Por Robert Newport
10 abril 2019
Estamos a las puertas
de unas nuevas elecciones generales (28A). Soportaremos mítines de amplio
espectro cromático, con propuestas variopintas —todas ellas de corte
electoralista, como siempre—, y leeremos las encuestas que, aunque son
aproximaciones a los resultados definitivos, suelen ajustarse, razonablemente,
a la realidad. Aunque no siempre, ciertamente.
De un tiempo a esta
parte, para asombro y desconcierto de la ciudadanía, vemos cómo las ideologías
se han ido desnaturalizando, adaptándose miméticamente a cada situación y
circunstancia. Así vemos como algunos políticos oportunistas, a la vez que adoptan
una personalidad poliédrica —facetas desconcertantes—, poseen un muy surtido
«fondo de armario» que les permite «cambiar de chaqueta» con asombrosa facilidad.
Por ello, cuando prevalece el interés particular —incluso el interés partidista—,
frente al interés general, la estructura social se resiente y se colapsa. Asimismo,
cada vez se hacen más evidentes las discrepancias internas en los partidos
—marrulleras luchas intestinas—, en los que cada cual exige su cuota de poder.
Así, ante esta preocupante situación, nos
preguntamos: ¿cómo pretenden los jefes de filas —candidatos in pectore— gobernar nuestro suelo
patrio, si son incapaces de poner orden en sus propias formaciones?
Publicado en ‘La Región’ (11.03.2019) y en
‘Faro de Vigo’ (14.03.2019), en la sección ‘Cartas al Director’
Al fin he encontrado una manera de ver la política desde "la barrera". Me río... Ya no siento ni padezco. Como si fueran chistes mal contados.No voy a sufrir para nada. Un abrazo
ResponderEliminarA pesar de mis reiterativos artículos alusivos al actual panorama político en nuestro país, he de confesar mi total y absoluta indolencia al respecto. Los actores políticos que nos rodean no merecen otra actitud. Un abrazo.
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