o conmemorativo que, esencialmente, consiste en una columna troncopiramidal, de sección cuadrada, coronada por un pináculo en forma de pirámide, que se alza desafiante hacia el cielo.

Los egipcios lo erigían en honor de ‘Ra’, el dios Sol. Algunos autores incluso le otorgan al obelisco la representación fálica de la energía masculina... El emblemático obelisco erigido en la Plaza de la Concordia de París, que es gemelo del que se encuentra en Egipto frente a la fachada del templo de Luxor, está realizado en granito rosa de Asuán, y mide 23 metros.

Otro obelisco relevante es el monumento a George Washington (Washington, DC), cuyas caras están perfectamente alineadas con los cuatro puntos cardinales. Realizado en mármol, granito y piedra arenisca, mide poco más de 169 metros.

Dicho esto, podemos concluir que el incorrectamente denominado ‘obelisco’ de la otrora Plaza de la República -posteriormente Plaza de Calvo Sotelo, y en la actualidad Plaza de Galicia- en Vilagarcía, no es sino una columna monumental (conmemorativa). También es erróneo llamarlo monolito, puesto que no se trata de un monumento de piedra de una sola pieza. En cualquier caso, lo conocemos desde siempre con ese nombre, y así figuraba en tarjetas postales y documentos gráficos de la época. 

No voy a detenerme en el origen, ni en el significado, ni siquiera en el análisis simbólico del ‘obelisco’. Únicamente me hago eco, toda vez que se ha desmontado y retirado de la Plaza de la Constitución, de los que opinan que debe regresar a su emplazamiento primigenio, en la actual Plaza de Galicia, cuya base de asentamiento se ha ejecutado recientemente. No faltan voces que se alzan en contra de ese traslado -como corresponde a una sociedad avanzada, con opinión plural-, esgrimiendo razonados argumentos que merecen todo el respeto, naturalmente, pero que no son compartidos por todos.

Los detractores, en un alarde de sarcástica intencionalidad, se preguntan si los partidarios del cambio de emplazamiento fundamentan su reivindicación en la memoria histórica o en la nostalgia. Si, basándose en esos conceptos, habría que rescatar el busto de Calvo Sotelo, tendría que reconstruirse la fuente luminosa que sustituyó al ‘obelisco’, trasladar la fuente-estanque de la Plaza de España a su ubicación original en los jardines de Ravella, devolver a la Plaza de la Independencia la fuente de la Plaza de Martín Gómez Abal, devolver los leones del Ayuntamiento a la entrada del Bosque de Desamparados... ¡Qué despropósito!

El ‘obelisco’ es todo un símbolo en sí mismo, como lo fueron, en su momento, el Muelle de Hierro o el Balneario de la Concha. Aquéllos, que tuvieron una gran presencia y especial relevancia social y comercial en la Vilagarcía de entonces, se desvanecieron en las nieblas del tiempo. Pero esta pétrea columna ornamental coronada por un reloj con cuatro esferas luminosas, continúa desafiando al tiempo y, en cierto modo, también al espacio. Por todo ello, haciendo un ejercicio de tolerancia y sana convivencia, hemos de considerarlo un símbolo popular totalmente acromático -carente de color político-, en blanco y negro como todo transcurría en la época en la que fue erigido. Los que nacimos en la primera mitad del siglo XX, ‘cosecha’ de los años 40 -que peinamos canas desde hace mucho tiempo, o que ya no tenemos ni canas que peinar-, recordamos que, del mismo modo que lo hacían nuestros mayores, siempre nos referíamos a la Plaza de Calvo Sotelo (hoy, Plaza de Galicia), como Plaza del Obelisco. Era la denominación popular del enclave en el que, como centro neurálgico urbano, confluían -confluyen- las principales arterias del entonces pueblo, hoy ciudad. 

Hemos de reconocer, no obstante, que uno de los razonados argumentos de los detractores podría considerarse, con las naturales reservas, una acertada reflexión: “...instalar el ‘obelisco’ puede suponer, incluso, un atractivo e indeseado riesgo para los jóvenes, y no tan jóvenes, aficionados al alpinismo urbano”.

Si careciéramos de la capacidad necesaria para valorar y respetar aquellos elementos de la arquitectura monumental que conforman el mobiliario urbano de una ciudad, nuestro comportamiento no se correspondería con el de una sociedad evolucionada, moderna y progresista, y estaríamos asistiendo, lamentablemente, a una gradual y preocupante involución, social y humana -desbaratando así las teorías de Darwin-, que nos llevaría de nuevo a encaramarnos a los árboles para balancearnos colgados de sus ramas...

Con el retorno del emblemático ‘obelisco’ a su emplazamiento primigenio, lograríamos fusionar el pasado y el presente, en una simbiosis perfecta, proyectando hacia el futuro nuestra ciudad, que antes fue pueblo.


(Publicado el 06.08.2015, en la Web de Patrimonio Vilagarcía)




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