31 agosto
2021
Robert
25 junio 2021
Amigo imaginario:
La vacunación contra el covid-19 continúa a un ritmo frenético. Se inoculan, según las franjas de edad, cuatro tipos de vacunas: Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen. Esta última, de una sola dosis.
El pasado domingo día 5, en la Capital Espiritual de Galicia y Capital Espiritual de Europa, donde dicen que reposan los huesos del Apóstol Santiago, una amiga que reside en aquella ciudad acudió a la Ciudad de la Cultura, donde estaba citada a las 9:04 de la mañana, para que le inocularan la vacuna correspondiente contra el Covid-19.
Llegó veinticinco minutos antes, previendo que podría tener alguna dificultad para encontrar aparcamiento. Y así fue. El parking estaba a rebosar. El motivo de que hubiera tantos vehículos a aquella hora de la mañana lo encontró en la entrada a la sala de vacunación.
La cola era interminable, obviando la distancia de seguridad, pero no todos habían sido citados en aquella franja horaria. La indisciplina, la insolidaridad, pisoteando los derechos de los demás, se ha convertido en una constante de nuestro comportamiento: la mayoría de las personas que esperaban su turno para ser vacunadas pertenecía a familias que iban a pasar el domingo en la playa. Y como la hora a la que habían sido citados les impedía disfrutar del día completo de sol y mar, decidieron presentarse a primera hora, colapsando el proceso de vacunación.
Finalmente, a las 12:10, tres horas más tarde de lo previsto, por la insolidaridad de los pícaros de turno, mi amiga recibió la primera dosis de la vacuna. Ella, que tiene serios problemas de columna, tuvo que soportar de pie aquella larga espera por culpa de unos estúpidos «listillos» playeros. ¡Cretinos!
Amigo mío, de nuevo tengo que hacerte partícipe de un suceso escalofriante. En Tenerife, dos pequeñas, Anna y Olivia, de 1 y 6 años, respectivamente, fueron presuntamente asesinadas por su padre. Según salió publicado en la prensa, así como en radio y televisión, los padres estaban separados. Y, tanto el padre como la madre, tenían nueva pareja. Las niñas vivían con la madre, que respetaba el régimen de visitas.
En una de las visitas, el padre recogió a sus hijas para pasar el día con ellas. Sin embargo, ya no se las devolvió a la madre. Había urdido un plan macabro que, finalmente, acabó con la vida de las pequeñas en el fondo del mar. Las niñas desaparecieron el pasado 27 de abril junto a su padre, el cual, a través de una llamada a su exmujer, le dijo que no volvería a ver más ni a él ni a sus dos hijas.
El día 6 de este mes de junio, el robot submarino del buque oceanográfico ‘Ángeles Alvariño’, recuperó el cuerpo sin vida de Olivia, la hija de 6 años, que se encontraba a mil metros de profundidad. Anna, la pequeña de un año, y el padre, continúan sin aparecer. Te mantendré informado.
Los últimos datos sobre la evolución del coronavirus Covid-19 en España, son razonablemente esperanzadores. Pero hemos de ser prudentes y no bajar la guardia. No debemos relajarnos, en modo alguno. Podríamos lamentarlo en poco tiempo. Sin embargo, para mi asombro, el presidente del Gobierno ha anunciado que, a partir de mañana, sábado día 26 de este mes de junio, queda sin efecto la obligatoriedad del uso de la mascarilla en la calle y en los espacios abiertos, siempre que se respete la distancia de seguridad. Aunque, en aquellos lugares donde no sea posible mantener esa distancia interpersonal —andenes de transporte público, semáforos de pasos de peatones, aceras con grandes aglomeraciones…—, deberá usarse dicha protección. Por ello, es aconsejable llevar siempre una mascarilla a mano. No obstante, como puedes suponer, seguirá siendo obligatoria en el interior de los locales públicos. Y, por supuesto, en los transportes públicos de viajeros.
No alcanzo a comprender, paciente amigo, la urgencia de esa medida. ¿Es tan necesario relajar el uso de la mascarilla? ¿Cuál es la razón por la que ya podemos ir a cara descubierta? En mi opinión, con fundamento o sin él, considero que se han precipitado. Y que, mientras no se haya vacunado al 70/75% de la población, corremos el riesgo de que una nueva ola nos alcance y volvamos a estar como al principio. ¡O todavía peor! Todo un despropósito. Pero yo, digan lo que digan, continuaré llevándola.
En otro orden de cosas, querido amigo, te notifico que hace dos días —el pasado día 23—, han salido de prisión los nueve políticos catalanes del Procés, tras haber sido indultados por el Gobierno. No estoy de acuerdo, en modo alguno, con esta medida de gracia. ¡Maldita la gracia! Espero que no haya que lamentarlo. De todos modos, como en mi carta anterior te decía que no volvería a comentarte nada relacionado con la política, de momento lo dejaré aquí.
Un fuerte abrazo.
Robert
5 mayo 2021
Amigo
imaginario:
Ya
sé que estamos en el mes de mayo, y que esta es la primera carta que te escribo
este año. La mayoría de las veces, por falta de tiempo; otras, lo reconozco,
por falta de ganas. Y así lo fui demorando, día tras día, hasta que hoy me he
decidido. «Más vale tarde que nunca», dice el refrán.
La
verdad es que mi estado de ánimo no está en el mejor momento. Los motivos son
varios y diversos, pero no quiero aburrirte con mis cuitas y desvaríos.
El
panorama político continúa instalado en un permanente estado de crispación. La insistente
confrontación —¡qué vergüenza!—, sigue estando a la orden del día. Parece
mentira que en una situación tan grave y delicada como la actual, provocada por
la pandemia del coronavirus, la clase
política de este país continúe con los insultos y las descalificaciones, arrojándose
los trastos a la cabeza, en lugar de aunar esfuerzos remando en la misma
dirección. A ver si se dan cuenta de una puñetera vez, que el enemigo a batir no
es el oponente político de turno, sino el coronavirus pandémico que está
sembrando de contagio y muerte los cinco continentes.
Ayer
se celebraron elecciones en la Comunidad Autónoma de Madrid, tras una campaña
plagada de despropósitos, de comportamientos inadecuados, de frases
desafortunadas… ¡Más de lo mismo!
Se
presentaban los siguientes candidatos: Pablo Iglesias (Unidas Podemos), Rocío
Monasterio (Vox), Mónica García (Más Madrid), Isabel Díaz Ayuso (PP), Ángel
Gabilondo (PSOE) y Edmundo Bal (Cs).
Los
escaños obtenidos fueron los siguientes: PP (65), Más Madrid (24), PSOE (24),
Vox (13) y Unidas Podemos (10). Ciudadanos no obtuvo ningún escaño.
La
candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, como adelantaban todas las encuestas, se
alzó con la victoria. Con los 65 escaños obtenidos, a sólo cuatro de la mayoría
absoluta, podría gobernar en solitario. Por su parte, Ciudadanos ha colapsado y
queda fuera de la Asamblea de Madrid. Y Pablo Iglesias, al no haber conseguido
su objetivo de presidir la Comunidad de Madrid, anunció que deja todos sus
cargos y se retira de la política.
La
política, amigo mío, se ha vuelto cansina y tediosa. Tanto, que he decidido no volver a comentarte nada
relacionado con ella. Estoy harto de tanta mentira, y asqueado de tanta reprobación
y de tan poca vergüenza. Porque, al final, lo único que le interesa a la
mayoría de los políticos de la nueva hornada es alcanzar el éxito personal y el
del partido al que pertenecen o representan, importándoles un carajo el interés
general, ignorando —tal vez, despreciando— a la ciudadanía que les vota.
Isabel
Díaz Ayuso, a la que considero una mujer inteligente —entre otras cualidades
que son más que evidentes…—, ha mostrado siempre una actitud desafiante, echándole
un pulso al Gobierno, en un alarde de desobediencia manifiesta, ampliando el
horario de cierre de la hostelería y permitiendo que hubiera más aforo en las
terrazas de los bares. Y así, con un talante claramente demagógico y populista,
consiguió que le votase una gran parte de la ciudadanía de Madrid. Porque, como
todos sabemos, la demagogia y el populismo son conceptos de efectos favorables inmediatos,
al contrario de lo que ocurre cuando se toman medidas impopulares y valientes,
que no gustan a nadie. Sin embargo, esos efectos demagógicos y populistas, inevitablemente,
tarde o temprano, pueden volverse en contra.
No
importaba que el número de contagios por Covid se disparara. Tampoco importaba
el número de fallecidos. Lo realmente importante era poder estar en la calle
hasta bien entrada la noche. Y, sobre todo, poder tomarse unas cañas en la
terraza de un bar, como si nos fuese la vida en ello. Todo un cúmulo de
despropósitos. ¡Queremos que en Madrid haya libertad! Esa era la frase que la
señora Díaz Ayuso repetía, a modo de mantra, en todas sus intervenciones
públicas. Pero toda libertad, amigo mío, ha de ir acompañada de
responsabilidad. Por ello, no podemos lanzarnos al vacío desde un avión, gritando
¡libertad! ¡Libertad! —Como sustitutivo de ¡Jerónimooo!—, sin llevar puesto el
paracaídas.
El
próximo domingo día 9 de este mes de mayo, el Gobierno pondrá fin al estado de alarma.
Ya podremos desplazarnos libremente por toda España. ¡Miedo me da! Porque, si
durante el estado de alarma nos saltábamos las restricciones establecidas, ahora que se «abre la veda» me temo lo peor. Pues
el coronavirus continúa estando ahí, y nada sabe de estados de alarma, de
restricciones, ni de vedas.
Cambiando de tema, querido amigo, no quiero olvidarme
de comentarte un suceso que, en los últimos tiempos, se repite con excesiva
frecuencia, y te encoge el corazón.
La
noche del 16 de marzo pasado, un cayuco abarrotado de inmigrantes africanos
llegó a la isla de Gran Canaria. Entre ellos, Nabody, una pequeña de 2 años,
originaria de Mali, que, acompañada de su madre y de su hermana, tuvo una
parada cardiorrespiratoria. Salvamento Marítimo la rescató del cayuco y la
trasladó al muelle de Arguineguín, donde Sanitarios de Cruz Roja lograron
reanimarla.
Cuando
empezó a respirar y abrió los ojos, los rostros de los sanitarios reflejaban la
emoción que les produjo haber salvado una vida, una vez más. La mirada de
aquella pequeña, con los ojos abiertos
de par en par, reflejaba la perplejidad de quien no comprende qué había
ocurrido, quiénes eran aquellos desconocidos, y por qué no estaban allí su
madre y su hermana. Aquella mirada asustadiza era sobrecogedora.
Ingresada en la unidad de vigilancia intensiva
del Hospital Materno Infantil de Las Palmas de Gran Canaria, falleció cinco
días después.
Sobre
este triste suceso, escribí un pequeño artículo (Carta al Director) que titulé
‘Travesía mortal’ (23.03.2021), en el que hacía referencia a los menores que pierden
la vida en una travesía rumbo a una imaginaria «tierra prometida», a un
«paraíso» inexistente, víctimas inocentes huyendo del horror de la sinrazón del
comportamiento humano, cuando apenas habían empezado a vivir. Porque el
destino, esa caprichosa fuerza desconocida, tantas veces cruel, no les ha
permitido desarrollar el natural ciclo vital: nacer, crecer y morir.
Este
suceso me trae a la memoria el de aquel niño sirio de origen kurdo, Aylan
Kurdi, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado el 2 de septiembre de 2015, boca
abajo en la arena y con los brazos extendidos a lo largo de su pequeño cuerpo, en
una playa de Turquía. Sólo tenía 3 años. Aquella imagen dio la vuelta al mundo.
Cuando se tiene la sensibilidad a flor de
piel, tal vez por ser abuelo tardío con nietos de corta edad, sucesos así nos desgarran el corazón, resquebrajan nuestras ya muy
deterioradas convicciones espirituales, y hacen que cuestionemos seriamente nuestra
Fe.
Por último, querido amigo imaginario, después de 50
años en posesión del Permiso de Conducción ‘B’, para automóviles; y casi 59 años con el ‘A’, para motos, he decidido no volver a renovarlo.
Te preguntarás por qué he cerrado esa etapa de mi vida en la
que conducir me apasionaba. Llevo 23 años sin coche y, consiguientemente,
también sin conducir. ¿Qué puede significar para mí, cumplidos ya los 77 años,
superar, una vez más, la batería de pruebas psicotécnicas —tensión arterial, capacidad visual y
auditiva, pruebas de coordinación visomotora en un ‘sui géneris’ simulador… Superadas
las últimas, hace cinco años, con el 92% de aciertos— si no he vuelto a
conducir desde enero de1998? Sería una
irresponsabilidad por mi parte creer que eso ya me capacita para volver a conducir.
Se
trata, en definitiva, de una renuncia más que añadir a las muchas que, por diversas
causas y en circunstancias adversas, se han ido sucediendo a lo largo de mi
vida.
Echando
la vista atrás, privilegio reservado a los que tenemos cierta edad, recuerdo
que empecé pilotando una VeloSolex Orbea (su slogan decía: «La bicicleta que
camina sola»). Luego, le sucedieron los ciclomotores: Mobylette-GAC, Ossa 50 cc
y Moto Guzzi Hispania 65 cc. Finalmente, las motos: Vespa 125 cc, Lambretta 125
cc, Ossa 125 cc, Montesa Brío 81 125 cc
y Ducati 125 cc Sport.
En
lo que a coches se refiere, empecé conduciendo el Seat 600 de la Academia de
Conductores. Luego, tuve la oportunidad de conducir Seat 127 (empresa), Seat
850 y Seat 124 DLS (los dos coches que tuve, 11 y 16 años, respectivamente),
Seat Ronda, Mini 850, Renault 4 (empresa), Renault 12, Opel Kadett (empresa) y
Austin 1800 (empresa). Este último era un coche magnífico (longitud: 4.200 mm,
anchura: 1.700 mm, altura: 1.410 mm, distancia entre ejes (batalla): 2.700 mm).
Un vehículo en el que a 170 km/h —velocidad que alcancé en un viaje a León, superando
irresponsablemente el límite permitido— la ausencia de vibraciones y la estabilidad
eran superlativas. Un magnífico coche, sin ninguna duda.
Y
así, sin prisa pero sin pausa, con una gran dosis de frustración, lo más
probable es que vayan dejando de interesarme, una tras otra, —a veces las circunstancias
obligan—, aquellas inquietudes —incluidas las artísticas, que también las hubo—
que antaño significaron tanto para mí. Pero, como tú sabes, nuestra existencia
se fragua a base de renunciar a una parte importante de todo aquello que, en
gran medida, dio sentido a nuestra vida. Pero hemos de aceptarlo con
resignación franciscana. Lo contrario, paciente amigo, sería nadar
contracorriente hasta quedar exhaustos. Y uno ya no está para ostentaciones.
No
sé cuándo volveré a escribirte, amigo mío. Procuraré, sin embargo, que sea más
pronto que tarde. Cuento con tu comprensión y benevolencia. ¡Cuídate mucho!
Un
fuerte abrazo.
Robert
Tristeza. Es lo que reconozco en tu carta a tu amigo...Lo comprendo perfectamente "la vida" parece un conjunto de renuncias una detrás de otra. "Las penas son de nosotros "dice una canción mejicana. Tienes que superarlo no te queda más remedio, por ellos...De política ni hablar, nos lo decía mi abuelo el concejal republicano del 34 en Ribadavia que dimitió al mes justo. "Esto no es lo que yo defiendo " Dos años agobiantes, problemas y tristeza. Para mucha gente. Te acompaño en las renuncias y las penas. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarTu observación es certera, como siempre, Marité. La estrofa de la canción 'El arriero', del argentino Atahualpa Yupanqui, dice así: «Las penas y las vaquillas / se van por la misma senda / Las penas son de nosotros / las vaquillas son ajenas». ¡Qué gran verdad, amiga mía! Un fortísimo abrazo.
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