Por Robert Newport
03 agosto 2017
Que
alguien me explique, con argumentos y palabras sencillas que yo pueda entender,
cómo es posible que se paguen cantidades astronómicas por un jugador de fútbol,
cuyo único mérito consiste en su habilidad para dar patadas a un balón, y no
siempre con acierto. Consecuentemente, estos individuos, egocéntricos y
narcisistas, se creen los nuevos dioses del Olimpo. Y nosotros, que los
ensalzamos y aplaudimos, tenemos nuestra cuota de responsabilidad.
¿Qué está pasando en este país, con cerca de cuatro
millones de parados, para que los grandes clubes y sus privilegiados jugadores,
cuya opacidad en el cumplimiento de sus obligaciones fiscales es más que
evidente, despilfarren, sin el menor recato, sumas de verdadero escándalo? ¿Cómo
se puede entender que haya recortes presupuestarios en Investigación, Sanidad,
Educación y Servicios Sociales, cuando se derrochan cantidades indecentes en el
fútbol?
Convendrán conmigo en que estas operaciones
mercantil-deportivas, se mire por donde se mire, son una provocación y una obscenidad.
Como también lo es que no exista una norma legal que impida estos desmanes.
[Publicado en ‘La Voz
de Galicia’ (04.08.2017) y en ‘Faro de Vigo’ (05.08.2017), en la sección
'Cartas al Director']
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