Por Robert Newport
Echando la vista atrás -¡muy atrás!-, los que pertenecemos a la generación de la primera mitad del siglo XX -y no al período jurásico, como algunos pudieran pensar-, que también fuimos jóvenes una vez, recordamos cómo en los años 40, 50, 60 y 70, los avances tecnológicos fueron cambiando nuestra forma de vida, rindiéndonos a unas necesidades de las que ya no hemos podido sustraernos.
Fuimos testigos de excepción de acontecimientos tan extraordinarios como, por ejemplo, haber superado la barrera del sonido -que propició la construcción de los aviones supersónicos de pasajeros: Tupolev Tu-144, ruso; y Concorde, franco-británico-, la construcción y lanzamiento de cohetes espaciales o la llegada del hombre a la Luna. La llegada de la televisión, en blanco y negro, a nuestro país. También hemos visto cómo se sucedían los ingenios que, uno tras otro, hemos ido incorporando a nuestra vida cotidiana.
Muchos de aquellos ingenios tecnológicos forman parte de mis recuerdos y vivencias. Les invito a recorrer conmigo, en configuración alfabética, aquel largo camino hacia un futuro soñado... que se hizo realidad.
AFEITADORA ELÉCTRICA
Después de varias décadas utilizando la maquinilla de hojas desechables, Palmera, Guillette, Better (más tarde, también, Filomatic) -además de la emblemática e insuperable navaja barbera, cuya eficacia es incuestionable-, aquellas primeras afeitadoras eléctricas, Remington, Braun y Philips, revolucionaron el afeitado. Al principio, como es lógico, nos mostramos algo reticentes. Y no sólo con la eficacia del rasurado, sino también porque su precio superaba nuestros precarios recursos. La modalidad de venta a plazos, qué duda cabe, facilitó la adquisición de aquella ‘maquinilla’ eléctrica que, tímidamente, fuimos incorporando a nuestro aseo diario. Recuerdo la ilusión con la que, con 17 años, pude comprar mi primera ‘Philishave’, bicolor.
ASPIRADORA ELÉCTRICA
Antes de la llegada de la aspiradora, la limpieza doméstica (limpiar el polvo), eterna pesadilla del ama/amo de casa, se llevaba a cabo mediante la escoba de largas fibras vegetales, el plumero o la bayeta. Al barrer el suelo, el polvo se elevaba y quedaba en suspensión en el aire; luego, descendiendo lentamente, se iba depositando sobre los cuadros y muebles. A continuación, se ponía en marcha la ‘operación plumero’, que lo único que hacía era cambiar el polvo de sitio: de los cuadros a los muebles, y de estos, nuevamente, al suelo. Y así, en un ‘bucle’ sin fin. Recuerdo a mi abuela, quejándose: ‘Aún no hace ni media hora que acabé de limpiar, y vuelven a estar los muebles con motas de polvo’. Si, en lugar de limpiar los cuadros y muebles con el plumero, utilizara la bayeta, el polvo quedaría retenido en ella, evitando así que volviera a depositarse en otros muebles y en el suelo.
Con la llegada de la aspiradora, qué duda cabe, la efectividad en la eliminación del polvo ha sido muy notoria, especialmente en las alfombras. Y, en principio, la frecuencia de utilización de una vez a la semana, es más que suficiente. De todos modos, si reflexionamos seriamente sobre este asunto, llegamos a la conclusión de que, ahora, además de utilizar la bayeta y la escoba, hemos añadido una nueva operación: pasar la aspiradora. Aunque, todo hay que decirlo, con este electrodoméstico hemos conseguido poder disfrutar de un ambiente más limpio y saludable. Y en los edificios que disponen de aspiración centralizada, la eliminación de polvo en suspensión es muy notable.
Quiero añadir, a modo de curiosidad, que el pelo de la gran mayoría de las escobas actuales, además de ser más corto que las de antaño, es de fibra sintética; por ello, a medida que vamos barriendo, el frotamiento que se produce contra el suelo origina en la fibra una carga electrostática que facilita la adherencia de las partículas de polvo.
Quiero terminar esta ‘disertación’ o ‘tesis doctoral’ sobre limpieza doméstica, haciendo una ‘mención especial’ de los insustituibles utensilios de fregado y abrillantado de suelos, respectivamente, sus ‘excelencias’ la Fregona y la Mopa, actualmente imprescindibles en la limpieza del hogar.
AUTOMÓVILES
En la década de los 50, la irrupción de los populares y emblemáticos utilitarios, Renault 4/4 y Seat 600, en el mercado automovilístico, significó la posibilidad de que la denominada ‘clase media’ pudiera ver cumplido el sueño de tener un coche. Las carreteras de nuestro país se llenaron de utilitarios de distintas marcas y modelos; aunque, sin duda, el Seat 600 fue el utilitario por excelencia. Las Autoescuelas lo habían incorporado a su flota de coches de prácticas, y muchos de nosotros hemos obtenido el Permiso de Conducción examinándonos al volante de aquel popular y emblemático utilitario. También, como muchos recordarán, el grupo musical ‘Desde Santurce a Bilbao Blues Band’, liderado por Moncho Alpuente, le dedicó la canción ‘El Hombre del Seiscientos’, que decía: “Adelante hombre del seiscientos, la carretera nacional es tuya…”.
Del mismo modo, en la década de los 60, el Simca 1000, cuyo eslogan publicitario decía: “Cinco plazas con nervio”, también fue el protagonista de una de las canciones del grupo musical ‘Los Inhumanos’: “Qué difícil es hacer el amor en un Simca mil, en un Simca mil…”.
A caballo entre los años 60 y 70, el ‘Mini Morris’, en sus versiones 850, 1000 y 1100 cc de cilindrada, del mismo modo que el Austin Mini Cooper, de 1275 cc, fue uno de los coches con mayor aceptación entre los jóvenes de aquella época.
Otro vehículo que tuvo una gran relevancia en la década de los sesenta fue el Seat 1500 (año 1963), cuyo diseño, con aletas tipo cohete, denotaba la influencia de los coches norteamericanos. Cabe destacar que, durante varios años, fue el coche más representativo de los taxistas en toda España.
No quiero olvidarme del singular Citroën 2 CV, que, con aquella suspensión de muelles helicoidales encapsulados, dispuestos longitudinalmente en posición horizontal, se caracterizaba por su peculiar movimiento de cabeceo. Recuerdo como, en los cambios bruscos de dirección o en curvas cerradas a alta velocidad, la carrocería alcanzaba ángulos de ‘escora’ tan espectaculares que, lejos de inquietar al conductor, impresionaba sobremanera a los que presenciaban aquellas maniobras desde el exterior.
Finalmente, creo que merece una mención especial el Dodge Dart; que, con una longitud de algo más de 5 metros y un ancho cercano a los 2 metros, era la fiel representación del coche americano por excelencia.
Capitulo aparte merecen los denominados ‘microcoches’, entre los que destacaban el Biscúter y el Isetta.
El Biscúter, cuya primera generación (modelo 100) se caracterizaba por tener la carrocería monocasco integral de aluminio, incorporaba un motor Hispano Villiers de dos tiempos, monocilíndrico, y 9 CV de potencia. En los primeros modelos, el encendido era de accionamiento manual. Este coche, por su característico diseño, se conocía popularmente como ‘zapatilla’. Un chascarrillo de la época, decía: “es más fea/feo que un Biscúter”. Alrededor de este vehículo singular, los chistes y las anécdotas estaban a la orden del día. Y yo, fui testigo presencial de una de aquellas anécdotas. Sucedió así:
“Aquel coche ‘trajeado’ de aluminio, desembocó ‘impetuoso’, con cierta chulería, en la otrora denominada Plaza de Calvo Sotelo (hoy, Plaza de Galicia). Inesperadamente, en un doble acceso de ‘hipo’ -característico de las películas de animación-, se paró bruscamente. El conductor, muy contrariado y mirando el reloj, se bajó del coche profiriendo improperios contra los ‘progenitores’ del vehículo. Levantó con brusquedad el cimbreante capó, colocó la varilla-soporte, descuidadamente, y se dispuso a echar un vistazo al pequeño motor -gesto muy habitual en los conductores, aunque muchos de ellos no tienen la menor idea de dónde ni qué mirar-; y, cuando procedía a la inspección ocular (¿?) -¡plaf!-, le cayó encima el capó. Aquello desbordó su paciencia y, visiblemente ‘cabreado’ y fuera de sí, la emprendió a patadas contra la carrocería y la rueda delantera izquierda…
Aquel espectáculo gratuito había congregado a un nutrido grupo de viandantes. Uno de los ‘espectadores’, que parecía saber de qué iba el asunto, se acercó al vehículo y, conjuntamente con el malhumorado conductor, pudo comprobar que el depósito se había quedado sin combustible”.
El Isetta Iso Rivolta, que por su configuración oval era conocido popularmente como ‘el huevo’, tenía una sola puerta frontal de acceso al habitáculo, dos ruedas delanteras y una rueda gemela trasera. Motor bicilíndrico refrigerado por aire forzado por turbina, una potencia de 10 CV, y podía alcanzar una velocidad punta de 80 Km/h, con un consumo que llegaba, escasamente, a los 4 litros por cada 100 Km.
A lo largo de los últimos años, en una carrera sin fin, los automóviles han ido incorporando notables avances tecnológicos. Los fabricantes concentraron sus esfuerzos en diseñar vehículos más seguros y que permitan una mayor penetración en el aire. Disponer del ‘Túnel de Viento’, en el que los vehículos son sometidos a pruebas con vientos que pueden alcanzar los 260 Km/h, fue determinante para la optimización de los diseños. Esa es la razón por la que, progresivamente, en los diseños de las carrocerías se fueron suprimiendo las terminaciones angulosas, adoptando formas redondeadas (como la denominada ‘gota de agua’) que mejoran, ampliamente, el coeficiente Cx de resistencia aerodinámica.
BATIDORA ELÉCTRICA
El ‘batidor’ manual de toda la vida, utensilio de cocina para mezclar alimentos, batir huevos, hacer punto de nieve…, consiste en un bastidor formado por varias varillas de metal curvadas y unidas a un mango. También, sustituyendo o complementando al anterior, se creó el ‘batidor manual giratorio’ que, mediante una manivela que accionaba los engranajes alojados en una carcasa, hacía que las varillas giraran en ambos sentidos. Y, por supuesto, el insustituible tenedor, que continúa siendo el utensilio ‘batidor’ recurrente, siempre dispuesto y al alcance de la mano.
Y llegó la ‘Batidora eléctrica’ -de la que existen múltiples versiones- que, con diversos accesorios, revolucionó las operaciones de batido y mezcla; permitiendo, además, triturar los alimentos.
BOLÍGRAFO
Recuerdo que en el colegio (primera enseñanza) nos iniciábamos en la escritura utilizando como instrumento el pizarrín, sobre soporte de pizarra. Luego, ya sobre papel, el universal lápiz; y, finalmente, la plumilla ‘Corona’ encastrada en un palillero. Con aquella plumilla, que ‘mojábamos’ en el tintero empotrado en el pupitre, hacíamos los ejercicios en los cuadernos de caligrafía: palotes, letras y números, palabras y frases sencillas… Y, cómo no, algún que otro borrón. Más tarde, en los años 50, cursando el bachillerato en el otrora Instituto Laboral, utilizábamos la pluma estilográfica. Pero llegó el bolígrafo. ¡Qué invento! Aquel utensilio de bola giratoria y tinta de alta densidad, revolucionó la escritura.
Mi primer bolígrafo, recuerdo que me lo regaló, en 1955, un oficial de la Marina Mercante, amigo de mi abuelo, a su regreso de un viaje a los Estados Unidos. Como es natural, tener aquel instrumento de escritura, del que aquí apenas se tenía conocimiento, hacía que me sintiera importante. Su diseño era aerodinámico, esbelto, con el pulsador semioculto en un rebaje de la parte superior; y tenía grabado: ballpen, Reynolds, Made in USA ¡Cómo fardaba! Entusiasmado, lo llevé al Instituto; y causó tanta admiración que, a los pocos días, al volver del recreo, había desaparecido. Pregunté a mis compañeros más cercanos -¡qué ingenua estupidez!-; movilicé al Jefe de Estudios, al bedel, al conserje, a la señora de la limpieza… Todo fue inútil: nunca apareció.
En la actualidad, prestigiosas marcas como Parker, Waterman, Montblanc, Inoxcrom, etc., además de magníficas plumas estilográficas, fabrican bolígrafos de auténtico lujo. No obstante, hemos de reconocer que la marca BIC contribuyó, en gran medida, a la democratización del bolígrafo. El modelo ‘cristal’, tal vez sea el más utilizado en todo el mundo. Todos recordamos aquel eslogan: ‘BIC naranja, BIC cristal, dos escrituras a elegir. BIC naranja escribe fino, BIC cristal escribe normal. BIC, BIC, BIC, BIC, BIC’.
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Para los que somos coetaneos, primera mitad del sigko XX, todos estas muestras de la innovación tecnológica de la vida diaria nos hacen revivir tiempos pasados.
ResponderEliminarMe gusta particularmente la descripción del "ciclo del polvo doméstico". Alguin llamaba a las escobas de aquella época "espalladoras de polvo".
Me acuerdo de otro artilugio complementario que usaban con frecuencia en las mueblerias: los zorros
Ya estoy esperando por el siguiente capítulo de la serie
Amigo Paco, considero que no podemos -¡ni debemos!- quedarnos anclados en el pasado. Sin embargo, es bueno recordar... Un saludo.
EliminarHola Roberto. Tienes tema para rato. Es divertido recordar los cambios de nuestra generación que fueron muchos más y mejores que los de generaciones anteriores. Es verdad que los tiempos ayudaron, fue ponernos un poco a la altura de otros países. No recordaba la fecha de la llegada del bolígrafo, aunque estaba esperando un día para comprobarlo (en mi caso) pues guardo cartas desde el 58 en adelante. Yo creo que las primeras estan escritas con tinta porque algunas estan medio borradas....Espero tener un poco más de tiempo para ponerme al día...Saludos.
ResponderEliminarMarité, es cierto que el tema da para mucho. Y mi intención es continuar desgranando todo aquello que, en mayor o menor medida, forma parte de mis recuerdos y vivencias. Un saludo.
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