Por Robert Newport
03 diciembre 2017
El expresident Carles Puigdemont, tras declarar la independencia de Cataluña, huyó de forma precipitada. Tomó las de Villadiego, poniendo pies en polvorosa, y se plantó en Bruselas para, según él, ejercer como presidente en el ‘exilio’.
Ha transgredido y despreciado la legalidad constitucional, la misma que le permitió acceder al cargo. Ha fracturado y dividido a la sociedad catalana, incluso dentro del ámbito familiar. Desestabilizó la economía de aquella Cataluña próspera y emprendedora, lo que propició el éxodo de más de dos mil empresas que cambiaron su domicilio social y fiscal a otras comunidades.
El expresidente catalán continúa de ‘gira artística’ por las cadenas de televisión belgas haciendo su particular ‘batalla de Waterloo’, en un burdo intento de emular a Napoleón Bonaparte. Así, del mismo modo que aquella contienda del 18 de junio de 1815, significó el final de la hegemonía napoleónica y el destierro del emperador francés, el desesperado empecinamiento de Carles Puigdemont en pretender poner una pica en Flandes, también significará su definitiva derrota. Pues no debe olvidar que, si él es independentista, en los Países Bajos son muy ‘flamencos’.
Publicado en ‘La Región’ (05.12.2017) y en 'Faro de Vigo' (06.12.2017), en la sección 'Cartas al Director'
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